Por
Dan Thompson
Uno
de los mayores retos de ser pastor es que ¡el domingo parece llegar demasiado
rápido! Semana tras semana, uno estudia y se prepara para predicar. Y tan
pronto terminamos el sermón, es hora de prepararse para la próxima lección o
prédica. Algunas veces la gente comprende lo que dices y sientes que Dios te
está utilizando para formar vidas. Pero otras sientes que tienes muy poca
influencia sobre lo que la gente piensa o cómo viven. Son esos los días que
sientes que tus estudios y arduo trabajo no son tan importantes como pensabas.
Te agobia pensar que lo que predicaste el domingo pasado es más tu opinión que
la verdadera enseñanza de la lectura. Recuerdas las advertencias de la Biblia
sobre el juicio más severo que recibirán los que enseñan y ¡comienzas a dudar
si vale la pena el riesgo! ¿Qué te motiva a continuar? ¿Cuáles son los
incentivos para continuar tus estudios bíblicos y prepararte a predicar y
cuidar de tu rebaño?
Escribo
como un colega pastor. Entiendo la desilusión que a veces causa ser la guía de
una congregación cristiana, y también he sentido gozo al ver vidas
transformadas por la gracia del Evangelio. Si no estuviera absolutamente
convencido de que lo que enseño es la verdad que la gente necesita entender, y
si no estuviera convencido de la transformación que representa “la
renovación del entendimiento” (Romanos 12:1-2), tendría que darme por
vencido. He sido pastor por 28 años y he visto lo mejor y lo peor. Pero amo la
labor de pastorear y el estudio semanal de la Palabra de Dios que me prepara
para predicar y enseñar. Y no puedo imaginar hacer otro trabajo. ¿Qué otra
labor puede llamarnos tan fuertemente a crecer en gracia de Dios, a buscar un
mayor entendimiento de su gran amor, con la misma intensidad que un pastor
experimenta la responsabilidad semanal de estudiar y prepararse para el
ministerio de la Palabra de Dios?
Cada
semana me enfrento a una batalla. Estoy peleando por los corazones y mentes de
hombres y mujeres, y mi arma es la Biblia “porque las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas” (2Cor. 10:4). Para utilizar esa arma con destreza debo
convertirme en un pastor-teólogo – un continuo estudiante de la Escritura. “Procura
con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Tim. 2:15). Como
pastor de la gente de Dios, mi llamado es proteger el rebaño de los lobos
hambrientos y alimentarlos con la verdad reconfortante de la Palabra de Dios. “Por
tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la
cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de
vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para
arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres
años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.”
(Hechos 20:28-31). ¡Lo que enseñamos en la Iglesia importa! Y es tan fácil
confundir la verdad. Pero el mensaje del Evangelio es definitivo. Las verdades
que vemos allí no son negociables, y tenemos que proclamarlas clara y
contundentemente. “Por esta causa te dejé en Creta, para que
corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo
te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos
creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es
necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio,
no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño
de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para
que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.”
(Tito 1:5-9).
Las
palabras teología y doctrina no le interesan a mucha gente de nuestra
generación. Para ellos, “teología” suena seca y anticuada. Un hombre de mi
iglesia dijo recientemente: “Supuestamente somos el rebaño de ovejas. Pero las
ovejas no son animales inteligentes. No nos des doctrina; solo háblanos de
Jesús y dinos qué tenemos que hacer”. El quería que yo dirigiera mis
enseñanzas y prédicas a sus emociones: “danos historias que nos conmueven, y
dinos cómo debemos vivir”, me dijo. Yo creo que la Biblia instruye a los
cristianos sobre cómo se deben comportar, y también creo que la alabanza debe
mover nuestros corazones, pero hay que recordar que existe un contenido
intelectual en el evangelio que las personas necesitan comprender. La verdad
del Evangelio es lo que debe conmover nuestros corazones y emociones. La
maravilla del amor de Dios hacia nosotros es lo que debe movernos a responderle
y obedecerle. Descubrir lo que somos en Cristo (como dice Romanos 5) es lo que
debe motivarnos a tener una vida cristiana. Sin esta base de la verdad del
Evangelio, podríamos estimular sentimientos, pero no podríamos cambiar
personas. Estos sentimientos se desvanecen y tendríamos que buscar nuevas formas
de inspirar nuestra grey otra vez. Sin un entendimiento profundo de nuestra
unión con Cristo por la gracia de Dios (Romanos 6) o la confianza en saber que
hemos sido adoptados como hijos de Dios para cambiar nuestros corazones
(Romanos 8), la gente podría tratar de hacer bien, pero no van a experimentar
una verdadera transformación del Espíritu. El patrón que usa la Biblia para
conmovernos y transformarnos es a través de la mente—cuando entendemos la
verdad bíblica, nuestros corazones responden a Dios en obediencia. “Así
que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios (descritas por
Pablo en Romanos), que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1).
