… Pregunta a tu
padre, y él te declarará… (Deuteronomio 32:7).
Lectura: Salmo 145:1-13
La biblia en un año: Marcos 8:22-38
Muchas familias tienen
recetas secretas; una forma especial de preparar una comida que la hace
particularmente sabrosa. Los hakkas, mi etnia china, tenemos un plato
tradicional llamado «cuentas de ábaco», por su parecido con dichas cuentas. ¡No
puedes dejar de probarlo!
Por supuesto, mi
abuela tenía la mejor receta. Cada vez que celebrábamos el año nuevo, nos
decíamos: «Deberíamos aprender a preparar esto»; pero nunca le pedíamos a la
abuela que nos enseñara. Ahora, ella ya no está, y su receta secreta se fue con
ella.
Aunque lamentamos no
tener a la abuela ni su receta, algo mucho peor sería no conservar el legado de
fe que ella nos dejó. Dios espera que cada generación comparta con la siguiente
sus poderosas obras. «Generación a generación celebrará tus obras» (Salmo 145:4),
expresó el salmista, haciendo eco de las instrucciones de Moisés: «Acuérdate de
los tiempos antiguos […]; pregunta a tu padre, y él te declarará; a
tus ancianos, y ellos te dirán» (Deuteronomio 32:7).
Al compartir nuestras
historias de cómo fuimos salvos y de la ayuda del Señor para enfrentar los
desafíos, nos alentamos unos a otros y lo honramos a Él. Su propósito es que
disfrutemos de la familia y la comunidad, y que nos ayudemos mutuamente.
Señor, que escuchemos
a nuestros mayores y testifiquemos a nuestros hijos.
Nuestro Pan Diario
Leones al acecho
… con nosotros está
el Señor; no los temáis (v. 9).
Lectura: Números 14:1-9
La biblia en un año: Marcos 8:1-21
Cuando era niño, mi
papá nos «asustaba» escondiéndose detrás de un arbusto y rugiendo como un león.
Aunque en aquella época vivíamos en la zona rural de Ghana, era casi imposible
que un león se acercara a la casa. Con mi hermano, nos reíamos y corríamos
hacia el ruido, felices de poder jugar con papá.
Un día, una amiga
vino a visitarnos. Mientras jugábamos, oímos el conocido rugido. Pero ella,
asustada, gritó y salió corriendo. Lo cómico fue que, aunque nosotros sabíamos
que el «peligro» era un león imaginario, salimos corriendo con ella. Mi papá se
sintió muy mal, y nosotros aprendimos que el pánico de los demás no debe
afectarnos.
Josué y Caleb son un
ejemplo de personas que no se inmutaron ante el pánico de otros. Cuando Moisés
los envió a reconocer la tierra prometida, los otros diez espías solo vieron
los obstáculos y desanimaron a toda la nación (Números 13:27-33). Aunque el
pánico comenzó a afectarlos (14:1-4), solo Josué y Caleb evaluaron
correctamente la situación (vv. 6-9) porque confiaban en su Padre Dios.
Algunos «leones» son
un verdadero peligro; otros son imaginarios. De todos modos, como seguidores de
Cristo, nuestra confianza está en Aquel cuya voz y obras conocemos.
Señor, ayúdanos a
diferenciar los peligros y las amenazas, y que la fe quite nuestros miedos.
Nuestro Pan Diario
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