… a sus ovejas llama por nombre… (v. 3).
Lectura: Juan 10:1-11
La biblia en un año: Hechos 10:1-23
Cuando me encuentro por primera vez con los alumnos
de una clase de composición que enseño en la universidad, ya conozco sus
nombres. Me tomo tiempo para familiarizarme con sus nombres y sus fotografías
de mi planilla, para que, cuando entren, pueda decirles: «Hola, Ana», o
«bienvenido, Tomás». Lo hago porque sé que a todos nos gusta que nos llamen por
nuestro nombre.
Sin embargo, para conocer de verdad a alguien,
necesitamos saber más que el nombre. En Juan 10, podemos percibir la calidez y
el interés de Jesús, el buen Pastor, al leer que «a sus ovejas llama por
nombre» (v. 3). El Señor sabe más que cómo nos llamamos; conoce nuestros
pensamientos, anhelos, temores, errores y necesidades más profundas. Además,
nos dio la vida —la vida eterna— entregando la suya. Como afirma el versículo
11, «el buen pastor su vida da por las ovejas».
Dado que nuestros pecados nos separan de Dios,
Jesús, el buen Pastor, se transformó en Cordero y se sacrificó para cargar con
ellos y ofrecernos el perdón. Cuando entregó su vida por nosotros y resucitó,
nos redimió. Por eso, cuando aceptamos su regalo de salvación por medio de la
fe, ya no estamos separados de Dios.
¡Dale gracias a Jesús! ¡Él conoce tu nombre y tus
necesidades!
Señor, gracias por conocerme y saber exactamente lo
que necesito.
Dios nos conoce de una manera que no tiene
límites.
La canción de Dios
… creados en Cristo Jesús para buenas obras, […]
para que anduviésemos en ellas (v. 10).
Lectura: Efesios 2:1-10
La biblia en un año: Hechos 9:22-43
Un organista de la iglesia practicaba una pieza de
Mendelssohn y no estaba tocando muy bien. Frustrado, tomó la partitura y se
dispuso a marcharse, pero no había notado que un extraño se había sentado en un
banco.
Cuando se iba, el extraño se acercó y le preguntó
si podía tocar la pieza. El organista respondió enojado: «Nunca dejo que nadie
toque este órgano». Finalmente, después de otras dos peticiones amables, el
músico gruñón accedió.
El extraño se sentó y llenó el santuario de una
música hermosa e impecable. Cuando terminó, el organista preguntó: «¿Quién es
usted?». El hombre contestó: «Soy Felix Mendelssohn». Aquel organista casi
impide que el propio creador de la pieza tocara su música.
A veces, nosotros también tratamos de tocar los
acordes de nuestra vida e impedimos que nuestro Creador ejecute una música
hermosa. Como el obstinado organista, nos rehusamos a quitar las manos del
teclado. Como pueblo de Dios, somos «creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano» (Efesios 2:10). No obstante, nuestra
vida no producirá una música hermosa a menos que lo dejemos obrar a través de
nosotros.
Dios tiene una sinfonía escrita para cada persona.
Dejemos que haga su voluntad en nosotros.
Señor, toma mi vida y conviértela en música para tu
gloria.
La capacidad de Dios no está limitada por
nuestra incapacidad
Nuestro Pan Diario
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