Hazme
saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil
soy (v. 4).
Lectura:
Salmo 39:4-13
La
biblia en un año: Isaías 23–25; Filipenses 1
A
los 59 años de edad, un amigo mío escribió: «Si los 70 años de expectativa
de vida habitual se redujeran a un día de 24 horas, en este momento,
serían para mí las 8:30 de la noche […]. La vida pasa volando».
La
dificultad de admitir que nuestro tiempo en la Tierra es limitado motivó la
creación de un reloj de pulsera que te dice qué hora es, calcula cuánto
tiempo vas a vivir y muestra la cuenta regresiva de los días que te
quedan. Se lo publicita como el reloj «que cuenta tus días, para que hagas
que cada segundo cuente».
En
el Salmo 39, David reflexiona sobre la brevedad de la vida, diciendo: «Hazme
saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil
soy» (v. 4). Describió la extensión de su vida como menor que el ancho de su
mano, como solo un momento para Dios y como un mero suspiro (v. 5). Luego,
concluyó: «Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti» (v. 7).
El
reloj no se detiene. Este es el momento de recurrir al poder del Señor para que
nos ayude a convertirnos en la persona que quiere que seamos. Encontrar
esperanza en nuestro Dios eterno hace que hoy nuestra vida cobre sentido.
¿Estoy
desperdiciando el tiempo? ¿De qué manera hago que mis días cuenten? ¿En qué
áreas debo cambiar?
Ahora
es el momento de vivir para Jesús.
Nuestro
Pan Diario
Lluvia
milagrosa
…
yo soy Dios, y no hay otro… (Isaías 46:9).
Lectura:
1 Reyes 18:1, 41-45
La
biblia en un año: Isaías 20–22; Efesios 6
La
vida no es fácil para los aldeanos que viven en un terreno montañoso de la
provincia de Yunnan, en China. Su principal fuente de alimentos es el maíz y el
arroz. Sin embargo, en mayo de 2002, una grave sequía azotó la región y los
granos se secaban. Todos estaban preocupados; por eso, se llevaron a cabo
varias prácticas supersticiosas para intentar poner fin a la tragedia. Cuando
nada funcionó, la gente empezó a culpar a los cinco cristianos de la aldea
de ofender a los espíritus de sus antepasados.
Esos
creyentes se reunieron para orar. Poco después, el cielo se oscureció y se oyó
un trueno. Cayó una lluvia torrencial que duró hasta el día siguiente. ¡Los
granos se salvaron! Algunos de los aldeanos creyeron que Dios había enviado la
lluvia y quisieron saber más de Él y de Jesús.
En 1
Reyes 17–18, leemos sobre una tremenda sequía en Israel. Pero, en ese caso, se
nos dice que fue el resultado del juicio de Dios sobre su pueblo (17:1). El
pueblo había empezado a adorar a Baal, el dios cananeo, creyendo que
podría enviar lluvia para sus granos. A través del profeta Elías, Dios mostró
que Él es el Dios verdadero que controla las lluvias.
El
Señor todopoderoso oye nuestras oraciones y siempre responde con lo mejor para
nuestra vida.
¿Qué
necesidad tienes que presentar hoy a Dios?
Mediante
la oración, recurrimos al poder del Dios infinito.
Nuestro
Pan Diario
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NOTICIAS CRISTIANAS
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