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miércoles, 7 de octubre de 2015

Visión nublada



De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven (Job 42:5).
Lectura: Job 19:1-21
La biblia en un año: Isaías 28–29; Filipenses 3
Tengo una amiga que es una jinete experimentada, y me ha enseñado algunas cosas interesantes sobre los caballos. Por ejemplo: a pesar de ser el mamífero terrestre de ojos más grandes, ve poco y distingue menos colores que los seres humanos. Por eso, a veces, le cuesta identificar objetos en el suelo. Cuando ve un tronco, no sabe si puede saltarlo fácilmente o si es una serpiente grande que podría lastimarlo. Entonces, si no está bien entrenado, se asusta fácilmente y tiende a escapar.
Nosotros también queremos huir de circunstancias alarmantes. Tal vez nos sintamos como Job, quien malinterpretó sus problemas y deseó no haber nacido nunca. Como no podía ver que era Satanás quien intentaba destruirlo, temía que el Señor, en quien había confiado, fuera el causante de su situación. Abrumado, exclamó: «Bien saben ustedes que Dios me ha derribado, y que me tiene atrapado en su red» (Job 19:6 RVC).
Como Job, nuestra visión también es limitada. Deseamos huir de las circunstancias que nos atemorizan. Pero, desde la perspectiva de Dios, no estamos solos, ya que Él comprende qué nos desconcierta y nos atemoriza. Sabe que estamos seguros porque Él está a nuestro lado. Tenemos, entonces, la oportunidad de confiar en su sabiduría en lugar de depender de nuestro entendimiento.
¿Dudas de la bondad de Dios?
Confiar en la fidelidad de Dios disipa el miedo.
Nuestro Pan Diario

Jugar con fuego
… el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré… (Juan 14:21).
Lectura: Juan 15:10-20
La biblia en un año: Isaías 26–27; Filipenses 2
Cuando era niño, mi mamá me advertía que no jugara con fuego. Sin embargo, un día, decidí averiguar qué pasaba si lo hacía. Tomé una cajita de cerillas y un papel, y fui al patio trasero para el experimento. Con el corazón latiendo rapidísimo, me arrodillé en el suelo, encendí la cerilla y prendí fuego el papel.
De repente, vi que venía mi madre. Como no quería que me descubriera, cubrí las llamas con las piernas para esconder lo que estaba haciendo. Mi mamá gritó: «Denny, ¡mueve las piernas! ¡Estás encima del fuego!». Menos mal que las moví lo suficientemente rápido como para no quemarme. Entonces, me di cuenta de que la regla de mi madre sobre no jugar con fuego no era para arruinarme la diversión, sino porque le preocupaba que me lastimara.
A veces, no entendemos las razones que motivan los mandamientos de Dios. Quizá pensemos que el Señor es un aguafiestas cósmico, que establece normas y reglamentos para impedir que disfrutemos de las cosas. Sin embargo, Él nos pide que lo obedezcamos porque quiere lo mejor para nosotros. Cuando obedecemos, «permanecemos en su amor» y rebosamos de gozo (Juan 15:10-11).
Por eso, cuando Dios nos advierte que no pequemos, lo hace para nuestro beneficio. En realidad, quiere protegernos de que nos quememos al «jugar con fuego.
Padre, que tu Espíritu nos capacite para obedecer tu Palabra. Gracias por tu protección.
Dios nos hace advertencias en su Palabra porque nos ama y quiere protegernos...
Nuestro Pan Diario
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