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jueves, 18 de agosto de 2016

El mejor amigo… siempre



… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación (v. 11).
La biblia en un año: Hechos 17:1-15
María era viuda y enfrentaba graves problemas de salud. Entonces, su hija la invitó a mudarse al nuevo «apartamento de la abuela», conectado con su casa. Aunque eso implicaría alejarse de sus amigos creyentes y de su iglesia, María se regocijó por la provisión del Señor. Sin embargo, a los seis meses, ese gozo y contentamiento iniciales amenazaban con desaparecer cuando se sintió tentada a quejarse por dentro y a dudar de si ese había sido el plan perfecto de Dios.
En ese momento, leyó un escrito de Carlos Spurgeon, el gran predicador del siglo xix: «El contentamiento es una de las flores del cielo y debe ser cultivada. Pablo afirma: “he aprendido a contentarme”, como si anteriormente no hubiese sabido cómo hacerlo».
María entendió que, si un apasionado evangelista como Pablo, confinado en una prisión, abandonado por los amigos y condenado a muerte pudo aprender a contentarse, ella también podría. Dijo: «Me di cuenta de que, hasta que aprendiera esta lección, debía disfrutar de los planes de Dios. Entonces, confesé mis quejas al Señor y le pedí perdón. Poco después, una mujer recientemente jubilada me pidió que fuera su compañera de oración, y otros ofrecieron llevarme a la iglesia. Mis necesidades habían sido maravillosamente suplidas».
Señor, ayúdame a estar satisfecho cualquiera que sea mi situación.
Aunque Dios no cambie las circunstancias, puede cambiarnos a nosotros si estamos dispuestos.


El lenguaje del amor


Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres… (v. 9).
Lectura: Santiago 3:1-12
La biblia en un año: Hechos 16:22-40
Cuando mi abuela fue a México como misionera, le resultó difícil aprender español. Un día, fue al mercado, le mostró su lista de compras a la muchacha que la atendió y le dijo: «Está en dos lenguas», queriendo explicar que la había escrito en dos «idiomas». El carnicero oyó de lejos y supuso que ella quería comprar dos lenguas de vaca. Mi abuela no se dio cuenta hasta que llegó a su casa. ¡Nunca antes había cocinado lengua de vaca!
Los errores son inevitables cuando se aprende un idioma desconocido, incluido el lenguaje nuevo del amor de Dios. A veces, nuestro discurso parece contradictorio, ya que alabamos al Señor, pero hablamos mal de los demás. Nuestra vieja naturaleza pecaminosa se opone a nuestra nueva vida en Cristo. Lo que sale de nuestra boca revela cuánto necesitamos la ayuda de Dios.
Nuestra vieja «lengua» debe irse. La única manera de aprender el lenguaje nuevo del amor es convirtiendo a Jesús en el Señor de nuestras conversaciones. Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, nos da dominio propio para decir palabras que agradan al Padre. ¡Sometamos cada palabra a Él! «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios» (Salmo 141:3).
Señor, controla hoy mi boca. Que mis palabras te bendigan a ti y a los demás.
Que nuestras palabras guíen a otros a Jesús.

Todo lo que necesitamos y más
… todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder… (v. 3).
Lectura: 2 Pedro 1:1-10
La biblia en un año: Hechos 16:1-21
En medio de la campiña inglesa, G. K. Chesterton se puso de pie de un salto y empezó a reírse a carcajadas. Explotó tan de repente y con tanto ruido que las vacas no dejaban de mirarlo.
Minutos antes, el escritor y apologista cristiano estaba desolado. Esa tarde, había estado recorriendo las colinas y dibujando con tizas de colores sobre un papel marrón. Sin embargo, se angustió cuando descubrió que no tenía ninguna tiza blanca, color que consideraba esencial para sus ilustraciones. Pero, de pronto, comenzó a reírse cuando se dio cuenta de que estaba pisando sobre un terreno de piedra caliza porosa: ¡el equivalente en la tierra a la tiza blanca! Partió un trozo y siguió dibujando.
Como Chesterton, los creyentes tienen a su alcance los recursos espirituales ilimitados de Dios en todo momento: «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de [Dios]» (2 Pedro 1:3).
Quizá sientas que te faltan algunos elementos importantes y necesarios para la piedad, tales como fe, gracia y sabiduría. Pero, si conoces a Cristo, tienes todo lo que necesitas y más. Por medio de Jesús, tienes acceso al Padre, quien, en su gracia, provee de todas las cosas a los creyentes.
Señor, gracias por darme todo lo que necesito.
El poder de Dios es ilimitado.
Nuestro Pan Diario

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