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domingo, 26 de agosto de 2012

¿Qué es el pecado? (1)

Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio… cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio. Mateo 5:22
Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. Santiago 4:17
Algunos creen que pecar es hacer cosas muy malas como robar, matar o blasfemar. Pero el pecado es más general. Por supuesto, puede ser una desobediencia a un mandamiento de Dios (es el caso del robo, por ejemplo), pero también puede ser una falta que consiste en no hacer lo bueno que Dios nos presenta (Santiago 4:17). Cuando hacemos algo que no conviene a su santidad y a su voluntad, pecamos. Si cometemos adulterio, pecamos al transgredir un mandamiento, pero si tenemos pensamientos impuros o miramos imágenes inmorales, pecamos contra la santidad de Dios. Jesús dice que si un hombre mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mateo 5:28).
Dios está presente en todas partes: ve todo y oye todo. Decir una mentira a una persona en realidad es mentir en la presencia de Dios, es como si lo ignorásemos y le faltásemos al respeto. Lo mismo podemos decir de las bromas malsanas y de las risas que éstas provocan. Por lo tanto, el pecado es muy grave, es un insulto a Dios. Además, hay pecados por omisión. Si veo a una persona necesitada y sé cómo ayudarla pero no lo hago, cometo un pecado.
En conclusión, es evidente que todos pecamos de una forma u otra...
Ahora vamos a la segunda parte: consideraremos cómo Dios ve el pecado

El juicio de Dios (2)
Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria… Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios… han visto mis ojos al Rey.
Isaías 6:3, 5
Dios es santo, por ello no puede ignorar el pecado ni pasarlo por alto. Ni siquiera el hombre más espiritual puede medir realmente cuán santo es Dios. Muy a menudo la Biblia habla de su santidad. Sus ojos son muy limpios para ver el mal (Habacuc 1:13). El profeta Isaías entrevió en una visión la gloria de Dios. Los ángeles, incapaces de mirar esta gloria, se cubrían el rostro y repetían: “santo, santo, santo” es Dios. Entonces Isaías sintió un gran temor. Se dio cuenta de que él, un pecador, había sido desenmascarado por la gloria y la santidad sin igual de Dios.
Para comprender el castigo reservado al pecado, tenemos que ver la fealdad del pecado en contraste con la grandeza y santidad de Dios. Si un niño insulta a su compañero, merece un castigo, pero si insulta a un profesor o al director, merece un castigo mayor. Si insulta al primer ministro, al rey o al presidente, ¡el castigo será todavía más severo!
Esta graduación en el castigo nos ayuda a comprender lo que como pecadores merecemos ante Dios. ¿Qué decir entonces cuando se insulta a Dios, cuya grandeza y santidad son ilimitadas, infinitas y eternas? La respuesta es evidente y aterradora. ¡Todos estamos perdidos y merecemos el juicio de Dios!
¿Hay un medio para escapar? Sí, hay un único medio: que alguien soporte ese juicio de Dios en nuestro lugar.

Dios es justo y misericordioso (3)
No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra. Isaías 45:21-22
Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos. 1 Pedro 3:18
Imaginémonos a un criminal de pie ante el tribunal. El juez parece dudar. ¿Cómo podría ser justo y misericordioso a la vez? Si perdona, es misericordioso, pero no es justo; y si pronuncia la sentencia que merece el culpable, es justo, pero no misericordioso.
En cambio, Dios, quien es perfecto, ejecuta plenamente la sentencia debida a nuestros pecados y al mismo tiempo nos concede una misericordia ilimitada. Hace tanto lo uno como lo otro mediante el sacrificio voluntario de Cristo. En efecto, en la cruz Jesús cargó con los pecados de los que le reciben como Salvador. Allí sufrió el castigo de Dios. Ese castigo fue perfectamente justo y Dios fue infinitamente misericordioso hacia nosotros al dar a Cristo para que muriese en nuestro lugar.
¿Pero por qué tuvo que ser Cristo, el hombre perfecto, quien llevase nuestro castigo? Para comprar un objeto de valor es necesario algo de mayor valor. Por lo tanto, el Redentor de la humanidad debía ser Aquel que tiene un valor infinito a los ojos de Dios. Ahora bien, Dios dijo de Cristo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
Para rescatar al hombre caído en el pecado, el Redentor debía ser puro, sin pecado. La Biblia testifica que Jesús nunca cometió pecado. Fue el único puro en sus pensamientos, en su forma de hablar, en sus actos.
(Continúe leyendo)

¿Salvarse mediante buenas obras? (4)
Todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia. Isaías 64:6
Por gracia sois salvos por medio de la fe… es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9

Muchas personas piensan que las buenas obras las salvan del castigo que merecen por sus pecados, y que cuando comparezcan ante el juicio, Dios pondrá las buenas acciones en uno de los platillos de la balanza y las malas en el otro. Según el peso de unas y otras, se decidirá su suerte eterna. Pero, ¿sabemos cuánto pesa cada pecado? ¿Cuánto pesa una mentira? ¿Cuánto pesarán las mentiras de una vida entera? ¿Cuál es el peso de la inmoralidad, de la falta de honradez y de todos los demás pecados? ¡Tienen un peso horripilante si los miramos a la luz de la santidad de Dios!
Ahora, ¿qué valor tienen nuestras buenas obras, incluso las religiosas? A menudo están estropeadas por el orgullo o el secreto deseo de que nuestros semejantes nos feliciten.
Además, hacer buenas obras no es, en realidad, algo meritorio a los ojos de Dios. Las buenas acciones son una conducta normal ante Dios, no borran en nada nuestros pecados y no compensan las malas acciones. Si alguien mata a un hombre es un asesino, incluso si ha hecho muchas buenas obras. Y sigue siendo un asesino, aunque nuevamente haga muchas buenas obras. Si un hombre hubiese cometido un solo pecado, de todas formas sería un pecador.
¿Es una situación desesperada? No, aún queda la gracia de Dios que trae el perdón por la obra de Jesús.
(Mañana continuará)

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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