… ¿No he visto también aquí al que me ve? (v.
13).
Lectura: Génesis 16:1-13
La Biblia en un año: 1 Corintios 10:1-18
En su libro The God I Don’t Understand [El Dios a
quien no entiendo], Christopher Wright señala que una persona inimaginable fue
la primera en ponerle un nombre a Dios. ¡Esa persona es Agar!
La experiencia de Agar brinda una mirada auténtica
y perturbadora de la historia humana. Varios años antes, Dios les había dicho a
Abram y Sarai que tendrían un hijo. Como Sarai había envejecido, se puso
impaciente. Entonces, para «ayudar» a Dios, recurrió a una costumbre de aquella
época: le dio su sierva Agar a su esposo, y Agar quedó embarazada.
Era predecible que surgirían problemas. Sarai
maltrató a Agar, y esta huyó. Sola y en el desierto, se encontró con el ángel
del Señor, quien le prometió: «Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá
ser contada a causa de la multitud» (Génesis 16:10). En respuesta, esta
esclava, procedente de una cultura politeísta con dioses que no podían ver
ni oír, le pone este nombre a Dios: «Tú eres Dios que ve» (v. 13).
El «Dios que ve» es el Señor de los héroes
impacientes y de los cobardes sin poder. Es el Dios tanto de los ricos y bien
relacionados como de los indigentes y solitarios. Él oye y ve, y se interesa
compasiva y profundamente por cada uno de nosotros.
Señor, a pesar de toda nuestra suciedad y
circunstancias dramáticas, nos ves y te apresuras a rescatarnos.
Dios nos ve con ojos compasivos.
Voceros de Dios
… ¿Quién dio la boca al hombre?
[…] ¿No soy yo el Señor? Ahora pues, ve, […] y te enseñaré lo que hayas de
hablar (vv. 11-12)
Lectura: Éxodo 4:1-12
La Biblia en un año: 1 Corintios 9
Con los nervios de punta, esperaba que el teléfono
sonara y empezara la entrevista radial. Pensaba en qué me preguntarían y cómo
respondería. Entonces, oré: «Señor, soy mucho mejor escribiendo, pero supongo
que, como sucedió con Moisés, debo confiar en que me darás las palabras que
debo decir».
Por supuesto, no estoy comparándome con Moisés, el
líder del pueblo de Dios que los ayudó a huir de la esclavitud en Egipto para
ir a vivir en la tierra prometida. Moisés, un líder reticente, necesitó que el
Señor le confirmara que los israelitas lo escucharían. Por eso, Dios le dio
señales —tales como convertir su cayado en una serpiente (Éxodo 4:3)—, pero
Moisés siguió vacilante, argumentando que era lento para hablar (v. 10).
Entonces, Dios le recordó que Él era el Señor y que lo ayudaría; «estaría con
su boca», como traducen este versículo algunos eruditos de la Biblia.
Sabemos que, desde la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés, el Espíritu de Dios vive en sus hijos y que, por más ineptos que
nos sintamos, Él nos capacitará para que llevemos a cabo lo que nos asigne. El
Señor «estará con nuestra boca».
— amp
Señor, tú moras en mí. Que mis palabras edifiquen
espiritualmente a alguien hoy para tu gloria.
Como pueblo de Dios, somos su boca para difundir
la buena noticia, el evangelio.
Nuestro Pan Diario
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