Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Rescata mi alma
de sus destrucciones, mi vida de los leones (v. 17).
Lectura: Salmo 35:17-28
La biblia en un año: Hechos 26
Un juego de las estrellas en el cricket puede ser
extenuante. Los competidores juegan desde las once de la mañana hasta las seis
de la tarde, con dos intervalos para almorzar y tomar el té; pero los partidos
pueden durar hasta cinco días. Es una prueba tanto de talento como de
resistencia.
A veces, las pruebas que enfrentamos en la vida se
intensifican por una razón similar: parecen interminables. La larga búsqueda de
trabajo, una etapa ininterrumpida de soledad o una prolongada batalla contra el
cáncer se vuelven más difíciles al preguntarnos si alguna vez terminarán.
Quizá por eso el salmista exclamó: «Señor, ¿hasta
cuándo verás esto? Rescata mi alma de sus destrucciones, mi vida de los leones»
(Salmo 35:17). Los comentaristas bíblicos dicen que esto se refería al extenso
período en la vida de David cuando el rey Saúl lo perseguía y sus consejeros lo
difamaban; un tiempo de prueba que duró varios años.
No obstante, al final, David cantó: «Sea exaltado
el Señor, que ama la paz de su siervo» (v. 27). Su prueba lo llevó a confiar
más profundamente en Dios; confianza que nosotros también podemos experimentar
durante las prolongadas etapas de prueba, dificultad o pérdida.
Señor, cuando las respuestas parecen lejanas,
ayúdame a confiar en ti y fortalecerme en tu presencia conmigo.
Cuando tus cargas te agobian, recuerda que Dios
te sostiene con sus brazos.
La herradura equivocada
¿Quién es el hombre que desea vida, que desea
muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal… (vv. 12-13).
Lectura: Salmo 34:11-18
La biblia en un año: Hechos 25
L a derrota de Napoleón hace 200 años se le
atribuye al feroz invierno ruso. Un problema en particular fue que sus caballos
llevaban herraduras de verano. Cuando llegó el invierno, los caballos morían
porque patinaban en los caminos congelados mientras tiraban de los carros
con provisiones. La ruptura en la cadena de provisiones de Napoleón redujo
su poderoso ejército de 400.000 hombres a tan solo 10.000. ¡Un pequeño
resbalón; un resultado desastroso!
Santiago describió el gran daño que puede producir
un pequeño resbalón de la lengua. Una sola palabra equivocada puede
cambiar la carrera o el destino de las personas. La lengua es tan tóxica que el
apóstol escribió: «ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no
puede ser refrenado, llena de veneno mortal» (Santiago 3:8). El problema ha
aumentado en nuestro mundo moderno, ya que un email imprudente o un comentario
en una red social puede dañar muchísimo. Se viraliza de inmediato y no siempre
puede eliminarse.
El rey David vinculó el respeto al Señor con
nuestro uso de las palabras: «El temor del Señor os enseñaré. […] Guarda tu
lengua del mal, y tus labios de hablar engaño» (Salmo 34:11, 13). Y resolvió:
«Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con
freno» (Salmo 39:1).
Señor, ayúdanos a tener cuidado con la lengua.
Nuestras palabras tienen poder para edificar o
destruir.
Inesperado
El que halla su vida, la perderá; y el que
pierde su vida por causa de mí, la hallará (v. 39).
Lectura: Mateo 10:35-42
La biblia en un año: Hechos 19:21-41
Durante un viaje con mi esposa, nos detuvimos a
tomar un helado en el mediodía de un caluroso día de verano. Detrás del
mostrador, vi un cartel que decía: «Prohibido entrar con motos para nieve». Me
resultó cómico por lo inesperado de la frase.
A veces, decir algo inesperado produce mayor
efecto. Piensa, por ejemplo, en lo que afirmó Jesús: «El que halla su vida, la
perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 10:39). En
un reino donde el Rey es siervo (Marcos 10:45), perder la vida se convierte en
la única manera de hallarla. Este sí que es un mensaje sorprendente en un mundo
de personas centradas en promoverse y protegerse por encima de los demás.
En términos prácticos, ¿qué implica perder la vida?
La respuesta se resume en la palabra sacrificio. Cuando nos sacrificamos,
ponemos en práctica la forma de vivir de Jesús. En vez de satisfacer nuestros
deseos y necesidades personales, consideramos el bienestar y las necesidades de
los demás.
Jesús no solo enseñó sobre el sacrificio, sino que
también lo practicó al entregarse por nosotros. Su muerte en la cruz se
convirtió en la máxima expresión del corazón del Rey que vive lo que dice:
«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan
15:13).
Señor, que esté dispuesto a sacrificarme por los
demás.
«Nada se pierde de verdad con una vida de
sacrificio». —Henry Liddon
Nuestro Pan Diario
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