… Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al
pecado (v. 14 NVI).
Lectura: Romanos 7:14-25
La Biblia en un año: Mateo 17
El escritor británico Evelyn Waugh manejaba sus palabras de un modo que
acentuaba sus debilidades. Finalmente, se convirtió al cristianismo, pero la
lucha seguía. Un día, una mujer le preguntó: «Sr. Waugh, ¿cómo puede
comportarse así y seguir llamándose cristiano?». Él respondió: «Señora, créame,
si no fuera por mi religión, difícilmente parecería un ser humano».
Waugh experimentaba la lucha interna que describió el apóstol Pablo: «el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo» (Romanos 7:18). También dice:
«Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal» (v. 14
RVC). Luego, explica: «Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; pero veo otra ley en mis miembros, […] ¿quién me librará de este cuerpo
de muerte?» (vv. 22-24). Finalmente, responde exultante: «¡Gracias a Dios! La
respuesta está en Jesucristo nuestro Señor» (v. 25 NTV).
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo, reconociendo nuestro pecado y la
necesidad de un Salvador, nos convertimos de inmediato en una nueva creación,
aunque el crecimiento espiritual dura toda la vida. Como señala el apóstol
Juan: «ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de
ser; pero […] cuando él se manifieste, seremos semejantes a él» (1 Juan 3:2).
Señor, hazme cada día más semejante a ti.
«Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable en otro, porque Dios ha
perdonado lo inexcusable en ti». C. S. Lewis
Truenos y
relámpagos
Voz del Señor que derrama llamas de fuego (v. 7).
Lectura: Salmo 29
La Biblia en un año: Mateo 16
Hace muchos años, pescaba con un amigo en una laguna, cuando empezó a
llover. Nos refugiamos en un bosque de álamos, pero la lluvia no cesaba.
Entonces, decidimos dar por terminado el día y correr hasta la camioneta.
Acababa de abrir la puerta, cuando un relámpago cayó como una bola de fuego en
el bosque, tronando y arrancando las ramas de los árboles, y dejándolas
ardiendo. Después, reinó el silencio.
Quedamos temblando y pasmados.
Los relámpagos destellan y los truenos recorren nuestro valle de Idaho, en
Estados Unidos, y eso me encanta… a pesar de lo que me pasó. Disfruto al ver el
poder en su máxima expresión. ¡Voltaje! ¡Estridencia! ¡Conmoción y pavor! La
tierra y todo lo que hay en ella tiembla y se sacude. Luego, viene la quietud.
Básicamente, me encantan los relámpagos y los truenos porque son símbolos
de la voz de Dios (Job 37:4), que habla con un poder estupendo e irresistible a
través de su Palabra: «Voz del Señor que derrama llamas de fuego; […] el Señor
dará poder a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz» (Salmo 29:7,
11). El Señor da fuerzas para soportar, ser pacientes y bondadosos, sentarnos
en silencio, levantarnos y andar, y no hacer nada en absoluto.
Que la paz de Dios sea contigo.
Señor, aquieta mi espíritu en las tormentas de la vida y dame fuerzas para
atravesarlas.
La fe conecta nuestra debilidad con la fortaleza de Dios.
Nuestro Pan
Diario
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