… vivid con ellas sabiamente […] para que
vuestras oraciones no tengan estorbo (v. 7).
Lectura: 1 Pedro 3:7-12
La biblia en un año: Hechos 8:1-25
Cuando el pastor le pidió a uno de los ancianos que
guiara a la congregación en oración, el hombre dejó a todos pasmados al
contestar: «Lo siento, pastor, pero estuve discutiendo con mi esposa camino a
la iglesia y no estoy en condiciones de orar». Los segundos siguientes fueron
incómodos. El pastor oró y la reunión continuó. Más tarde, el pastor se
prometió no volver a pedirle a alguien que orara en público sin primero
consultarle en privado.
Ese hombre demostró una sinceridad asombrosa en un
lugar donde la hipocresía habría sido más fácil. Pero encontramos una lección
mayor sobre la oración en esta historia. Si no respeto y honro a mi esposa, una
hija amada de Dios, ¿cómo puedo esperar que el Padre celestial escuche mis
oraciones?
El apóstol Pedro instruyó a los esposos a tratar a
sus esposas con respeto y como coherederas en Cristo, y agregó: «para que
vuestras oraciones no tengan estorbo» (1 Pedro 3:7). El principio subyacente es
que nuestras relaciones interpersonales afectan nuestra vida de oración.
¿Qué sucedería si cambiáramos las sonrisas
dominicales y la fachada de religiosidad por una sinceridad refrescante con
nuestros hermanos en Cristo? ¿Qué podría hacer Dios a través de nosotros si
oramos y aprendemos a amar a los demás como a nosotros mismos?
Señor, enséñame a amar y respetar a los demás.
La oración es simplemente una conversación
sincera con Dios.
Lugar firme
… Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos
(v. 2).
Lectura: Salmo 40:1-5
La biblia en un año: Hechos 7:44-60
El histórico paseo ribereño de Savannah, Georgia,
en Estados Unidos, está pavimentado con adoquines desiguales. Los lugareños
dicen que, hace siglos, estas piedras proporcionaban lastre para los barcos al
cruzar el Océano Atlántico. Cuando se subía un cargamento en Georgia, ya no se
necesitaban las piedras; entonces, se usaban para pavimentar las calles
cercanas al muelle. Esas piedras ya habían cumplido su tarea principal:
estabilizar el barco en aguas peligrosas.
Al igual que los antiguos barcos, nosotros
necesitamos estabilidad para navegar a través de las tormentas de la vida.
David también enfrentó peligros, y alabó a Dios por darle estabilidad después
de la desesperación. Declaró: «me hizo sacar del pozo de la desesperación, del
lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos» (Salmo 40:2).
Había sufrido conflictos, fracaso personal y discordia familiar, pero Dios le
dio un lugar donde estar firme. Por eso, David cantó «cántico nuevo, alabanza a
nuestro Dios» (v. 3).
En tiempos difíciles, podemos buscar a nuestro Dios
poderoso y hallar la estabilidad que tanto necesitamos. Su cuidado fiel nos
inspira a proclamar juntamente con David: «Has aumentado, oh Señor Dios mío,
tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros» (v. 5).
Señor, tú eres mi roca firme.
Cuando el mundo que nos rodea se desmorona,
Cristo es la Roca estable donde podemos estar firmes.
Su amorosa presencia
… No te desampararé, ni te dejaré (v. 5).
Lectura: Hebreos 13:1-6
La biblia en un año: Hechos 7:22-43
Cuando nos enteramos de que a una amiga le habían
diagnosticado cáncer, quedamos destrozados. Ella era una persona vivaz que
había bendecido a todos los que se cruzaban en su camino. Mi esposa y yo nos
gozamos cuando empezó a recuperarse, pero, a los pocos meses, el cáncer volvió
para vengarse. Era demasiado joven para morir…
Su esposo me contó cómo fueron sus últimas horas.
Cuando ya estaba demasiado débil y casi no podía hablar, ella le susurró: «Solo
quédate conmigo». Lo que más quería en esos momentos oscuros era su amorosa
presencia.
El escritor de Hebreos consoló a sus lectores
citando Deuteronomio 31:6, donde Dios le dijo a su pueblo: «No te desampararé,
ni te dejaré» (Hebreos 13:5). En los momentos más oscuros de la vida, la
seguridad de la amorosa presencia del Señor nos garantiza que no estamos solos.
Él nos da la gracia para resistir, la sabiduría para saber que está obrando, y
la confianza de que Cristo puede «compadecerse de nuestras debilidades»
(4:15).
Abracemos juntos la bendición de la amorosa
presencia de Dios, para poder decir con confianza: «El Señor es mi ayudador; no
temeré» (13:6).
Señor, gracias por prometerme que jamás me dejarás.
Quiero descansar en tu presencia.
En la presencia de Dios hay paz.
Nuestro Pan Diario
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