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jueves, 5 de enero de 2017

Escuchar a Dios



Mas el Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (v. 9).
Lectura: Génesis 3:8-17
La Biblia en un año: Mateo 5:1-26
A mi hijo le encanta escucharme hablar, excepto cuando lo llamo con firmeza y en voz alta, y pregunto: «¿Dónde estás?». En esos casos, por lo general, lo estoy llamando porque se metió en algún lío y está tratando de esconderse. En realidad, mi intención es que mi hijo escuche mi voz porque me preocupo por su bienestar y no quiero que se haga daño.
Adán y Eva estaban acostumbrados a escuchar la voz de Dios en el huerto de Edén. Sin embargo, después de desobedecerlo al comer del fruto prohibido, se escondieron; pero oyeron que Él llamaba: «¿Dónde estás tú?» (Génesis 3:9). No querían enfrentarse a Dios porque sabían que habían hecho algo malo; algo que Él les había dicho que no hicieran (v. 11).
Cuando Dios llamó a Adán y Eva y los encontró en el huerto, sin duda, sus palabras incluían una disciplina y sus consecuencias (vv. 13-19). No obstante, Él también les mostró su bondad y dio esperanza a la humanidad al prometerles un Salvador (v. 15).
Dios no necesita buscarnos, ya que sabe dónde estamos y qué intentamos hacer. Pero, como un Padre amoroso, quiere hablarnos al corazón y brindarnos perdón y restauración. El Señor anhela que oigamos su voz… y que escuchemos.
Señor, gracias por tu amor y tu cuidado, y por enviar a tu Hijo Jesús a morir en la cruz por mis pecados y ofrecerme salvación y vida eterna.
Cuando Dios llama, debemos contestar.

Amor multiplicado
… El que ama a Dios, ame también a su hermano (4:21).
La Biblia en un año: Mateo 4
Cuando a una mujer de la iglesia de Carolina se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica, la perspectiva era desalentadora. Esta cruel enfermedad afecta nervios y músculos y, finalmente, termina en parálisis. El seguro médico no cubría la asistencia domiciliaria, y el esposo de esta afligida mujer no soportaba la idea de ponerla en un centro de cuidados especiales.
Como enfermera, Carolina sabía cómo ayudarla, y empezó a ir a su casa a cuidarla. Pero, poco después, se dio cuenta de que no podía ocuparse de su propia familia y, al mismo tiempo, atender las necesidades de su amiga. Entonces, comenzó a enseñarles a otras personas de la iglesia cómo ayudar. Durante los siete años de evolución de la enfermedad, Carolina entrenó a 31 voluntarios, quienes rodearon a aquella familia de amor, oraciones y ayuda práctica.
«Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano», dijo el discípulo Juan (1 Juan 4:21). Carolina nos da un ejemplo magnífico de esta clase de amor. Ella tuvo la habilidad, la compasión y la visión de movilizar a la familia de la iglesia para asistir a una hermana afligida. Su amor individual por una persona necesitada se convirtió en un amor multiplicado que muchos pusieron en práctica.
Señor, muéstrame dónde puedo ayudar hoy.
«Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo». Jesús
Nuestro Pan Diana
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