De
oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven (Job 42:5).
Lectura:
Job 19:1-21
La
biblia en un año: Isaías 28–29; Filipenses 3
Tengo
una amiga que es una jinete experimentada, y me ha enseñado algunas cosas
interesantes sobre los caballos. Por ejemplo: a pesar de ser el mamífero
terrestre de ojos más grandes, ve poco y distingue menos colores que los
seres humanos. Por eso, a veces, le cuesta identificar objetos en el suelo.
Cuando ve un tronco, no sabe si puede saltarlo fácilmente o si es una serpiente
grande que podría lastimarlo. Entonces, si no está bien entrenado, se asusta
fácilmente y tiende a escapar.
Nosotros
también queremos huir de circunstancias alarmantes. Tal vez nos sintamos como
Job, quien malinterpretó sus problemas y deseó no haber nacido nunca. Como
no podía ver que era Satanás quien intentaba destruirlo, temía que el Señor, en
quien había confiado, fuera el causante de su situación. Abrumado, exclamó:
«Bien saben ustedes que Dios me ha derribado, y que me tiene atrapado en su
red» (Job 19:6 RVC).
Como
Job, nuestra visión también es limitada. Deseamos huir de las circunstancias
que nos atemorizan. Pero, desde la perspectiva de Dios, no estamos solos, ya
que Él comprende qué nos desconcierta y nos atemoriza. Sabe que estamos seguros
porque Él está a nuestro lado. Tenemos, entonces, la oportunidad de confiar en
su sabiduría en lugar de depender de nuestro entendimiento.
¿Dudas
de la bondad de Dios?
Confiar
en la fidelidad de Dios disipa el miedo.
Nuestro
Pan Diario
Jugar
con fuego
…
el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré… (Juan 14:21).
Lectura:
Juan 15:10-20
La
biblia en un año: Isaías 26–27; Filipenses 2
Cuando
era niño, mi mamá me advertía que no jugara con fuego. Sin embargo, un día,
decidí averiguar qué pasaba si lo hacía. Tomé una cajita de cerillas y un
papel, y fui al patio trasero para el experimento. Con el corazón latiendo
rapidísimo, me arrodillé en el suelo, encendí la cerilla y prendí fuego el
papel.
De
repente, vi que venía mi madre. Como no quería que me descubriera, cubrí las
llamas con las piernas para esconder lo que estaba haciendo. Mi mamá gritó:
«Denny, ¡mueve las piernas! ¡Estás encima del fuego!». Menos mal que las moví
lo suficientemente rápido como para no quemarme. Entonces, me di cuenta de que
la regla de mi madre sobre no jugar con fuego no era para arruinarme la
diversión, sino porque le preocupaba que me lastimara.
A
veces, no entendemos las razones que motivan los mandamientos de Dios. Quizá
pensemos que el Señor es un aguafiestas cósmico, que establece normas y
reglamentos para impedir que disfrutemos de las cosas. Sin embargo, Él nos pide
que lo obedezcamos porque quiere lo mejor para nosotros. Cuando obedecemos,
«permanecemos en su amor» y rebosamos de gozo (Juan 15:10-11).
Por
eso, cuando Dios nos advierte que no pequemos, lo hace para nuestro beneficio.
En realidad, quiere protegernos de que nos quememos al «jugar con fuego.
Padre,
que tu Espíritu nos capacite para obedecer tu Palabra. Gracias por tu protección.
Dios
nos hace advertencias en su Palabra porque nos ama y quiere protegernos...
Nuestro
Pan Diario
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