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sábado, 23 de enero de 2016

Gente real y Dios real



… sed imitadores de mí… (v. 17).
La biblia en un año: Mateo 13:31-58
Hace muchos años, después de escribir sobre una tragedia familiar en un artículo de Nuestro Pan Diario, recibí una carta de un lector, que decía: «Me di cuenta de que los escritores son personas reales con problemas también reales». ¡Qué gran verdad! Observo la lista de hombres y mujeres que escriben estos artículos y veo cáncer, hijos descarriados, sueños incumplidos y muchas otras clases de pérdidas. Sin duda, somos simples personas reales que escriben sobre un Dios real que entiende nuestros problemas reales.
El apóstol Pablo se destaca en el Salón de la Fama de Personas Reales. Tenía problemas físicos, conflictos legales y luchas con otras personas que debía solucionar. En semejante realidad tan complicada, estaba dejándonos un ejemplo. En Filipenses 3:17, afirmó: «Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros».
Las personas a nuestro alrededor que necesitan el evangelio, que necesitan a Cristo, están buscando gente confiable que pueda guiarlas al Salvador perfecto. Esto significa que debemos ser reales.
Señor, tú eres la perfección, pero recibes a personas imperfectas que buscan en ti la salvación. Ayúdanos a ser personas reales y auténticas al guiar a otros a ti.
Nuestro Pan Diario

¡Primero tú!
… [Jesús] se humilló a sí mismo… (v. 8).
La biblia en un año: Mateo 13:1-30
El sherpa tibetano Nawang Gombu y el norteamericano Jim Whittaker alcanzaron la cima del monte Everest el 1 de mayo de 1963. Cuando estaban por llegar, ambos pensaron en el honor de ser el primero en pisar la cumbre. Whittaker invitó a Gombu a ir adelante, pero este se negó con una sonrisa, y dijo: «¡Primero tú, gran Jim!». Finalmente, decidieron hacerlo al mismo tiempo.
Pablo alentó a los creyentes filipenses a demostrar esa clase de humildad: «no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4). El egoísmo y la altanería pueden dividir a las personas, pero la humildad las une, porque refleja la cualidad de tener «el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa» (v. 2).
Cuando hay peleas o desacuerdos, podemos aplacarlos cediendo nuestro derecho a tener la razón. La humildad nos llama a mostrar bondad y cortesía en lugar de insistir en imponernos: «antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a [uno] mismo» (v. 3).
Ser humildes nos ayuda a parecernos más a Jesús, quien, por nosotros, «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte» (vv. 7-8). Seguir las pisadas del Señor significa hacer lo que es mejor para los demás.
Señor, ayúdame a reflejar tu humildad sacrificándome por los demás.
Nuestro Pan Diario

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