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lunes, 28 de marzo de 2016

Obituario de dos palabras



… Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó… (v. 34).
Lectura: Romanos 8:28-39
La biblia en un año: Lucas 2:25-52
Antes de que Stig Kernell muriera, le dijo a la empresa fúnebre local que no quería un obituario tradicional. Este sueco, en cambio, indicó que solo publicaran una nota de dos palabras sobre su fallecimiento: «Estoy muerto». Entonces, cuando murió a los 92 años, eso fue lo que pusieron. La osadía y la sencillez de este aviso poco común captaron la atención de periódicos en todo el mundo. Con un giro extraño, la curiosidad internacional por el obituario de dos palabras de este hombre atrajo más atención sobre su muerte de lo que cabría esperar.
Cuando Jesús fue crucificado, su obituario podría haber dicho: «Está muerto». Sin embargo, tres días después, habrían cambiado el título de la noticia de primera plana: «¡Ha resucitado!». Gran parte del Nuevo Testamento está dedicada a proclamar y explicar los resultados de la resurrección de Cristo: «Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? […]. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:34-37).
El obituario de Jesús se ha transformado en un himno eterno de alabanza a nuestro Salvador: «¡Ha resucitado!».
Señor, que vivamos diariamente a la luz de tu resurrección.
Nuestro Pan Diario

Prensa de aceitunas
Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní… (v. 32).
Lectura: Marcos 14:32-39
La biblia en un año: Lucas 2:1-24
Si visitas la aldea de Capernaum, junto al Mar de Galilea, verás muestras de antiguas prensas de aceitunas. Hechas de roca de basalto, tienen dos partes: una base y una rueda para moler. La base es grande, redonda y con una depresión circular. Las aceitunas se colocaban en esa depresión y se hacía girar la rueda, también hecha de roca pesada, para machacarlas y extraer el aceite.
La noche antes de su muerte, Jesús fue al monte de los Olivos, frente a la ciudad de Jerusalén. Allí, en el huerto de Getsemaní, clamó al Padre, sabiendo lo que le esperaba.
Getsemaní significa «lugar de la prensa de aceitunas», lo cual describe perfectamente esas primeras horas aplastantes del sufrimiento de Cristo a nuestro favor: «Y estando en agonía, oraba […]; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra (Lucas 22:44).
Jesucristo sufrió y murió para quitar «el pecado del mundo» (Juan 1:29) y restaurar nuestra comunión con el Padre. «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores […]. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:4-5).
Nuestros corazones rebosan de gratitud y adoración.
Padre, ayúdame a apreciar la profundidad del amor de Cristo por mí.
Nuestro Pan Diario
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