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miércoles, 31 de agosto de 2016

Ponerle nombres a Dios



… ¿No he visto también aquí al que me ve? (v. 13).
La Biblia en un año: 1 Corintios 10:1-18
En su libro The God I Don’t Understand [El Dios a quien no entiendo], Christopher Wright señala que una persona inimaginable fue la primera en ponerle un nombre a Dios. ¡Esa persona es Agar!
La experiencia de Agar brinda una mirada auténtica y perturbadora de la historia humana. Varios años antes, Dios les había dicho a Abram y Sarai que tendrían un hijo. Como Sarai había envejecido, se puso impaciente. Entonces, para «ayudar» a Dios, recurrió a una costumbre de aquella época: le dio su sierva Agar a su esposo, y Agar quedó embarazada.
Era predecible que surgirían problemas. Sarai maltrató a Agar, y esta huyó. Sola y en el desierto, se encontró con el ángel del Señor, quien le prometió: «Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud» (Génesis 16:10). En respuesta, esta esclava, procedente de una cultura politeísta con dioses que no podían ver ni oír, le pone este nombre a Dios: «Tú eres Dios que ve» (v. 13).
El «Dios que ve» es el Señor de los héroes impacientes y de los cobardes sin poder. Es el Dios tanto de los ricos y bien relacionados como de los indigentes y solitarios. Él oye y ve, y se interesa compasiva y profundamente por cada uno de nosotros.
Señor, a pesar de toda nuestra suciedad y circunstancias dramáticas, nos ves y te apresuras a rescatarnos.
Dios nos ve con ojos compasivos.

Voceros de Dios
… ¿Quién dio la boca al hombre? […] ¿No soy yo el Señor? Ahora pues, ve, […] y te enseñaré lo que hayas de hablar (vv. 11-12)
Lectura: Éxodo 4:1-12
La Biblia en un año: 1 Corintios 9
Con los nervios de punta, esperaba que el teléfono sonara y empezara la entrevista radial. Pensaba en qué me preguntarían y cómo respondería. Entonces, oré: «Señor, soy mucho mejor escribiendo, pero supongo que, como sucedió con Moisés, debo confiar en que me darás las palabras que debo decir».
Por supuesto, no estoy comparándome con Moisés, el líder del pueblo de Dios que los ayudó a huir de la esclavitud en Egipto para ir a vivir en la tierra prometida. Moisés, un líder reticente, necesitó que el Señor le confirmara que los israelitas lo escucharían. Por eso, Dios le dio señales —tales como convertir su cayado en una serpiente (Éxodo 4:3)—, pero Moisés siguió vacilante, argumentando que era lento para hablar (v. 10). Entonces, Dios le recordó que Él era el Señor y que lo ayudaría; «estaría con su boca», como traducen este versículo algunos eruditos de la Biblia.
Sabemos que, desde la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, el Espíritu de Dios vive en sus hijos y que, por más ineptos que nos sintamos, Él nos capacitará para que llevemos a cabo lo que nos asigne. El Señor «estará con nuestra boca».
— amp
Señor, tú moras en mí. Que mis palabras edifiquen espiritualmente a alguien hoy para tu gloria.
Como pueblo de Dios, somos su boca para difundir la buena noticia, el evangelio.
Nuestro Pan Diario
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