…
Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor… (v. 5).
Lectura:
Salmo 32:1-11
La
biblia en un año: Salmos 31–32; Hechos 23:16-35
Julia
estaba sentada en el patio de su casa reflexionando sobre una pregunta que la
preocupaba: ¿debía escribir un libro? Le había encantado escribir en un blog y
hablar en público, pero sentía que Dios le pedía algo más. «Le pregunté al
Señor si quería que lo hiciera», comentó.
Empezó
a preguntarse si Dios quería que escribiera sobre la adicción a la pornografía
que padecía su esposo y de cómo estaba obrando el Señor en su vida y en su
matrimonio, pero, después, pensó que podría ofenderlo públicamente. Entonces,
oró: «¿Y si lo escribimos juntos?». Le preguntó a su marido y él estuvo de
acuerdo.
Aunque
no reveló cuál era su pecado, el rey David manifestó públicamente sus luchas.
Incluso las expresó en una canción: «Mientras callé, se envejecieron mis
huesos», y agregó: «Confesaré mis transgresiones al Señor» (Salmo 32:3, 5). No
todos tienen que hacer públicas sus batallas privadas, pero, cuando David
confesó su pecado, encontró paz y sanidad que lo inspiraron a adorar a Dios.
Julia
y su esposo dicen que el proceso de escribir su historia tan personal los ha
acercado más que nunca. ¡Qué parecido a Dios, quien nos ama al punto de
sustituir nuestra culpa, vergüenza y alejamiento por su perdón, ánimo y
comunión!
¿Necesitas
intercambiar tu culpa por el perdón de Dios? Él está
escuchando.
Dios
perdona a quienes se confiesan culpables.
Nuestro
Pan Diario
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