[Busca
la inteligencia y el entendimiento] como si fueran plata, como si fueran
tesoros escondidos ( v. 4 ).
Lectura:
Proverbios 2:1-5
La
biblia en un año: Mateo 22:23-46
Mi
esposo y yo leemos de maneras diferentes. Como el inglés no es su idioma
materno, suele leer lentamente, palabra por palabra. Yo muchas veces leo
rápidamente, como al pasar. Pero él retiene más que yo. Con facilidad, puede
citar algo que leyó hace una semana, mientras que yo olvido lo que leí segundos
después de quitar la mirada de la pantalla o el libro.
Además,
cuando leo la Biblia, me cuesta romper el hábito de leer superficialmente… y no
me pasa solo con las genealogías. Me veo tentada a pasar por alto pasajes
conocidos, historias que escucho desde que era niña o un salmo que es parte de
una canción familiar.
Proverbios
2 nos alienta a esforzarnos por conocer mejor a Dios cultivando un corazón
atento. Cuando leemos la Biblia con detenimiento y nos dedicamos a memorizarla,
absorbemos más sus verdades (vv. 1-2). A veces, leer en voz alta nos ayuda a
escuchar y entender mejor la sabiduría de Dios. Y cuando oramos con las
palabras de la Escritura y le pedimos a Dios «inteligencia y prudencia»
(v. 3), disfrutamos de una conversación con el Autor.
Llegamos
a conocer a Dios y su sabiduría cuando indagamos con todo el corazón. Y
hallamos entendimiento cuando lo buscamos como si fuera un tesoro escondido.
Señor,
ayúdame a ir más despacio y escuchar lo que quieres enseñarme en tu Palabra.
Nuestro
Pan Diario
Entrenamiento
para la vida
…
golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que […] venga a ser
eliminado (v. 27).
Lectura:
1 Corintios 9:24-27
La
biblia en un año: Éxodo 31–33;Mateo 22:1-22
Hace
poco, conocí a una mujer que ha llevado su cuerpo y su mente al límite. Escaló
montañas, enfrentó la muerte y hasta rompió un récord mundial de Guinness.
Ahora, tiene un desafío diferente: criar a un hijo con necesidades especiales,
y derrama en la maternidad el valor y la fe que demostró al escalar montañas.
En 1
Corintios, el apóstol Pablo habla de alguien que compite en una carrera.
Después de exhortar a una iglesia obsesionada con sus derechos a considerar a
los demás (cap. 8), explica cómo los desafíos del amor y el sacrificio personal
se parecen a una maratón de resistencia (cap. 9). Como seguidores de Jesús,
debemos renunciar a nuestros derechos en obediencia a Él.
Así
como los atletas entrenan su cuerpo para obtener una medalla, nosotros también
capacitamos nuestro cuerpo y mente para florecer. Cuando le pedimos al
Espíritu Santo que nos transforme, momento a momento, dejamos atrás nuestra
antigua forma de ser. Con el poder de Dios, evitamos las palabras crueles.
Dejamos de lado los aparatos electrónicos y les prestamos atención a nuestros
amigos. No sentimos la necesidad de tener la última palabra.
Mientras
nos entrenamos para correr en el Espíritu de Cristo, ¿en qué querrá formarnos
hoy Dios?
Señor,
no quiero
exigir mis derechos, sino entrenarme para ganar el premio eterno.
El
entrenamiento lleva a la transformación.
Nuestro
Pan Diario
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