Estad quietos, y conoced que yo soy Dios… ( v. 10 ).
Lectura: Salmo 46
La biblia en un año: Marcos 4:1-20
Hace años, respondía a las pocas semanas las cartas
que recibía. Después, llegó la máquina de fax, y todos parecían contentarse con
recibir una respuesta a los dos días. Hoy, con el email, los mensajes
instantáneos y los teléfonos celulares, ¡la gente espera que responda el
mismo día!
«Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». En este
conocido versículo del Salmo 46, leo dos mandamientos de igual importancia. En
primer lugar, debemos permanecer quietos, algo contra lo cual conspira la vida
moderna. En este mundo frenético, es difícil encontrar siquiera unos momentos
de quietud. Y esta quietud nos prepara para el segundo mandamiento: «conoced que
yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra».
En medio de un mundo que conspira para suprimir a Dios, ¿cómo aparto tiempo
para permitir que el Señor nutra mi vida interior?
Patricia Hampl escribe: «La oración es el hábito de la
atención aplicado a todo». Ah… un hábito de atención. Estad quietos y conoced.
El primer paso para orar es reconocer o «conocer» que Dios es Dios. Y, en esa
atención, todo lo demás se coloca en su lugar. La oración nos permite
admitir nuestras fallas, debilidades y limitaciones frente a Aquel que responde
con infinita misericordia a la vulnerabilidad humana.
Señor, nutre mi alma mientras estoy en oración.
Nuestro Pan Diario
La vista desde la
montaña
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de arriba ( Colosenses 3:1).
Lectura: Filipenses 4:8-13
La biblia en un año: Marcos 3
El valle donde vivo puede ser muy frío en invierno.
Las nubes y la niebla cubren el suelo como un manto, atrapando el aire helado
bajo capas más cálidas. Sin embargo, se puede ir más arriba . Allí cerca, hay
una carretera que sube a una montaña de 2.300 metros que se eleva desde nuestro
valle. A los pocos minutos de conducir, sales de la niebla y emerges a la
calidez y el resplandor de un día de sol. Puedes mirar hacia abajo y ver las
nubes que envuelven el valle, y observarlo desde un punto de vista diferente.
La vida es así a veces. Las circunstancias parecen
rodearnos con una neblina que el sol no puede penetrar. Sin embargo, la fe es
la manera de elevarse por encima del valle; el medio por el cual
«[buscamos] las cosas de arriba» (Colosenses 3:1). Al hacerlo, el Señor nos
permite elevarnos por encima de las circunstancias y encontrar valentía y
tranquilidad. Como escribió el apóstol Pablo: «he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11).
Podemos salir de la tristeza y las penumbras;
sentarnos en la ladera de la montaña y, mediante Cristo que nos fortalece (v.
13), obtener una nueva perspectiva.
Aunque no siempre puedo verte, Señor, descanso en tu
amor por mí.
Nuestro Pan Diario
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