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domingo, 14 de agosto de 2016

Sin temor



Pero el ángel les dijo: No temáis… (v. 10).
Lectura: Lucas 2:8-20
La biblia en un año: Romanos 11:19-36
Casi siempre que aparece un ángel en la Biblia, lo primero que les dice a quienes lo ven es que no teman (Daniel 10:12, 19; Mateo 28:5; Apocalipsis 1:17). Es comprensible, ya que, cuando lo sobrenatural se pone en contacto con nuestro planeta, suele aterrorizar de tal manera a los seres humanos que estos caen postrados. Sin embargo, Lucas habla de una manifestación de Dios en la Tierra de una forma que no asusta. En Jesús, Dios halló finalmente una manera de acercarse que no debe generarnos miedo. ¿Qué podría asustar menos que un bebé que acaba de nacer?
Escépticos desconcertados acosaron a Jesús durante su ministerio. ¿Cómo podía un bebé nacido en Belén, hijo de un carpintero, ser el Mesías de Dios? Pero un grupo de pastores no tuvo dudas de quién era Él porque habían escuchado directamente de un coro de ángeles la buena noticia (2:8-14).
¿Por qué Dios tomó forma humana? La Biblia da varias razones; algunas profundamente teológicas y otras bastante prácticas, pero la escena del Jesús adolescente enseñando a los rabinos nos da una pista (v. 46): por primera vez, personas comunes podían conversar con Dios cara a cara. Jesús podía hablar con todos —sus padres, un rabino, una viuda pobre— sin tener que decir: «No temas».
Señor, gracias por haberte acercado a mí sin causarme miedo.
«El Dios encarnado es el final del temor». —F. B. Meyer

Alivio del sol abrasador
El Señor es tu guardador; el Señor es tu sombra a tu mano derecha (v. 5).
Lectura: Salmo 121
La biblia en un año: Romanos 11:1-18
Como vivo en Gran Bretaña, no suelo preocuparme por las quemaduras de sol. Después de todo, una espesa nube lo bloquea con frecuencia. Sin embargo, hace poco, pasé unos días en España y, rápidamente, me di cuenta de que, con mi piel blanca, solo podía estar al sol unos diez minutos, tras lo cual necesitaba volver a refugiarme debajo de la sombrilla.
Al considerar cuán abrasador era el sol del Mediterráneo, comencé a entender con más claridad el significado de la imagen del pueblo de Dios que se refugiaba a la sombra que Él les brindaba. Los habitantes de Medio Oriente conocían el calor implacable y necesitaban protegerse de los rayos ardientes del sol. El salmista usa este cuadro del Señor como una sombra en el Salmo 121, que puede considerarse una reflexión personal, un diálogo con uno mismo sobre la bondad y la fidelidad de Dios. Cuando usamos este salmo en oración, nos da la seguridad de que el Señor nunca nos abandonará, ya que Él nos rodea con su protección.
Elevamos nuestra mirada al Dios «que hizo los cielos y la tierra» (vv. 1-2) porque, ya sea que estemos atravesando momentos de sol o de lluvia, recibimos la bendición de su protección, su alivio y su refrigerio.
Señor, protégeme de cualquier cosa que quite mi mirada de ti.
Encontramos refugio en el Señor.
Nuestro Pan Diario

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