La alabanza, en este sentido, es vivir para glorificar a Dios y con
agradecimiento por su gracia en Cristo. “No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
(Romanos 12:2). Un nuevo entendimiento de la Palabra de Dios nos motiva a
cambiar, nos ayuda a comprender y amar lo que Dios nos pide.
Si
yo quiero que alguien experimente el tipo de transformación que Pablo describe
en Romanos 12:1-2, tengo que asegurarme que escuchen y entiendan la verdad
sobre la merced que Pablo describe en Romanos 1-11. Esos capítulos están
llenos de doctrina. Pablo le habla a los cristianos en Roma (ver Romanos 1:7-8
– el asume que ya eran cristianos). ¿Qué deben escuchar estas personas si
quieren acercarse más a Cristo? ¡Tienen que escuchar el Evangelio! En los
primeros once capítulos de Romanos, Pablo predica la verdad, el mensaje que
llevó a todos como apóstol de Jesucristo. El no se limitó a los temas fáciles
ni se cuidó de no ofender a nadie (incluyendo las verdades sobre sus pecados,
su incapacidad de reconciliarse con Dios por sus propios esfuerzos, la lucha
continua contra el pecado que los llevaría a depender más de la gracia de
Cristo, etc.). El es claro en que Dios es justo y rápido en perdonar a los
pecadores. Pablo pensaba que la gente necesita entender estas verdades
fundamentales. Necesitaban escuchar sana doctrina.
Predicar
sana doctrina no significa aburrir a la congregación con datos insignificantes.
Lo importante es mantener la profunda verdad de la Palabra de Dios. Cuando uso
la palabra teólogo, no estoy sugiriendo que nuestras enseñanzas sean
abstractas, difíciles, técnicas o aburridas. Simplemente debemos enseñar lo que
Dios ha dicho de sí mismo y lo cierto y verdadero sobre la vida y la muerte. La
teología es el estudio de Dios y su auto-revelación en la Biblia.
Cuando
comencé mi trabajo pastoral, decidí que iba a predicar los libros de la Biblia
sistemáticamente. Tenía dos razones para hacerlo: (1) Es difícil elegir un tema
diferente cada semana. Era lógico para mí hablar de una parte de la Biblia y
continuar la semana siguiente. Cada pasaje tendría un tema, pero yo no tenía
que elegir el tema. La Biblia escogía por mí, y yo sabía con antelación cuáles
eran los próximos temas que tenía que estudiar. (2) Yo no iba a poder
escaparme de los temas más difíciles de la Biblia. Ellos vendrían a mí y yo
tendría que poner de mi tiempo y esfuerzo para estudiarlos. Gracias a esto
crecí como teólogo, buscando un mejor entendimiento de la relación entre
las diferentes partes de la Biblia. Cuando nos enfrentamos a conceptos
complicados como predestinación y elección, tenemos que pensar en su
significado. Entonces nos preguntamos ¿cómo se relaciona esta lectura a otras
del mismo tema? ¿Cómo me afecta esta verdad? ¿Cómo puedo ponerla en práctica en
mi vida?
Pablo
dice, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim.
3:16-17). Mis congregantes necesitan entender todo lo que Dios ha dicho,
ya sea fácil o difícil. Yo necesito entender estas cosas si quiero crecer en mi
relación con Dios. Mis hijos necesitan debatir las verdades presentadas en la
Escritura. Yo tengo que ser un estudiante fiel, y tengo que estar dispuesto a
crecer como teólogo, como estudiante de las cosas de Dios.
Un
pastor debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada,
para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que
contradicen. Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y
engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar
la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que
no conviene.” (Tito 1:9-11). Una enseñanza incompleta, que no esté a la
par con la enseñanza de la Biblia va a hacer más daño que bien—y no quiero ser
yo el que desvíe a mi rebaño con mis enseñanzas erradas. Tengo que dedicarme a
ser lo más correcto posible en mis prédicas y enseñanzas. Mi congregación
necesita más que opiniones personales y ánimo. ¡Necesitan la verdad!
¿Cómo
puedo distinguir entre sana doctrina y opiniones contradictorias?
