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sábado, 8 de octubre de 2016

Recordatorios de Dios



 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis? (v. 21).
Lectura: Marcos 8:11-21
La Biblia en un año: Efesios 5:1-16
Un amigo mío se refiere a Jesús como «el Gran Recordador»; y está bien, porque somos muy propensos a dudar y olvidar. Por más que Jesús suplía con frecuencia las necesidades de quienes acudían a Él, sus discípulos temían que pudiera faltarles algo. A pesar de presenciar milagros, no entendieron el concepto más profundo que el Señor quería que recordaran.
Una vez, mientras cruzaban el mar de Galilea, se dieron cuenta de que no habían llevado pan. Al escucharlos hablar del tema, Jesús les preguntó: ¿No entendéis ni comprendéis? […] ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?» (Marcos 8:17-18). Entonces, les recordó que, cuando alimentó a 5.000 personas, habían sobrado doce cestas, que ellos mismos recogieron. Y tras alimentar a 4.000, sobraron siete cestas. Luego, agregó: «¿Cómo aún no entendéis?».
La provisión milagrosa del Señor para las necesidades físicas de la gente apuntaba a una verdad más importante: Él era el pan de vida, y su cuerpo sería roto por ellos y por nosotros.
Cada vez que comemos el pan y bebemos de la copa en la Cena del Señor, se nos recuerda el gran amor de Dios y su provisión permanente.
En la celebración de la Cena del Señor, Jesús nos dejó un gran recordatorio de su sacrificio.
La Cena del Señor es un recordatorio de su amor y provisión.


Un lugar remoto
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
Lectura: Marcos 8:1-13
La biblia en un año: Hechos 6
L a isla Tristán de Acuña es famosa por ser una de las más aisladas y remotas del mundo, habitada por solo 288 personas. Está ubicada en el Océano Atlántico Sur, a 2.800 kilómetros de Sudáfrica… el país más cercano a ella. Todo el que quiere visitarla tiene que viajar en barco siete días, ya que no tiene pista de aterrizaje.
Jesús y sus seguidores estaban en un lugar remoto cuando el Señor multiplicó milagrosamente la comida para miles de personas hambrientas. Antes del milagro, les dijo a sus discípulos: «ya hace tres días que [estas personas] están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino» (Marcos 8:2-3). Como estaban en el campo, donde no se conseguía alimento fácilmente, tenían que depender de Jesús. No había nadie más a quién acudir.
A veces, Dios permite que terminemos en lugares desolados, donde Él es nuestra única fuente de ayuda. Su capacidad para proveer no está ligada a las circunstancias. Si creó el mundo entero de la nada, puede indudablemente satisfacer nuestras necesidades, cualesquiera que sean nuestras circunstancias, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
— Jennifer Benson Schuldt
Señor, te entrego mis necesidades. Gracias porque siempre puedo confiar en tu provisión.
Podemos confiar en que Dios hará lo que nosotros no somos capaces de hacer.
Nuestro Pan Diario
 


No te rindas
… estad así firmes en el Señor… (4:1).
La Biblia en un año: Efesios 4
El Monte Tianmen, en China, es considerado una de las montañas más hermosas del mundo. Para ver sus elevadísimos acantilados en todo su glorioso esplendor, hay que tomar el teleférico Tianmen Shan, que recorre una distancia de 7.455 metros (4,5 millas). Es asombroso que este teleférico pueda cubrir semejante trayecto y subir laderas tan empinadas sin un motor interno. Sin embargo, asciende seguro a esas enormes alturas al mantenerse firmemente sujeto a un cable movido por un motor poderoso.
En nuestra travesía de la fe, ¿cómo podemos terminar la carrera y proseguir «a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús»? (Filipenses 3:14). Como el teleférico, nos mantenemos aferrados firmemente a Cristo. Esto es lo que quiso decir Pablo al indicar: «estad así firmes en el Señor» (4:1). Los recursos no están en nosotros, sino que dependemos por completo de Cristo, quien nos impulsa para que avancemos. Él nos llevará a superar los desafíos más grandes y nos guiará seguros hasta el hogar celestial.
Cerca del final de su vida terrenal, el apóstol Pablo declaró: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Tú también puedes hacerlo. Simplemente, mantente tomado de Cristo firmemente.
Señor, gracias porque nunca sueltas mi mano.
Guardar la fe significa confiar en que Dios te cuidará fielmente.
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