¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (v. 35).
Lectura: Romanos 8:31-39
La Biblia en un año: Mateo 18:21-35
Servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo que hacemos.
Sí, es verdad que el Señor quiere que trabajemos para dar de comer a
nuestra familia y que cuidemos responsablemente del mundo que Él creó. También
espera que sirvamos a las personas débiles, hambrientas, desnudas, sedientas y
quebrantadas que nos rodean, y que nos mantengamos alertas ante aquellos que
aún no han respondido al llamado del Espíritu Santo a sus vidas.
Pero, aun así, servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo
que hacemos.
Nunca debemos olvidar esto, porque tal vez llegue un momento en que nuestra
capacidad para «hacer para Dios» se termine por problemas de salud, fracasos o
tragedias imprevistas. En esas ocasiones, el Señor quiere que recordemos que no
nos ama por lo que hacemos para Él, sino por lo que somos: ¡sus hijos! Una vez
que le pedimos a Cristo que nos salve, nada —ni «tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada»—nos separará jamás «del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:35, 39).
Cuando todo lo que tenemos o hemos hecho ya no está, lo único que Dios
quiere es que descansemos en nuestra identidad en Él.
Señor, aunque pierda todo, que nunca me olvide de tu amor incondicional por
mí.
Cuando lo perdemos todo, Dios solamente quiere que descansemos en lo que
somos en Él.
Héroes
inadvertidos
… Aarón y Hur sostenían [las] manos [de Moisés], el uno de un lado y el
otro de otro… (v. 12).
Lectura: Éxodo 17:8-15
La Biblia en un año: Mateo 18:1-20
La Biblia relata historias que nos hacen detener a pensar. Por ejemplo,
cuando Moisés guiaba al pueblo de Dios a la tierra prometida y los amalecitas
lo atacaron, ¿cómo supo que debía ir a la cima del monte y mantener en alto la
vara de Dios? (Éxodo 17:8-15). No lo sabemos, pero sí se nos dice que, cuando
Moisés levantaba la mano, los israelitas ganaban, y que, cuando la bajaba,
vencían los amalecitas. Entonces, al cansarse Moisés, su hermano Aarón y otro
hombre llamado Hur le sostenían los brazos para que los israelitas pudieran
triunfar.
No se dice mucho sobre Hur, pero jugó un papel crucial en ese momento de la
historia de Israel. Esto nos recuerda a los héroes inéditos; aquellos que
sostienen y alientan a los líderes, y que suelen pasar inadvertidos. Tal vez
los libros de historia mencionen a los líderes y los medios sociales los
elogien, pero el Señor no ignora a aquellos que sirven en silencio y fielmente
de otras maneras. Él ve a aquel que intercede diariamente por sus amigos y
familiares; a la mujer que acomoda las sillas en la iglesia cada domingo; al
vecino que se acerca con una palabra de aliento.
Dios nos utiliza, aunque nuestra tarea parezca insignificante. No olvidemos
reconocer y dar gracias a los héroes inadvertidos que nos ayudan.
Señor, que no deje de apreciar a los que me ayudan.
Dios siempre ve a los héroes invisibles.
Nuestro Pan
Diario
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