Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis? (v.
21).
Lectura: Marcos 8:11-21
La Biblia en un año: Efesios 5:1-16
Un amigo mío se refiere a Jesús como «el Gran
Recordador»; y está bien, porque somos muy propensos a dudar y olvidar. Por más
que Jesús suplía con frecuencia las necesidades de quienes acudían a Él, sus
discípulos temían que pudiera faltarles algo. A pesar de
presenciar milagros, no entendieron el concepto más profundo que el Señor
quería que recordaran.
Una vez, mientras cruzaban el mar de Galilea, se
dieron cuenta de que no habían llevado pan. Al escucharlos hablar del tema,
Jesús les preguntó: ¿No entendéis ni comprendéis? […] ¿Teniendo ojos no veis, y
teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?» (Marcos 8:17-18). Entonces, les
recordó que, cuando alimentó a 5.000 personas, habían sobrado doce cestas, que
ellos mismos recogieron. Y tras alimentar a 4.000, sobraron siete cestas.
Luego, agregó: «¿Cómo aún no entendéis?».
La provisión milagrosa del Señor para las
necesidades físicas de la gente apuntaba a una verdad más importante: Él era el
pan de vida, y su cuerpo sería roto por ellos y por nosotros.
Cada vez que comemos el pan y bebemos de la copa en
la Cena del Señor, se nos recuerda el gran amor de Dios y su provisión
permanente.
En la celebración de la Cena del Señor, Jesús nos
dejó un gran recordatorio de su sacrificio.
La Cena del Señor es un recordatorio de su amor
y provisión.
Un lugar remoto
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
Lectura: Marcos 8:1-13
La biblia en un año: Hechos 6
L a isla Tristán de Acuña es famosa por ser una de
las más aisladas y remotas del mundo, habitada por solo 288 personas.
Está ubicada en el Océano Atlántico Sur, a 2.800 kilómetros de Sudáfrica… el
país más cercano a ella. Todo el que quiere visitarla tiene que viajar en barco
siete días, ya que no tiene pista de aterrizaje.
Jesús y sus seguidores estaban en un lugar remoto
cuando el Señor multiplicó milagrosamente la comida para miles de personas
hambrientas. Antes del milagro, les dijo a sus discípulos: «ya hace tres días
que [estas personas] están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en
ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino» (Marcos 8:2-3). Como estaban en
el campo, donde no se conseguía alimento fácilmente, tenían que depender de Jesús.
No había nadie más a quién acudir.
A veces, Dios permite que terminemos en lugares
desolados, donde Él es nuestra única fuente de ayuda. Su capacidad para proveer
no está ligada a las circunstancias. Si creó el mundo entero de la nada, puede
indudablemente satisfacer nuestras necesidades, cualesquiera que sean nuestras
circunstancias, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses
4:19).
— Jennifer Benson
Schuldt
Señor, te entrego mis necesidades. Gracias porque
siempre puedo confiar en tu provisión.
Podemos confiar en que Dios hará lo que nosotros
no somos capaces de hacer.
Nuestro Pan Diario
No te rindas
… estad así firmes en el Señor… (4:1).
Lectura: Filipenses 3:12–4:1
La Biblia en un año: Efesios 4
El Monte Tianmen, en China, es considerado una de
las montañas más hermosas del mundo. Para ver sus elevadísimos acantilados en
todo su glorioso esplendor, hay que tomar el teleférico Tianmen Shan, que
recorre una distancia de 7.455 metros (4,5 millas). Es asombroso que este
teleférico pueda cubrir semejante trayecto y subir laderas tan empinadas sin un
motor interno. Sin embargo, asciende seguro a esas enormes alturas al
mantenerse firmemente sujeto a un cable movido por un motor poderoso.
En nuestra travesía de la fe, ¿cómo podemos
terminar la carrera y proseguir «a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús»? (Filipenses 3:14). Como el teleférico, nos mantenemos
aferrados firmemente a Cristo. Esto es lo que quiso decir Pablo al indicar:
«estad así firmes en el Señor» (4:1). Los recursos no están en nosotros, sino que
dependemos por completo de Cristo, quien nos impulsa para que avancemos. Él nos
llevará a superar los desafíos más grandes y nos guiará seguros hasta el hogar
celestial.
Cerca del final de su vida terrenal, el apóstol
Pablo declaró: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe» (2 Timoteo 4:7). Tú también puedes hacerlo. Simplemente, mantente tomado
de Cristo firmemente.
Señor, gracias porque nunca sueltas mi mano.
Guardar la fe significa confiar en que Dios te
cuidará fielmente.
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