Venid,
adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor (Salmo
95:6).
Lectura:
Mateo 2:1-12
La
Biblia en un año: Mateo 5:27-48
Muchas
escenas del pesebre muestran a los magos de oriente visitando a Jesús en Belén
al mismo tiempo que los pastores. Sin embargo, según el Evangelio de Mateo, el
único lugar de la Escritura donde se encuentra esta historia, los magos
llegaron más tarde. Jesús ya no estaba en el pesebre del establo de una posada,
sino en una casa. Mateo 2:11 nos dice: «Y al entrar en la casa, vieron al niño
con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le
ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra».
Darse
cuenta de que la visita de los magos ocurrió más tarde de lo que se piensa
constituye un recordatorio útil al comenzar un nuevo año. Jesús es digno de ser
adorado siempre. Una vez que las fiestas han terminado y volvemos a las rutinas
diarias, seguimos teniendo a Alguien por quien celebrar.
Jesucristo
es Emanuel, «Dios con nosotros» (Mateo 1:23), en todas las épocas del año. Él
prometió estar con nosotros «siempre» (28:20). Entonces, como siempre está con
nosotros, podemos adorarlo en nuestro corazón todos los días y confiar en
que seguirá mostrándonos su fidelidad durante los años que están por
delante. Así como los magos lo buscaron, que nosotros también lo hagamos y
lo adoremos dondequiera que estemos.
— jb
Señor
Jesús, te adoro y te entrego mi vida para hacer tu voluntad.
Cuando
encontramos a Cristo, le ofrecemos nuestra adoración.
El
tarro de gratitud
Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida… (v. 6).
Lectura:
Salmo 23
La
Biblia en un año: Mateo 1
Susi
quería madurar espiritualmente y ser más agradecida; entonces, empezó lo que
llamó «el tarro de gratitud». Cada noche, escribía algo por lo que estaba
agradecida a Dios y lo ponía en el tarro. A veces, tenía muchos motivos
para alabar, pero en jornadas difíciles, luchaba por encontrar alguno. A fin de
año, vació el tarro y leyó todas las notas. De pronto, vio que estaba dando
gracias a Dios por todo lo que Él había hecho; cosas sencillas, como un hermoso
atardecer o una noche fresca para salir a caminar, y otras situaciones en que
había provisto su gracia para enfrentar una dificultad o había
contestado una oración.
Su
descubrimiento me recuerda la experiencia del salmista David (Salmo 23). Dios
lo renovó en «delicados pastos” y «aguas de reposo» (vv. 2-3); lo guió,
protegió y consoló (vv. 3-4). Entonces, concluyó: «Ciertamente el bien y la
misericordia me seguirán todos los días de mi vida» (v. 6).
Este
año, voy a hacer un tarro de gratitud. Quizá te gustaría hacer lo mismo. Estoy
segura de que tendremos muchas razones para dar gracias a Dios: los amigos y
los familiares que nos regala, y su provisión para nuestras necesidades
físicas, espirituales y emocionales. Veremos que el bien y la misericordia del
Señor nos siguen todos los días.
Señor,
gracias por amarme.
Cuando
pienses en todo lo bueno, da gracias a Dios.
Nuestro
Pan Diario
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