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viernes, 7 de octubre de 2016

Presos liberados



… el Señor liberta a los cautivos (v. 7).
Lectura: Salmo 146
La Biblia en un año: Efesios 6
Cuando mi esposa y yo visitamos un museo de la Fuerza Aérea de nuestro país, nos conmovió particularmente la sección de los prisioneros de guerra, donde se recreaban las barracas de un campamento alemán de prisioneros. Mi suegro formó parte de esa fuerza en misiones aéreas sobre Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Más de 26.000 hombres murieron y no menos de 47.000 fueron heridos, entre los cuales estaba él, uno de aquellos prisioneros de guerra. Mientras recorríamos la exposición, recordábamos cómo nos contaba sobre la alegría incontenible que él y sus compañeros sintieron cuando los liberaron.
El Salmo 146 habla del cuidado de Dios a los oprimidos y la liberación de los encarcelados: el Señor «que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. […] liberta a los cautivos» (v. 7). Todo esto genera celebración y alabanza. Sin embargo, la mayor libertad es la de la culpa y la vergüenza. Con razón, Jesús afirmó: «si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36).
Por el sacrificio de Cristo, somos liberados de la prisión del pecado, para conocer el gozo, el amor y la libertad que solo el perdón puede brindar.
Señor Jesús, creo que moriste en la cruz para liberarme de las cadenas del pecado. Te acepto como mi Salvador.
La prisión del pecado no puede hacer frente al poder del perdón de Cristo.

Nada de extranjeros
… qué pide el Señor tu Dios de ti, sino […] que andes en todos sus caminos, y que lo ames… (v. 12).
Lectura: Deut. 10:12-22
La Biblia en un año: Efesios 5:17-33
En una zona remota de Ghana, donde viví cuando era chico, un proverbio común era: «A la hora de comer, nada de amigos». La gente del lugar consideraba descortés visitar a alguien a esa hora porque la comida solía escasear. La máxima también se aplicaba a los vecinos y los extranjeros.
Sin embargo, en Filipinas, donde también viví, aunque no avises que los visitarás a la hora de comer, los anfitriones insistirán en que comas con ellos, sin importar que no haya suficiente para todos. Cada cultura tiene sus razones.
Cuando los israelitas salieron de Egipto, Dios dejó instrucciones sobre cómo proceder. No obstante, las normas no siempre cambian el corazón. Por eso, Moisés dijo: «cambia la actitud de tu corazón y deja de ser terco (Deuteronomio 10:16 NTV). Luego, agregó algo sobre el trato a los extranjeros: Dios «demuestra amor a los extranjeros que viven en medio de ti y les da ropa y alimentos. Así que tú también tienes que demostrar amor a los extranjeros» (18-19).
Israel servía al «Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible» (v. 17). Una manera poderosa de identificarse con Él era amando a los extranjeros; los de otras culturas.
¿Qué significa esto hoy para nosotros? ¿Cómo podemos mostrar su amor a los marginados y los necesitados?
Señor, ayúdame a mostrar hoy tu amor.
En Cristo, no hay extranjeros.
Nuestro Pan Diario
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