Lectura: Mateo 1:18-25
Y despertando José […], hizo como el ángel del Señor le había mandado… —Mateo 1:24
En alguna de las tarjetas de Navidad que recibas este año, sin duda habrá un hombre de pie, al fondo, mirando por encima del hombro de María, el cual muestra un notorio interés por el niño Jesús. Se llama José. Después de terminado el relato del nacimiento, no se vuelve a oír mucho de él.Si no conociéramos la historia, pensaríamos que era un espectador insignificante o, a lo sumo, una mera necesidad para validar el derecho de Jesús al trono de David.
No obstante, en realidad, José desempeñó un papel estratégicamente importante. Si hubiese desobedecido el mandato del ángel de tomar a María por esposa (Mateo 1:20), desde un punto de vista humano, habría hecho peligrar toda la misión de Jesús. Tomarla por esposa era una tarea riesgosa. Que la gente pensara que él era el padre del bebé lo ponía en una grave situación de quebrantamiento de la ley judía y lo desacreditaba públicamente. Sin embargo, hoy todos estamos agradecidos de que él haya estado dispuesto a poner en juego su reputación para participar en la revelación progresiva de Dios y colaborar en su cumplimiento.
Nosotros, en su mayoría, somos insignificantes en comparación con los personajes importantes de este mundo, pero a todos se nos llama a obedecer. ¿Quién sabe quétiene preparado Dios cuando estamos dispuestos a someternos a Su voluntad? ¡Incluso cuando eso nos ponga en una situación riesgosa! —JMS
No es poca cosa confiar y obedecer.
Fuente: NUESTRO PAN DIARIO
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Los últimos momentos de Haendel
Al Señor cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en el Señor. Salmo 104:33-34
En la abadía de Westminster en Londres, la mirada del visitante es atraída por una hermosa estatua que representa al gran compositor Haendel (1685-1759). El maestro se halla ante su órgano y tiene en la mano una partitura en la cual se aprecian estas sencillas palabras: “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19:25). Él había compuesto un magnífico oratorio sobre este versículo de la Biblia.
Se dice que antes de morir, el célebre músico pidió que le leyeran el Salmo 91: “Diré yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré… No temerás el terror nocturno…” (v. 2 y 5). Respecto a cada uno de los que le honran con tal confianza, Dios declara: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14).
Haendel también pidió la lectura de la primera epístola a los Corintios, capítulo 15 e interrumpió varias veces al lector, diciéndole: Detente un instante, vuelve a leer este versículo.
Sus últimas palabras fueron: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Haz que muera y resucite contigo.
Un fin tan apacible no es una excepción. Puede ser experimentado por todos los que han puesto su destino en las manos de Jesús, quien declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
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© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
http://labuenasemilla.net
Y despertando José […], hizo como el ángel del Señor le había mandado… —Mateo 1:24
En alguna de las tarjetas de Navidad que recibas este año, sin duda habrá un hombre de pie, al fondo, mirando por encima del hombro de María, el cual muestra un notorio interés por el niño Jesús. Se llama José. Después de terminado el relato del nacimiento, no se vuelve a oír mucho de él.Si no conociéramos la historia, pensaríamos que era un espectador insignificante o, a lo sumo, una mera necesidad para validar el derecho de Jesús al trono de David.
No obstante, en realidad, José desempeñó un papel estratégicamente importante. Si hubiese desobedecido el mandato del ángel de tomar a María por esposa (Mateo 1:20), desde un punto de vista humano, habría hecho peligrar toda la misión de Jesús. Tomarla por esposa era una tarea riesgosa. Que la gente pensara que él era el padre del bebé lo ponía en una grave situación de quebrantamiento de la ley judía y lo desacreditaba públicamente. Sin embargo, hoy todos estamos agradecidos de que él haya estado dispuesto a poner en juego su reputación para participar en la revelación progresiva de Dios y colaborar en su cumplimiento.
Nosotros, en su mayoría, somos insignificantes en comparación con los personajes importantes de este mundo, pero a todos se nos llama a obedecer. ¿Quién sabe quétiene preparado Dios cuando estamos dispuestos a someternos a Su voluntad? ¡Incluso cuando eso nos ponga en una situación riesgosa! —JMS
No es poca cosa confiar y obedecer.
Fuente: NUESTRO PAN DIARIO
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Los últimos momentos de Haendel
Al Señor cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en el Señor. Salmo 104:33-34
En la abadía de Westminster en Londres, la mirada del visitante es atraída por una hermosa estatua que representa al gran compositor Haendel (1685-1759). El maestro se halla ante su órgano y tiene en la mano una partitura en la cual se aprecian estas sencillas palabras: “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19:25). Él había compuesto un magnífico oratorio sobre este versículo de la Biblia.
Se dice que antes de morir, el célebre músico pidió que le leyeran el Salmo 91: “Diré yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré… No temerás el terror nocturno…” (v. 2 y 5). Respecto a cada uno de los que le honran con tal confianza, Dios declara: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14).
Haendel también pidió la lectura de la primera epístola a los Corintios, capítulo 15 e interrumpió varias veces al lector, diciéndole: Detente un instante, vuelve a leer este versículo.
Sus últimas palabras fueron: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Haz que muera y resucite contigo.
Un fin tan apacible no es una excepción. Puede ser experimentado por todos los que han puesto su destino en las manos de Jesús, quien declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
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