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sed imitadores de mí… (v. 17).
Lectura:
Filipenses 3:17-21
La
biblia en un año: Mateo 13:31-58
Hace
muchos años, después de escribir sobre una tragedia familiar en un artículo de
Nuestro Pan Diario, recibí una carta de un lector, que decía: «Me di cuenta de
que los escritores son personas reales con problemas también reales». ¡Qué gran
verdad! Observo la lista de hombres y mujeres que escriben estos artículos y
veo cáncer, hijos descarriados, sueños incumplidos y muchas otras clases de
pérdidas. Sin duda, somos simples personas reales que escriben sobre un Dios
real que entiende nuestros problemas reales.
El
apóstol Pablo se destaca en el Salón de la Fama de Personas Reales. Tenía
problemas físicos, conflictos legales y luchas con otras personas que debía
solucionar. En semejante realidad tan complicada, estaba dejándonos un ejemplo.
En Filipenses 3:17, afirmó: «Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que
así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros».
Las
personas a nuestro alrededor que necesitan el evangelio, que necesitan a
Cristo, están buscando gente confiable que pueda guiarlas al Salvador perfecto.
Esto significa que debemos ser reales.
Señor,
tú eres la perfección, pero recibes a personas imperfectas que buscan en ti la
salvación. Ayúdanos a ser personas reales y auténticas al guiar a otros a ti.
Nuestro
Pan Diario
¡Primero
tú!
…
[Jesús] se humilló a sí mismo… (v. 8).
Lectura:
Filipenses 2:1-11
La
biblia en un año: Mateo 13:1-30
El
sherpa tibetano Nawang Gombu y el norteamericano Jim Whittaker alcanzaron la
cima del monte Everest el 1 de mayo de 1963. Cuando estaban por llegar,
ambos pensaron en el honor de ser el primero en pisar la cumbre. Whittaker
invitó a Gombu a ir adelante, pero este se negó con una sonrisa, y dijo:
«¡Primero tú, gran Jim!». Finalmente, decidieron hacerlo al mismo tiempo.
Pablo
alentó a los creyentes filipenses a demostrar esa clase de humildad: «no
mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros» (Filipenses 2:4). El egoísmo y la altanería pueden dividir a las
personas, pero la humildad las une, porque refleja la cualidad de tener «el
mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa» (v. 2).
Cuando
hay peleas o desacuerdos, podemos aplacarlos cediendo nuestro derecho a tener
la razón. La humildad nos llama a mostrar bondad y cortesía en lugar de
insistir en imponernos: «antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a [uno] mismo» (v. 3).
Ser
humildes nos ayuda a parecernos más a Jesús, quien, por nosotros, «se humilló a
sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte» (vv. 7-8). Seguir las
pisadas del Señor significa hacer lo que es mejor para los demás.
Señor,
ayúdame a reflejar tu humildad sacrificándome por los demás.
Nuestro
Pan Diario
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