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viernes, 26 de febrero de 2016

Quédate quieto




Estad quietos, y conoced que yo soy Dios… ( v. 10 ).
Lectura: Salmo 46
La biblia en un año: Marcos 4:1-20
Hace años, respondía a las pocas semanas las cartas que recibía. Después, llegó la máquina de fax, y todos parecían contentarse con recibir una respuesta a los dos días. Hoy, con el email, los mensajes instantáneos y los teléfonos celulares, ¡la gente espera que responda el mismo día!
«Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». En este conocido versículo del Salmo 46, leo dos mandamientos de igual importancia. En primer lugar, debemos permanecer quietos, algo contra lo cual conspira la vida moderna. En este mundo frenético, es difícil encontrar siquiera unos momentos de quietud. Y esta quietud nos prepara para el segundo mandamiento: «conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra». En medio de un mundo que conspira para suprimir a Dios, ¿cómo aparto tiempo para permitir que el Señor nutra mi vida interior?
Patricia Hampl escribe: «La oración es el hábito de la atención aplicado a todo». Ah… un hábito de atención. Estad quietos y conoced. El primer paso para orar es reconocer o «conocer» que Dios es Dios. Y, en esa atención, todo lo demás se coloca en su lugar. La oración nos permite admitir nuestras fallas, debilidades y limitaciones frente a Aquel que responde con infinita misericordia a la vulnerabilidad humana.
Señor, nutre mi alma mientras estoy en oración.
Nuestro Pan Diario

La vista desde la montaña
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba ( Colosenses 3:1).
La biblia en un año: Marcos 3
El valle donde vivo puede ser muy frío en invierno. Las nubes y la niebla cubren el suelo como un manto, atrapando el aire helado bajo capas más cálidas. Sin embargo, se puede ir más arriba . Allí cerca, hay una carretera que sube a una montaña de 2.300 metros que se eleva desde nuestro valle. A los pocos minutos de conducir, sales de la niebla y emerges a la calidez y el resplandor de un día de sol. Puedes mirar hacia abajo y ver las nubes que envuelven el valle, y observarlo desde un punto de vista diferente.
La vida es así a veces. Las circunstancias parecen rodearnos con una neblina que el sol no puede penetrar. Sin embargo, la fe es la manera de elevarse por encima del valle; el medio por el cual «[buscamos] las cosas de arriba» (Colosenses 3:1). Al hacerlo, el Señor nos permite elevarnos por encima de las circunstancias y encontrar valentía y tranquilidad. Como escribió el apóstol Pablo: «he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11).
Podemos salir de la tristeza y las penumbras; sentarnos en la ladera de la montaña y, mediante Cristo que nos fortalece (v. 13), obtener una nueva perspectiva.
Aunque no siempre puedo verte, Señor, descanso en tu amor por mí.
Nuestro Pan Diario
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