Y
uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de
Jesús (v. 23).
Lectura:
Juan 13:12-26
La
Biblia en un año: Mateo 25:31-46
A
veces, cuando pongo la cabeza en la almohada a la noche y oro, imagino estar
recostado sobre Jesús, y me trae a la mente lo que el apóstol Juan dice de sí
mismo en la Palabra de Dios sobre la última cena en el aposento alto: «Y uno de
sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús» (Juan
13:23).
Juan
usó la frase «uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba» para referirse a sí
mismo sin mencionar su nombre. También describe la escena de un banquete típico
en Israel en el siglo i, donde la mesa era mucho más baja que las que usamos
ahora. La posición natural para quienes la rodeaban era reclinarse sobre un
tapete o almohadón. Juan estaba sentado tan cerca del Señor que, cuando giró
para preguntarle algo, quedó «recostado cerca del pecho de Jesús» (v. 25), con
la cabeza apoyada en Él.
La
cercanía de Juan a Jesús en ese momento es una ilustración provechosa para
nuestra vida espiritual hoy. Aunque no podamos tocar a Jesús físicamente, sí
podemos descargar en Él nuestras circunstancias más agobiantes, ya que ha
dicho: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar» (Mateo 11:28). ¡Qué bendecidos somos al tener un Salvador fiel en quien
podemos confiar en cada situación de la vida! ¿Estás recostado hoy sobre Jesús?
— jb
Señor,
recostado en ti tengo esperanza.
Jesús
es el único que nos da el descanso que necesitamos.
El
Abogado
…
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo (2:1).
Lectura:
1 Juan 1:8–2:2
La
Biblia en un año: Mateo 25:1-30
Desde
una cárcel de Florida, en junio de 1962, Clarence Earl Gideon escribió una nota
a la Corte Suprema de los Estados Unidos pidiendo que se revisara su condena
por un crimen que no había cometido. Y agregó que no tenía medios para
contratar a un abogado.
Al
año, en el histórico caso Gideon c/ Wainright, la Corte Suprema dictaminó que
las personas que no podían costear su defensa debían recibir la asistencia de
un defensor público provisto por el Estado. Tras esta decisión, y con la ayuda
de un abogado de oficio, Gideon fue juzgado nuevamente y absuelto.
Pero
¿qué sucede si somos culpables? Según Pablo, todos lo somos, pero la corte
celestial provee un Abogado, el cual, costeado por Dios, ofrece defender y
cuidar nuestra alma (1 Juan 2:2). Jesús nos ofrece una libertad que incluso los
presos han descrito como mejor que cualquier otra cosa experimentada fuera de
la cárcel. Es libertad del corazón y la mente.
Ya
sea que suframos por las injusticias hechas por nosotros o contra nosotros,
Jesús puede representarnos a todos. En su autoridad suprema, Él responde todo
pedido de misericordia, perdón y consuelo.
Jesús,
nuestro Abogado, puede convertir nuestra prisión de desesperanza, temor o
remordimiento en un lugar lleno de su presencia.
Señor,
quiero experimentar la libertad de tu presencia.
Aquel
que murió como nuestro Sustituto vive ahora como nuestro Abogado.
¿Cuál
es la ocasión?
…
todo lo que Dios hace será perpetuo… (v. 14).
Lectura:
Eclesiastés 3:9-17
La
Biblia en un año: Mateo 21:23-46
La
alegre carita del niño de cuatro años asomaba por debajo de su suéter favorito.
¡La capucha con forma de lagarto terminaba en quijadas que parecían tragarle la
cabeza! La madre quedó pasmada, ya que quería que su familia causara una buena
impresión frente a los amigos que hacía mucho que no veían.
«Querido
—dijo ella—, no sé si eso es apropiado para esta ocasión».
«¡Sí
que lo es!», protestó alegremente el niño.
«Mmmm,
¿por qué ese suéter?», preguntó ella; a lo que él respondió: «¡Para celebrar la
vida!». Y el pequeño llevó su suéter…
Ese
niño ya captaba la verdad de Eclesiastés 3:12: «Yo he conocido que no hay para
ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida». Eclesiastés puede
parecer deprimente, y a menudo, es malinterpretado porque se escribió desde la
perspectiva de un hombre, no de Dios. El rey Salomón preguntó: «¿Qué provecho
tiene el que trabaja…?» (v. 9). Sin embargo, vemos atisbos de esperanza en todo
el libro. Además, Salomón escribió: «también […] es don de Dios que todo hombre
coma y beba, y goce el bien de toda su labor» (v. 13).
Servimos
a un Dios que nos da cosas buenas para que las disfrutemos. Todo lo que Él hace
«será perpetuo» (v. 14). Cuando obedecemos sus mandatos de amor, el Señor
infunde propósito, significado y gozo en nuestra vida.
Señor,
ayúdame a regocijarme en tus bondades.
El
Señor que te hizo desea que lo hagas el centro de tu vida.
Nuestro
Pan Diario
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