No temerás el terror nocturno, […] ni
pestilencia que ande en oscuridad… (vv. 5-6).
Lectura: Salmo 91:1-8
La biblia en un año: Job 32–33; Hechos 14
Cuando yo era jovencito, repartía periódicos en unas
140 casas en dos calles que estaban conectadas por un cementerio. Como se
trataba de la edición matutina, tenía que salir a las tres de la mañana y
atravesar ese cementerio en medio de la oscuridad. A veces, ¡tenía tanto miedo
que lo atravesaba corriendo! El miedo no se me iba hasta que me encontraba
parado a salvo debajo de una luz de la calle del otro lado. Esa luz hacía
desaparecer la temida oscuridad.
El salmista comprendía la relación entre el temor y
la oscuridad, pero también sabía que Dios es mayor que esos miedos. Por eso,
escribió: «No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni
pestilencia que ande en oscuridad…» (Salmo 91:5-6). Ni los terrores de la noche
ni el mal en la oscuridad deben generarnos miedo. Tenemos un Dios que envió a
su Hijo, la luz del mundo (Juan 8:12).
A la luz del amor, la gracia y la verdad del Señor,
podemos encontrar valor, ayuda y fuerza para vivir para Él.
Señor, vengo a ti, la luz del mundo. Por favor,
disipa con tu luz la oscuridad de mis miedos.
No
tienes que temerle a la oscuridad si caminas con la Luz del mundo.
Nuestro
Pan Diario
El
Cilindro de Ciro
…
despertó el Señor el espíritu de Ciro rey de Persia… (v. 1).
Lectura: Esdras 1:1-4
La biblia
en un año: Job 28–29; Hechos 13:1-25
En 1879,
unos arqueólogos descubrieron en lo que hoy se conoce como Iraq (la Babilonia
de la Biblia) un pequeño objeto notable. El Cilindro de Ciro registra lo que
hizo el rey Ciro de Persia hace 2.500 años: permitir que un grupo de personas
regresara a su tierra natal y reconstruyera sus «ciudades santas».
El
capítulo 1 de Esdras relata esta misma historia: «despertó el Señor el espíritu
de Ciro rey de Persia» (v. 1) para que pregonara la libertad a los cautivos en
Babilonia para que volvieran a su tierra y reedificaran el templo (vv. 2-5).
Pero la
historia no termina allí. Daniel confesó sus pecados y los del pueblo, y le
rogó a Dios que pusiera fin al cautiverio babilónico (Daniel 9). En respuesta,
el Señor envió un ángel para que hablara con él (v. 21); y más tarde, indujo a
Ciro a que liberara a los hebreos. (Ver también Jeremías 25:11-12; 39:10).
Esta historia
tiene hoy muchas implicaciones. En un mundo aparentemente fuera de control,
podemos confiar en que Dios puede mover los corazones de los líderes.
Proverbios 21:1 afirma: «Así está el corazón del rey en la mano del Señor»; y
Romanos 13:1 declara: «no hay autoridad sino de parte de Dios».
Podemos
confiar en el control del Señor y pedirle que obre.
Padre,
sabemos que eres soberano. Obra en los líderes de nuestra nación.
En
lugar de quejarte, ora.
Nuestro
Pan Diario
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