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miércoles, 18 de octubre de 2017

Un nombre nuevo

Por Marvin Williams
… Y mirándole Jesús, dijo: Tú […] serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro) (v. 42).
Leer: Juan 1:35-42 
La Biblia en un año: Isaías 41–42; 1 Tesalonicenses 1
En el artículo titulado El liderazgo y los nombres, Mark Labberton escribió sobre el poder de un nombre. Dijo: «Todavía siento el impacto que me produjo un amigo experto en música cuando me llamó “músico”. Nunca nadie me había llamado así. Yo no tocaba ningún instrumento ni tampoco era solista. Sin embargo, […] al instante, me sentí conocido y amado […]. Notó, confirmó y valoró algo profundamente cierto acerca de mí».
Quizá Simón se sintió así cuando Jesús le cambió el nombre. Cuando Andrés se convenció de que Jesús era el Mesías, buscó a su hermano Simón y se lo presentó (Juan 1:41-42). El Señor examinó su corazón, y confirmó y valoró algo sumamente cierto sobre él: percibió la naturaleza impetuosa y la derrota que lo sumiría en problemas, pero más allá de eso, vio su potencial para convertirse en líder de la iglesia. Entonces, lo llamó Cefas (en arameo, Pedro): una piedra (Juan 1:42; Mateo 16:18).
Y así sucede con nosotros. Dios ve nuestro orgullo, enojo y falta de amor hacia los demás, pero también sabe quiénes somos en Cristo. Nos llama justificados y reconciliados (Romanos 5:9-10); perdonados, santos y amados (Colosenses 2:13; 3:12); escogidos y fieles (Apocalipsis 17:14). Recuerda cómo te ve Dios y permite que eso defina quién eres.
Señor, ayúdame a ver a los demás con tus ojos.
Nadie puede robarte tu identidad en Cristo.

Sostenido por Dios
Por mrb
En verdad que me he comportado y he acallado mi alma; […] como un niño destetado de su madre está mi alma (v. 2).
Leer: Salmo 131 
La Biblia en un año: Isaías 43–44; 1 Tesalonicenses 2
Cuando estábamos terminando de almorzar juntas, mi hermana le dijo a Annica, mi sobrina de tres años de edad, que era hora de tomar una siesta. Con ojos alarmados y llenos de lágrimas, la pequeña objetó: «¡Pero tía Mónica todavía no me sostuvo a upa hoy!». Mi hermana sonrió: «Está bien. Puede hacerlo. ¿Cuánto tiempo necesitas?». «Cinco minutos», contestó.
Mientras la abrazaba, di gracias de que, aun sin siquiera intentarlo, ella me recordó lo que significa amar y ser amado. A veces, pienso que olvidamos que nuestro andar de fe consiste en aprender a experimentar el amor —el amor de Dios— más profundamente de lo imaginable (Efesios 3:18). Si lo olvidamos, podemos parecernos al hermano mayor en la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo, intentando ganarnos la aprobación del Señor, pero olvidando todo lo que ya nos ha dado (Lucas 15:25-32).
El Salmo 131 es una oración bíblica que puede ayudarnos a volvernos «como niños» (Mateo 18:3) y dejar de luchar mentalmente contra lo que no entendemos (Salmo 131:1). Por eso, al pasar tiempo con el Señor, recuperamos la paz (v. 2) y la esperanza que necesitamos (v. 3) en su amor… tan arrullados y tranquilos como si volviéramos a ser niños en brazos de nuestra mamá (v. 2).
Señor, ayúdanos a refugiarnos más profundamente en tus brazos de amor.
Como niños, podemos aprender a descansar en el amor de Dios.
Nuestro Pan Diario

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