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domingo, 25 de octubre de 2015

Para esto, tengo a Jesús



… el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia (v. 13).
La biblia en un año: Jeremías 1–2; 1 Timoteo 3
Es raro que haya una época sin problemas en nuestra vida; pero, a veces, es aterrador cuando aparecen de repente.
Una mujer vio que toda su familia, excepto sus dos hijas pequeñas, fue asesinada durante el genocidio en Ruanda en 1994. Actualmente, es una viuda entre muchas otras, con poco dinero, pero que se niega a caer derrotada. Ha adoptado a dos huérfanos, y confía en que Dios proveerá para los gastos de comida y escuela de su familia formada por cinco personas. Traduce literatura cristiana al idioma de su país y organiza una conferencia anual para las otras viudas. Mientras me contaba su historia, lloraba; pero, para cada problema de su vida, tiene un remedio sencillo: «Para esto, tengo a Jesús».
Dios sabe perfectamente lo que estás enfrentando. Isaías nos recuerda que el Señor nos conoce tan íntimamente que es como si nuestro nombre estuviera escrito en las palmas de sus manos (Isaías 49:16). Además, nos ha dado su Espíritu para guiarnos, consolarnos y fortalecernos.
Piensa en los desafíos que enfrentas en este momento y, luego, escribe al lado de cada uno, como un recordatorio de la fidelidad y el cuidado de Dios: «Para esto, tengo a Jesús».
Señor Jesús, gracias por tu fidelidad y por estar a mi lado en este momento.
La vida adquiere perspectiva bajo la luz de Cristo.
Nuestro Pan Diario

El gozo de tu presencia
Porque grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; temible sobre todos los dioses (Salmo 96:4).
La biblia en un año: Isaías 6566; 1 Timoteo 2
«La finalidad principal del ser humano es glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre», expresa el Catecismo de Westminster. Gran parte de las Escrituras invitan a dar gracias y adorar alegremente al Dios vivo. Cuando honramos al Señor, estamos celebrando que Él es la fuente de donde fluye toda bondad.
Cuando alabamos al Señor de corazón, experimentamos esa condición gozosa para la que fuimos creados. Tal como un hermoso atardecer o un pacífico paisaje pastoral apuntan a la majestad del Creador, así también la adoración profundiza nuestra comunión espiritual con Él. El salmista declaró: «Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza []. Cercano está el Señor a todos los que le invocan» (Salmo 145:3, 18).
Dios no necesita nuestra adoración, pero nosotros necesitamos adorarlo. Al disfrutar de su presencia, bebemos del gozo de su amor infinito y nos regocijamos en Aquel que vino para redimirnos y restaurarnos. «Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre», expresó el salmista (Salmo 16:11).
Querido Señor, tú eres el Dios grande y poderoso, el Creador del universo. Alabaré siempre tu nombre. No hay otro Dios aparte de ti.
La adoración es un corazón que rebosa de alabanza a Dios.
Nuestro Pan Diario
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