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domingo, 19 de julio de 2015

Nombre propio



… llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (v. 21).
Lectura: Mateo 1:18-25
La biblia en un año: Salmos 16–17; Hechos 20:1-16
La mayoría de las familias tiene sus historias. En la mía, se trata de cómo decidieron qué nombre ponerme. Al parecer, en los primeros tiempos de casados, mis padres no se ponían de acuerdo sobre cómo llamar a su primer hijo. Mamá quería un varón con el nombre de papá, pero a él no le gustaba la idea. Después de mucho debate, acordaron que, solo si el bebé nacía el día del cumpleaños del papá, se llamaría como él. Aunque no lo crean, nací el día del cumpleaños de mi padre. Por eso, le agregaron al final «Junior» [Hijo].
Ponerles nombre a los hijos es algo que ha existido desde que se creó el mundo. Mientras José luchaba con la noticia de que María, su novia, estaba embarazada, un ángel le aclaró lo que el Padre decía sobre el nombre del Bebé: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21). Su nombre no solo sería Jesús, sino que también explicaría la razón de su venida al mundo: cargar sobre sí el castigo que nosotros merecíamos por nuestro pecado. Su propósito redentor está perfectamente expresado en el Nombre que le pusieron, y que es sobre todo otro nombre.
¡Que el deseo de nuestro corazón sea vivir de un modo que honre su maravilloso nombre!
Padre, gracias por enviar a tu Hijo a rescatarnos del pecado y unirnos a ti.
Jesús: su nombre y su misión son una misma cosa.
Nuestro Pan Diario

Corazones transformados
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón… (Proverbios 4:23).
La biblia en un año: Salmos 13–15; Hechos 19:21-41
A comienzos de la década de 1970, en Ghana, apareció en las paredes y las carteleras públicas un póster titulado «El corazón del hombre». En una de las imágenes, varias clases de reptiles (símbolos de lo malo y despreciable) llenaban la pintura con forma de corazón, coronada con la cabeza de un hombre sumamente infeliz. En la otra, el corazón estaba limpio y sereno, con la cabeza de un hombre contento. La leyenda decía: «¿Cómo está tu corazón?».
En Mateo 15:18-19, Jesús explicó qué contamina a una persona: «lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias». Así está el corazón separado de Dios; condición en la que se encontraron los israelitas cuando fueron exiliados a causa de sus pecados (Ezequiel 36:23).
La promesa de Dios en Ezequiel 36:26 es hermosa: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne» (ver también 11:19). Esta misma promesa se aplica a nosotros hoy. Alabemos al Señor por tan maravilloso don.
Padre, que mi vida refleje tu bondad y que los demás vean la diferencia que un corazón nuevo ha hecho en mí.
Para empezar de nuevo, pídele a Dios un nuevo corazón.
Nuestro Pan Diario
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