En
tu mano están mis tiempos… (vv. 14-15).
Lectura:
Salmo 31:9-18
La
biblia en un año: Eclesiastés 4–6; 2 Corintios 12
Mientras
estaba sentado en la sala de espera de cirugía, tuve tiempo para pensar. Hacía
poco, había estado allí cuando recibimos la desgarradora noticia de que
mi único hermano, mucho menor que yo, tenía «muerte cerebral».
Por
eso, aquel día, mientras esperaba noticias sobre mi esposa, a quien estaban
operando, le escribí una larga nota. Después, rodeado de charlas nerviosas, me
concentré en la suave voz de Dios.
De
pronto… ¡noticias! El cirujano quería verme. Fui a esperarlo a una habitación
solitaria. Allí, sobre la mesa, había dos cajas de pañuelos de papel, colocadas
a propósito. No eran para resfríos, sino para usarlos ante frases duras como
las que oí cuando murió mi hermano.
En
momentos de angustia e incertidumbre como esos, la sinceridad de los salmos los
convierte en un lugar adecuado adonde recurrir. El Salmo 31 revela el corazón
de David: «mi vida se va gastando de dolor» (v. 10). El dolor del alejamiento
de sus amigos agudizaba su tristeza (v. 11).
Sin
embargo, su fe estaba fundada en el Dios verdadero: «Mas yo en ti confío, oh
Señor; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos» (vv. 14-15).
Aquel
día, el cirujano me dio buenas noticias: mi esposa se recuperaría. Pero, aunque
hubiese sido lo opuesto, seguimos en las buenas manos de Dios.
Señor,
tu amor permanece en toda circunstancia.
Cuando
ponemos nuestros problemas en manos de Dios, Él pone paz en nuestro corazón.
Nuestro
Pan Diario
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