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domingo, 4 de diciembre de 2011

Castillos de arena

Lectura: Lucas 12:22-34
… donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. —Lucas 12:34
Cuando nuestros hijos eran pequeños, a mi esposa Martie y a mí nos encantaba ir de vacaciones a Florida a visitar a nuestros padres. Era especialmente maravilloso estar allí disfrutando del calor para tomarnos un breve respiro de la helada sensación térmica de la ciudad donde residíamos. Yo estaba ansioso por llegar para ir a la playa con un buen libro y relajarme. Pero mis hijos tenían otros planes: querían que los ayudara a construir castillos de arena. Con pocas ganas, me levantaba para ayudarlos; pero, al rato, estaba totalmente concentrado en la tarea. Antes de darme cuenta, había pasado horas creando un impresionante castillo… sin pensar que, poco después, la marea se llevaría todo mi arduo trabajo.
A menudo, cometemos el mismo error en la vida. Invertimos una gran cantidad de tiempo y energía construyendo nuestros pequeños «castillos» de cosas terrenales y regodeándonos en nuestros logros. Parece que todo vale la pena, pero, al final, no sirve para nada.
En Lucas 12, Jesús desafió a Sus seguidores a vender sus bienes y dar a los pobres: «porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (v. 34). En otras palabras, la manera de ocupar el tiempo y los recursos dice muchísimo sobre nuestra perspectiva eterna. Como expresa el antiguo himno: Solo una vida que pronto pasará; solo lo hecho para Cristo perdurará. Así que, ¿qué has hecho hoy que dure para la eternidad?
—JMS
Dios desea que inviertas tu tiempo y tu tesoro en desarrollar Su reino, no el tuyo.

Paz
Lectura: Colosenses 1:19-29
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños […], ahora os ha reconciliado —Colosenses 1:21
La paz se perdió en los días de Adán y Eva. En cuanto comieron el fruto prohibido y se dieron cuenta de que estaban desnudos, empezaron a culparse el uno al otro (Génesis 3:12-13) e introdujeron conflictos en el pacífico planeta de Dios. Lamentablemente, todos sus descendientes, incluso nosotros, hemos seguido su mal ejemplo. Nos culpamos unos a otros de nuestras malas decisiones y nos enojamos cuando nadie acepta el error. El culpar a otros de nuestra infelicidad destruye familias, iglesias, comunidades y naciones. No podemos hacer las paces porque estamos preocupados en echarles la culpa a los demás.
La Navidad es una época de paz. El Antiguo Testamento relata la historia de cómo preparó Dios el escenario para la entrada del Príncipe de paz (Isaías 9:6). Jesús vino a detener el ciclo del pecado y de la culpa al hacer la paz entre nosotros y Dios «mediante la sangre de su cruz» (Colosenses 1:20). En vez de culparnos por todos los problemas que causamos, Él cargó la culpa por nosotros. Ahora está reclutando seguidores que, al haber recibido Su perdón, quieren que otros lo reciban también.
Cuando aceptamos el perdón de Dios, ya no deseamos impedir que el mismo perdón también alcance a otros. Y cuando vivimos en paz con el Señor, ansiamos hacer las paces con los demás. En esta Navidad, podemos dar y recibir el regalo de la paz.
—JAL
Jesús ocupó nuestro lugar para darnos paz.

Fuente: NUESTRO PAN DIARIO


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