Afortunadamente, no soy el primer pastor que predica sobre la Biblia. Tengo a
mi disposición sermones, comentarios, y libros que han sido escritos sobre
cualquier libro de la Biblia que yo necesite usar. No hay mejor manera de
aprender que verte obligado a descifrar una respuesta a un problema difícil. Me
siento muy motivado a estudiar cuando necesito contestar algún asunto que surja
en mi iglesia o si escucho comentarios sobre alguna enseñanza que considero
errónea. En esas situaciones, busco respuestas y al final me beneficio yo
también. Nadie puede alegar que sabe todo sobre Dios y sobre vivir
cristianamente. Para que desarrollemos nuestro entendimiento tenemos que
combinar nuestras experiencias con la búsqueda por un conocimiento más
profundo. Las respuestas las hay (aunque yo no entienda todo lo que Dios hace,
tengo buenas razones para confiar en que Dios es bueno). Los pastores tenemos
el privilegio de aprender y buscar respuestas para ayudar a nuestros hermanos a
enfrentarse a situaciones difíciles.
A
veces estudio los comentarios hechos sobre algún pasaje bíblico y se me ocurren
ideas que nadie ha expresado (por lo menos no veo las mismas conclusiones a las
que yo he llegado). He aprendido a no confiar en mis conceptos sobre un pasaje.
Si nadie ha llegado a las mismas conclusiones en sus estudios, ¿será que soy el
primero en la historia que verdaderamente entiende lo que los autores de la
Biblia querían decir? No lo creo. En esas situaciones actúo con sumo cuidado.
Si me siento verdaderamente convencido de que lo que he entendido es lo más
lógico, le digo a mi congregación, pero con la salvedad de que no estoy seguro
si entendí el significado de la lectura. Creo que mi congregación aprecia ese
tipo de honestidad. Cuando comparto con ellos mi lucha por el entendimiento,
aprenden que ellos también pueden estudiar la Biblia Yo no soy el único
“experto” que deben escuchar. Quiero que escuchen la voz de Dios en la
Escritura y que confíen que Dios los va a guiar a ellos también a lograr ese
entendimiento.
La
oración es vital en el estudio de la teología. Yo puedo y debo confiar en que
el Espíritu Divino me guiará a comprender su Palabra. No solo necesito a Dios
los domingos cuando estoy predicando; lo necesito toda la semana mientras
estudio. Reconozco cuan desesperadamente necesito que Dios me brinde
entendimiento y le digo: “Dios, no entiendo lo que esto significa. Tú nos has
prometido que el Espíritu nos guiará hacia la verdad. Ayúdame a entender lo que
esto significa y su contexto bíblico. Abre mis ojos hacia los mensajes maravillosos
de tu Palabra. Bríndame el gozo de la verdad.”
Utiliza,
amigo pastor, todos los recursos disponibles, pero pídele al Espíritu que te
guíe. Pídele a Dios que trabaje a través de tus sermones, pero también que El
sea la voz en el estudio de Su palabra.
Si
la teología es simplemente el estudio de Dios, entonces podemos decir que la
teología es vida. No existe en la vida nada más importante que conocer a Dios.
No existe búsqueda más importante que desarrollar nuestro conocimiento sobre
Dios. “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor
y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad.”
(2 Pedro 3:18). Este es el llamado del pastor: “Retén la forma
de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo
Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en
nosotros (2 Timoteo 1:13-14). El resultado práctico es que como pastor
quedarás protegido de las modas pasajeras de la Iglesia, de tangentes insignificantes,
y de ideas confusas que pueden afectar la Iglesia. “Si esto enseñas a los
hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la
fe y de la buena doctrina que has seguido. Desecha las
fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad (1 Timoteo
4:6-7).
Siempre
se enfrentarán a la Iglesia nuevos movimientos y maneras de enseñar, ideas
populares para animar al pueblo y buscar audiencias. Siempre existirán los que
se resisten ante la doctrina de la Iglesia. En la iglesia habrá algunos que te
pidan que prediques como predican los demás, los supuestamente conocidos que
pueden atraer grandes multitudes. Pero el llamado del pastor no es atraer las
masas. Hemos sido llamados a ser fieles en la proclamación de la Palabra de
Dios, tenemos que aferrarnos a ese mensaje y a enseñar a los nuestros a
comprender la verdad del evangelio. “Esto manda y enseña. Ninguno
tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra,
conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la
lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti,
que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del
presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu
aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la
doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a
los que te oyeren”. (1 Timoteo 4:11-16).
Este
es el llamado del pastor como teólogo. El mensaje del evangelio es inspirado por
Dios; es razonable y conmovedor. Y es la responsabilidad y privilegio del
pastor, el dedicarse a expandir el entendimiento de la verdad que Dios nos da
en su Palabra.
Continuará mañana...
Fuente:
Logoi ministry.
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