Lectura: Lucas 9:57-62
Durante años, le
hablé a mi primo lejano
sobre su necesidad de un Salvador. Hace poco, cuando vino a visitarme y volví a invitarlo a recibir a Cristo, respondió de inmediato: «Me
gustaría aceptar a Cristo
y unirme a una iglesia, pero todavía no.
Vivo entre personas con otras creencias. A menos que me mude, no podré practicar bien mi fe». La
persecución, el ridículo y la presión de sus pares fueron las excusas para posponer su
decisión.
Sus temores eran legítimos,
pero le aseguré que, pasara lo
que pasara, Dios no lo abandonaría. Lo insté a no
postergarlo más y a confiar en
la protección del Señor. Entonces, dejó de
lado sus excusas, reconoció su
necesidad del perdón divino y confió en Cristo como su Salvador personal.
Cuando Jesús
invitaba a personas para que lo siguieran, estas también ponían
excusas; todas relacionadas con intereses de este mundo (Lucas 9:59-62). La
respuesta del Señor (vv. 60-62) nos
exhorta a no permitir que las excusas nos priven de lo más importante en la vida: la salvación de nuestra alma.
¿Oyes el llamado de
Dios para que aceptes la salvación que
te ofrece? No lo pospongas. «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación» (2 Corintios 6:2).
—
«¡Cuán tiernamente Jesús os
invita! ¡Oh, pecadores,
venid!». ¿Vendrás hoy
a Él?
Hoy es
el día de
salvación.
Nuestro Pan
Diario
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