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jueves, 25 de febrero de 2016

Mirar hacia delante


… Simeón [… era] justo y piadoso, […] y el Espíritu Santo estaba sobre él ( v. 25 ).
Lectura: Lucas 2:21-35
La biblia en un año: Marcos 5:1-20
Cuando el gran pintor holandés Rembrandt murió inesperadamente a los 63 años de edad, encontraron una pintura sin terminar en su atril. Se trata de la emoción de Simeón al sostener al bebé Jesús en el templo de Jerusalén, cuarenta días después de su nacimiento. Sin embargo, el fondo y los detalles quedaron inconclusos. Algunos expertos creen que Rembrandt sabía que se acercaba al fin de su vida y, como Simeón, estaba listo para que el Señor lo despidiera (Lucas 2:29).
El Espíritu Santo estaba sobre Simeón (v. 25), así que no fue una coincidencia que estuviera en el templo cuando María y José presentaron a su primogénito a Dios. Simeón, que había estado esperando al Mesías prometido, tomó al bebé en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel» (vv. 29-32).
Simeón no anhelaba los días gloriosos de la historia de Israel, sino que miraba hacia delante al Mesías prometido, que vendría a redimir a las naciones.
Al igual que Simeón, podemos tener una mirada expectante en la vida, porque sabemos que, un día, veremos al Señor.
Que, como Simeón, podamos mirar hacia delante a la venida del Señor.
Nuestro Pan Diario

Una vista mejor
… no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura (v. 3 ).
Lectura: Lucas 19:1-10
La biblia en un año: Marcos 4:21-41
Cuando era pequeña, me encantaba trepar a los árboles. Cuanto más alto subía, más podía ver. De vez en cuando, en busca de una mejor vista, iba avanzando por alguna rama hasta que sentía que empezaba a doblarse. Por supuesto, mis días de trepar árboles pasaron. Supongo que no es demasiado seguro… o decoroso.
Zaqueo, un hombre rico, dejó de lado su dignidad al trepar a un árbol en Jericó. Jesús pasaba por la ciudad, y él quería verlo. Sin embargo, «no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura» (Lucas 19:3). Felizmente, eso no le impidió ver al Señor, e incluso, hablar con Él. ¡Su plan funcionó! Y, cuando se encontró con Él, su vida cambió para siempre. «Hoy ha venido la salvación a esta casa», dijo el Señor (v. 9).
Nosotros también podemos tener impedimentos para ver a Jesús. El orgullo puede evitar que lo veamos como el admirable Consejero. La ansiedad no nos deja conocerlo como el Príncipe de Paz (Isaías 9:6). El hambre de poder y de cosas materiales puede evitar que lo veamos como la verdadera fuente de satisfacción, el Pan de Vida (Juan 6:48).
¿Qué estás dispuesto a hacer para ver mejor a Jesús? Cualquier esfuerzo sincero por acercarte a Él dará su fruto. Dios recompensa a los que lo buscan de corazón (Hebreos 11:6).
Jesús, ayúdame a verte al buscarte de todo corazón.
Nuestro Pan Diario
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