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jueves, 6 de octubre de 2016

Alabar y pedir



… los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado? (v. 18).
La Biblia en un año: Filipenses 2
Una organización cristiana de ayuda a jóvenes en situación de riesgo, en Nueva York, nació de un compromiso inusual con la oración. Su fundador vendió su televisor y dedicó el tiempo que pasaba mirando televisión (dos horas por noche) a orar. A los pocos meses, no solo entendió mejor lo que quería emprender, sino que también aprendió a lograr un equilibrio entre alabar a Dios y pedirle ayuda.
La oración del rey Salomón en la dedicación del templo muestra este equilibrio: comenzó resaltando la santidad y la fidelidad de Dios. Luego, le atribuyó al Señor el éxito del proyecto y enfatizó su grandeza: «los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado?» (2 Crónicas 6:18). Después de exaltarlo, Salomón le pidió que prestara especial atención a todo lo que sucedía dentro del templo, que mostrara misericordia a los israelitas y que supliera sus necesidades. Inmediatamente después de su oración, «de los cielos descendió fuego y consumió el holocausto y las víctimas, y la gloria del Señor llenó el templo» (7:1 RVC). Esta respuesta increíble nos recuerda que el Dios poderoso a quien le hablamos y alabamos en oración también nos escucha y responde a nuestras peticiones.
¿Cómo describirías tus conversaciones con Dios? ¿Qué te ayudaría a mejorar?
La oración nos ayuda a ver las cosas como Dios las ve, no a la inversa.

Buen remedio
El corazón alegre constituye buen remedio… (Proverbios 17:22).
Lectura: Efesios 4:25-32
La Biblia en un año: Filipenses 1
Conducir de manera negligente, discutir e insultarse es habitual entre algunos taxistas y choferes de minibuses en Accra, Ghana, lo cual suele generar peleas. Sin embargo, una vez, presencié un incidente que terminó distinto. Un taxista casi choca contra un autobús. Supuse que el chofer del autobús se enojaría y le gritaría al otro hombre. En cambio, lo miró y, con tranquilidad, le sonrió. Esa sonrisa obró maravillas. El chofer del taxi levantó la mano, se disculpó, le sonrió y siguió su camino… la tensión había desaparecido.
Una sonrisa actúa de manera asombrosa en la química del cerebro. Los investigadores han descubierto que se liberan endorfinas, las cuales producen un efecto fisiológicamente relajante. Esto no solo se aplica a situaciones externas, sino que una sonrisa también puede disipar la tensión emocional interna. La Biblia nos enseña: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros» (Efesios 4:31-32).
Cuando el enojo, la tensión o la amargura amenazan nuestra relación con Dios y con los demás, recordemos que «el corazón alegre constituye buen remedio» (Proverbios 17:22), que nos traerá gozo y bienestar.
¿Cómo te sentiste la última vez que discutiste con alguien? ¿Cómo te afectó?
Encontramos gozo cuando aprendemos a vivir en el amor de Cristo.
Nuestro Pan Diario
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