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lunes, 9 de enero de 2017

Alguien por quien celebrar



Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor (Salmo 95:6).
Lectura: Mateo 2:1-12
La Biblia en un año: Mateo 5:27-48
Muchas escenas del pesebre muestran a los magos de oriente visitando a Jesús en Belén al mismo tiempo que los pastores. Sin embargo, según el Evangelio de Mateo, el único lugar de la Escritura donde se encuentra esta historia, los magos llegaron más tarde. Jesús ya no estaba en el pesebre del establo de una posada, sino en una casa. Mateo 2:11 nos dice: «Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra».
Darse cuenta de que la visita de los magos ocurrió más tarde de lo que se piensa constituye un recordatorio útil al comenzar un nuevo año. Jesús es digno de ser adorado siempre. Una vez que las fiestas han terminado y volvemos a las rutinas diarias, seguimos teniendo a Alguien por quien celebrar.
Jesucristo es Emanuel, «Dios con nosotros» (Mateo 1:23), en todas las épocas del año. Él prometió estar con nosotros «siempre» (28:20). Entonces, como siempre está con nosotros, podemos adorarlo en nuestro corazón todos los días y confiar en que seguirá mostrándonos su fidelidad durante los años que están por delante. Así como los magos lo buscaron, que nosotros también lo hagamos y lo adoremos dondequiera que estemos.
— jb
Señor Jesús, te adoro y te entrego mi vida para hacer tu voluntad.
Cuando encontramos a Cristo, le ofrecemos nuestra adoración.

El tarro de gratitud
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida… (v. 6).
Lectura: Salmo 23
La Biblia en un año: Mateo 1
Susi quería madurar espiritualmente y ser más agradecida; entonces, empezó lo que llamó «el tarro de gratitud». Cada noche, escribía algo por lo que estaba agradecida a Dios y lo ponía en el tarro. A veces, tenía muchos motivos para alabar, pero en jornadas difíciles, luchaba por encontrar alguno. A fin de año, vació el tarro y leyó todas las notas. De pronto, vio que estaba dando gracias a Dios por todo lo que Él había hecho; cosas sencillas, como un hermoso atardecer o una noche fresca para salir a caminar, y otras situaciones en que había provisto su gracia para enfrentar una dificultad o había contestado una oración.
Su descubrimiento me recuerda la experiencia del salmista David (Salmo 23). Dios lo renovó en «delicados pastos” y «aguas de reposo» (vv. 2-3); lo guió, protegió y consoló (vv. 3-4). Entonces, concluyó: «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida» (v. 6).
Este año, voy a hacer un tarro de gratitud. Quizá te gustaría hacer lo mismo. Estoy segura de que tendremos muchas razones para dar gracias a Dios: los amigos y los familiares que nos regala, y su provisión para nuestras necesidades físicas, espirituales y emocionales. Veremos que el bien y la misericordia del Señor nos siguen todos los días.
Señor, gracias por amarme.
Cuando pienses en todo lo bueno, da gracias a Dios.
Nuestro Pan Diario
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