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domingo, 2 de octubre de 2016

Llamados por nombre



… a sus ovejas llama por nombre… (v. 3).
Lectura: Juan 10:1-11
La biblia en un año: Hechos 10:1-23
Cuando me encuentro por primera vez con los alumnos de una clase de composición que enseño en la universidad, ya conozco sus nombres. Me tomo tiempo para familiarizarme con sus nombres y sus fotografías de mi planilla, para que, cuando entren, pueda decirles: «Hola, Ana», o «bienvenido, Tomás». Lo hago porque sé que a todos nos gusta que nos llamen por nuestro nombre.
Sin embargo, para conocer de verdad a alguien, necesitamos saber más que el nombre. En Juan 10, podemos percibir la calidez y el interés de Jesús, el buen Pastor, al leer que «a sus ovejas llama por nombre» (v. 3). El Señor sabe más que cómo nos llamamos; conoce nuestros pensamientos, anhelos, temores, errores y necesidades más profundas. Además, nos dio la vida —la vida eterna— entregando la suya. Como afirma el versículo 11, «el buen pastor su vida da por las ovejas».
Dado que nuestros pecados nos separan de Dios, Jesús, el buen Pastor, se transformó en Cordero y se sacrificó para cargar con ellos y ofrecernos el perdón. Cuando entregó su vida por nosotros y resucitó, nos redimió. Por eso, cuando aceptamos su regalo de salvación por medio de la fe, ya no estamos separados de Dios.
¡Dale gracias a Jesús! ¡Él conoce tu nombre y tus necesidades!
Señor, gracias por conocerme y saber exactamente lo que necesito.
Dios nos conoce de una manera que no tiene límites.

La canción de Dios
… creados en Cristo Jesús para buenas obras, […] para que anduviésemos en ellas (v. 10).
Lectura: Efesios 2:1-10
La biblia en un año: Hechos 9:22-43
Un organista de la iglesia practicaba una pieza de Mendelssohn y no estaba tocando muy bien. Frustrado, tomó la partitura y se dispuso a marcharse, pero no había notado que un extraño se había sentado en un banco.
Cuando se iba, el extraño se acercó y le preguntó si podía tocar la pieza. El organista respondió enojado: «Nunca dejo que nadie toque este órgano». Finalmente, después de otras dos peticiones amables, el músico gruñón accedió.
El extraño se sentó y llenó el santuario de una música hermosa e impecable. Cuando terminó, el organista preguntó: «¿Quién es usted?». El hombre contestó: «Soy Felix Mendelssohn». Aquel organista casi impide que el propio creador de la pieza tocara su música.
A veces, nosotros también tratamos de tocar los acordes de nuestra vida e impedimos que nuestro Creador ejecute una música hermosa. Como el obstinado organista, nos rehusamos a quitar las manos del teclado. Como pueblo de Dios, somos «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano» (Efesios 2:10). No obstante, nuestra vida no producirá una música hermosa a menos que lo dejemos obrar a través de nosotros.
Dios tiene una sinfonía escrita para cada persona. Dejemos que haga su voluntad en nosotros.
Señor, toma mi vida y conviértela en música para tu gloria.
La capacidad de Dios no está limitada por nuestra incapacidad
Nuestro Pan Diario

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