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viernes, 26 de agosto de 2016

Gigantes en la tierra



… más podremos nosotros que ellos (Números 13:30).
La Biblia en un año: 1 Corintios 3
Después de acampar durante dos años al pie del monte Sinaí, los israelitas estaban a punto de entrar en Canaán, la tierra que Dios había prometido darles. El Señor les dijo que enviaran doce espías para reconocer la tierra y a sus habitantes. Al volver, diez de ellos dijeron que no podrían entrar, pero dos afirmaron que podían.
¿Qué los diferenciaba?
Diez compararon a los gigantes con ellos mismos, pero Josué y Caleb los compararon con Dios, quien era mucho más grande que aquellos gigantes. Dijeron: «con nosotros está el Señor; no los temáis» (Números 14:9).
La incredulidad impide que superemos las dificultades. Hace que nos preocupemos, que no pensemos en otra cosa y que lamentemos carecer humanamente de recursos para vencerlas.
En cambio, la fe, aunque nunca minimiza los peligros y las dificultades, deja de enfocarse en esas cosas, mira a Dios, y cuenta con su presencia invisible y su poder.
¿Cuáles son tus «gigantes»? ¿Un hábito imposible de dejar? ¿Una tentación irresistible? ¿Un matrimonio difícil? ¿Un familiar adicto?
No miremos las dificultades, sino, con fe, enfoquémonos en la grandeza del Dios siempre presente y todopoderoso.
Señor, cuando los «gigantes» de mi vida comiencen a abrumarme y atemorizarme, ayúdame a confiar en ti.
Cuando el miedo llame a la puerta, respóndele con la fe.
Nuestro Pan Diario

Obsesión con comparar
… ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? (v. 15).
Lectura: Mateo 20:1-16
La Biblia en un año: 1 Corintios 2
Uno de los profesores de la Universidad de Harvard ha descubierto una tendencia preocupante entre sus alumnos y colegas: obsesión con comparar. Escribe: «Más que nunca, […] los ejecutivos de negocios, los analistas de Wall Street, los abogados, los médicos y otros profesionales están obsesionados con comparar sus logros con los de los demás. […] Esto es perjudicial para las personas y para las empresas. Cuando defines el éxito según parámetros externos en lugar de personales, la satisfacción y el compromiso disminuyen».
Esto no es nada nuevo. La Escritura nos advierte del peligro de compararnos con otros. Cuando lo hacemos, nos enorgullecemos y despreciamos a los demás (Lucas 18:9-14), o nos ponemos celosos y queremos ser como ellos o tener lo que tienen (Santiago 4:1). Perdemos de vista el plan de Dios para nuestra vida. Jesús explicó que la obsesión con comparar surge de creer que Dios es injusto y que no tiene derecho a ser más generoso con otros que con nosotros (Mateo 20:1-16).
Por la gracia de Dios, podemos superar este hábito concentrándonos en lo que Él nos ha dado. Al dar gracias por las bendiciones de cada día, cambiamos la perspectiva y empezamos a creer de verdad que Dios es bueno.
Señor, ayúdame a mirarte a ti y no a los demás.
Dios expresa su bondad a sus hijos como Él prefiere.

Eso que tú haces
… los hijos de Judá prevalecieron, porque se apoyaban en el Señor el Dios de sus padres (v. 18).
La Biblia en un año: 1 Corintios 1
Cuando el convoy estaba por partir, un joven soldado golpeó apresurado la ventanilla del vehículo de su jefe de pelotón. Irritado, el sargento bajó la ventanilla y gritó: —¡¿Qué pasa?!
—Tiene que hacer esa cosa— dijo el soldado.
—¿Qué cosa?— respondió el sargento.
—Usted sabe. Eso que usted hace— dijo el soldado.
Entonces, el sargento se dio cuenta. Siempre oraba por la seguridad del convoy, pero esta vez no lo había hecho. Obedientemente, bajó del Humvee y oró por sus soldados. Aquel joven soldado entendía cuán importante era que su jefe orara.
En la antigua Judá, Abías no se destacó como un gran rey (1 Reyes 15:3), pero, cuando su pueblo se preparaba para luchar contra Israel, que lo duplicaba en número, sabía que quedaba un remanente fiel en Judá (2 Crónicas 13:10-12), mientras que Israel adoraba a dioses paganos (vv. 8-9). Entonces, clamó al Dios verdadero por ayuda.
A pesar de su mala reputación y de todo el daño que hizo, sabía a quién acudir en las crisis, y su ejército triunfó «porque se apoyaban en el Señor el Dios de sus padres» (v. 18). El Señor recibe con agrado a todos los que se acercan a Él y confían en su nombre.
Señor, sé que la oración no es un amuleto de buena suerte. Acudo a ti porque es lo mejor que puedo hacer. Pongo todas mis circunstancias en tus manos.
Dios nunca se alejará de aquellos que se acercan a Él con fe.
Nuestro Pan Diario
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