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martes, 16 de agosto de 2016

El mejor amigo… siempre



… Abraham creyó a Dios, […] y fue llamado amigo de Dios (v. 23).
Lectura: Santiago 2:18-26
La biblia en un año: Hechos 28
Una de las frases más sabias que he llegado a apreciar es lo que solía decir mi padre: «Hijo, los buenos amigos son uno de los tesoros más preciosos de la vida». ¡Qué gran verdad! Con buenos amigos, nunca estás solo. Están atentos a tus necesidades y comparten alegremente los goces y las cargas de la vida.
Antes de que Jesús viniera a la Tierra, solo a dos individuos se los llama amigos de Dios: el Señor hablaba con Moisés «como habla cualquiera a su compañero» (Éxodo 33:11), y Abraham «fue llamado amigo de Dios» (Santiago 2:23; ver 2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8).
Me asombra que Jesús llama amigos a quienes le pertenecemos: «os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Juan 15:15). Y su amistad es tan profunda que puso su vida por nosotros. Juan afirma: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (v. 13).
¡Qué privilegio y bendición es tener a Jesús de amigo! Él nunca nos dejará ni nos abandonará. Intercede por nosotros ante el Padre y suple todas nuestras necesidades. Perdona todos nuestros pecados, entiende todas nuestras penas y nos da gracia suficiente en los momentos difíciles. Sin duda, ¡es nuestro mejor amigo!
Señor, ¡qué privilegio que seamos amigos!
¡Oh, qué amigo nos es Cristo!

Vulnerabilidad manifiesta
… soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor (v. 2).
Lectura: Efesios 4:2-6
La biblia en un año: Hechos 27:27-44
Cuando me animé a salir varias semanas después de una cirugía de hombro, tenía miedo. Me sentía cómoda con el cabestrillo, pero el cirujano y el fisioterapeuta me habían dicho que dejara de usarlo. Entonces, vi esta frase: «A partir de aquí, solo se usarán cabestrillos como una señal visible de vulnerabilidad en un entorno incontrolable».
¡Justo lo que necesitaba! Temía encontrarme con alguien que me abrazara como un oso o que no supiera de mi operación y me golpeara accidentalmente. Me escondía detrás de mi endeble cabestrillo celeste porque temía que me lastimaran.
Ser vulnerables puede dar miedo. Queremos ser amados y aceptados por lo que somos, pero tememos que, si nos conocen realmente, nos rechacen y salgamos lastimados. ¿Y si descubrieran que no somos tan inteligentes… tan amables… tan buenos?
Como miembros de la familia de Dios, tenemos la responsabilidad de ayudarnos unos a otros a crecer en la fe: «animaos unos a otros, y edificaos unos a otros» (1 Tesalonicenses 5:11), «soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Efesios 4:2).
Si somos sinceros y vulnerables, quizá descubramos que todos luchamos contra las tentaciones o para aprender a vivir en obediencia. Pero, sobre todo, compartiremos la gracia del don de Dios en nuestra vida.
Señor, ayúdame a ser sincero.
Ser sinceros respecto a nuestras luchas permite que nos ayudemos mutuamente.

La lima de Dios
Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo (v. 17).
La biblia en un año: Hechos 27:1-26
Las palabras de mi amiga fueron duras. Mientras trataba de dormir, intentaba dejar de pensar en sus comentarios sobre mis opiniones intolerantes. Acostada, le pedí a Dios sabiduría y paz. Semanas después, aún preocupada por aquel asunto, oré: «Señor, estoy dolida, pero muéstrame en qué tiene razón y qué debo cambiar».
Mi amiga había actuado como la lima de Dios. Me sentía en carne viva, pero me daba cuenta de que mi reacción sería edificante para mi carácter… o no. Entonces, decidí someterme al proceso de pulido, confesando mi obstinación y testarudez. Percibía que mis imperfecciones no glorificaban al Señor.
El rey Salomón sabía que la vida en comunidad podía ser difícil; tema del que habló en Proverbios 27, donde vemos que aplica su sabiduría a las relaciones interpersonales: «Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo» (v. 17). Así se suavizan los bordes ásperos en el comportamiento de los demás. El proceso puede generar heridas —como las que sentí por las palabras de mi amiga (v. 6)—, pero, en definitiva, el Señor puede usar esas palabras para ayudarnos y animarnos a hacer los cambios necesarios en nuestras actitudes y conducta.
¿Está el Señor limando tus bordes ásperos para su gloria?
Señor, aunque duela, me someto al proceso de cambio.
El Señor permite que la lima de la vida pula nuestras asperezas.

Del lamento al festejo
… me ha enviado a [que…] les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto… (vv. 1, 3).
Lectura: Isaías 61:1-4
La biblia en un año: Hechos 19:1-20
«Vamos a prescindir de su trabajo». Hace una década, estas palabras me dejaron tambaleando cuando la compañía para la que trabajaba eliminó mi cargo. Me sentí destruida porque, en parte, mi identidad estaba sumamente entrelazada con mi papel como editora. Hace poco, sentí una tristeza similar cuando escuché que mi labor como trabajadora independiente se terminaba. Pero, esta vez, no sentí que se me movía el piso, ya que, con el tiempo, he visto la fidelidad de Dios y su manera de transformar mi tristeza en gozo.
Aunque vivimos en un mundo caído donde experimentamos angustias y frustraciones, el Señor puede cambiar nuestra desesperación en gozo, como vemos en la profecía de Isaías sobre la venida del Cristo (Isaías 61:1-3). El Señor nos da esperanza en la desilusión, nos ayuda a perdonar cuando pensamos que no podemos, nos enseña que nuestra identidad está en Él y no en lo que hacemos, y nos anima frente a un futuro desconocido.
Cuando enfrentamos una pérdida, es normal que lo lamentemos, pero debemos impedir que la situación nos amargue o endurezca. Cuando recordamos la fidelidad del Señor a través de los años, sabemos que su gracia es suficiente para volver a cambiar nuestra tristeza en gozo, y que Él puede hacerlo.
Señor, haz que mi fe sea más profunda para enfrentar las circunstancias de la vida.
Dios puede convertir los momentos de angustia en etapas de crecimiento.
Nuestro Pan Diario

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