… el Señor liberta a los cautivos (v. 7).
Lectura: Salmo 146
La Biblia en un año: Efesios 6
Cuando mi esposa y yo visitamos un museo de la
Fuerza Aérea de nuestro país, nos conmovió particularmente la sección de los
prisioneros de guerra, donde se recreaban las barracas de un campamento alemán
de prisioneros. Mi suegro formó parte de esa fuerza en misiones aéreas sobre
Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Más de 26.000 hombres murieron y no
menos de 47.000 fueron heridos, entre los cuales estaba él, uno de aquellos
prisioneros de guerra. Mientras recorríamos la exposición, recordábamos cómo
nos contaba sobre la alegría incontenible que él y sus compañeros sintieron
cuando los liberaron.
El Salmo 146 habla del cuidado de Dios a los oprimidos
y la liberación de los encarcelados: el Señor «que hace justicia a los
agraviados, que da pan a los hambrientos. […] liberta a los cautivos» (v. 7).
Todo esto genera celebración y alabanza. Sin embargo, la mayor libertad es la
de la culpa y la vergüenza. Con razón, Jesús afirmó: «si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36).
Por el sacrificio de Cristo, somos liberados de la
prisión del pecado, para conocer el gozo, el amor y la libertad que solo el
perdón puede brindar.
Señor Jesús, creo que moriste en la cruz para
liberarme de las cadenas del pecado. Te acepto como mi Salvador.
La prisión del pecado no puede hacer frente al
poder del perdón de Cristo.
Nada de extranjeros
… qué pide el Señor tu Dios de ti, sino […] que
andes en todos sus caminos, y que lo ames… (v. 12).
Lectura: Deut. 10:12-22
La Biblia en un año: Efesios 5:17-33
En una zona remota de Ghana, donde viví cuando era
chico, un proverbio común era: «A la hora de comer, nada de amigos». La gente
del lugar consideraba descortés visitar a alguien a esa hora porque la comida solía
escasear. La máxima también se aplicaba a los vecinos y los extranjeros.
Sin embargo, en Filipinas, donde también viví,
aunque no avises que los visitarás a la hora de comer, los anfitriones
insistirán en que comas con ellos, sin importar que no haya suficiente para
todos. Cada cultura tiene sus razones.
Cuando los israelitas salieron de Egipto, Dios dejó
instrucciones sobre cómo proceder. No obstante, las normas no siempre cambian
el corazón. Por eso, Moisés dijo: «cambia la actitud de tu corazón y deja de
ser terco (Deuteronomio 10:16 NTV). Luego, agregó algo sobre el trato a los
extranjeros: Dios «demuestra amor a los extranjeros que viven en medio de ti y
les da ropa y alimentos. Así que tú también tienes que demostrar amor a los
extranjeros» (18-19).
Israel servía al «Dios de dioses y Señor de
señores, Dios grande, poderoso y temible» (v. 17). Una manera poderosa de
identificarse con Él era amando a los extranjeros; los de otras culturas.
¿Qué significa esto hoy para nosotros? ¿Cómo
podemos mostrar su amor a los marginados y los necesitados?
Señor, ayúdame a mostrar hoy tu amor.
En Cristo, no hay extranjeros.
Nuestro Pan Diario
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