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viernes, 3 de febrero de 2017

Siempre amado y valorado



¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (v. 35).
Lectura: Romanos 8:31-39
La Biblia en un año: Mateo 18:21-35
Servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo que hacemos.
Sí, es verdad que el Señor quiere que trabajemos para dar de comer a nuestra familia y que cuidemos responsablemente del mundo que Él creó. También espera que sirvamos a las personas débiles, hambrientas, desnudas, sedientas y quebrantadas que nos rodean, y que nos mantengamos alertas ante aquellos que aún no han respondido al llamado del Espíritu Santo a sus vidas.
Pero, aun así, servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo que hacemos.
Nunca debemos olvidar esto, porque tal vez llegue un momento en que nuestra capacidad para «hacer para Dios» se termine por problemas de salud, fracasos o tragedias imprevistas. En esas ocasiones, el Señor quiere que recordemos que no nos ama por lo que hacemos para Él, sino por lo que somos: ¡sus hijos! Una vez que le pedimos a Cristo que nos salve, nada —ni «tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada»—nos separará jamás «del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:35, 39).
Cuando todo lo que tenemos o hemos hecho ya no está, lo único que Dios quiere es que descansemos en nuestra identidad en Él.
Señor, aunque pierda todo, que nunca me olvide de tu amor incondicional por mí.
Cuando lo perdemos todo, Dios solamente quiere que descansemos en lo que somos en Él.

Héroes inadvertidos
… Aarón y Hur sostenían [las] manos [de Moisés], el uno de un lado y el otro de otro… (v. 12).
Lectura: Éxodo 17:8-15
La Biblia en un año: Mateo 18:1-20
La Biblia relata historias que nos hacen detener a pensar. Por ejemplo, cuando Moisés guiaba al pueblo de Dios a la tierra prometida y los amalecitas lo atacaron, ¿cómo supo que debía ir a la cima del monte y mantener en alto la vara de Dios? (Éxodo 17:8-15). No lo sabemos, pero sí se nos dice que, cuando Moisés levantaba la mano, los israelitas ganaban, y que, cuando la bajaba, vencían los amalecitas. Entonces, al cansarse Moisés, su hermano Aarón y otro hombre llamado Hur le sostenían los brazos para que los israelitas pudieran triunfar.
No se dice mucho sobre Hur, pero jugó un papel crucial en ese momento de la historia de Israel. Esto nos recuerda a los héroes inéditos; aquellos que sostienen y alientan a los líderes, y que suelen pasar inadvertidos. Tal vez los libros de historia mencionen a los líderes y los medios sociales los elogien, pero el Señor no ignora a aquellos que sirven en silencio y fielmente de otras maneras. Él ve a aquel que intercede diariamente por sus amigos y familiares; a la mujer que acomoda las sillas en la iglesia cada domingo; al vecino que se acerca con una palabra de aliento.
Dios nos utiliza, aunque nuestra tarea parezca insignificante. No olvidemos reconocer y dar gracias a los héroes inadvertidos que nos ayudan.
Señor, que no deje de apreciar a los que me ayudan.
Dios siempre ve a los héroes invisibles.
Nuestro Pan Diario

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