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jueves, 16 de noviembre de 2017

¿Cuál es el mejor regalo?



Por kh
Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande… (v. 5).
La Biblia en un año: Jeremías 51–52; Hebreos 9
Hace poco, mi esposo celebró un cumpleaños importante, de esos que terminan en cero. Con mis hijos, hablamos de mis muchas ideas, para que me ayudaran a elegir la mejor manera de honrarlo. Quería que nuestra celebración y el regalo reflejaran la importancia de una nueva década y lo valioso que él es para nuestra familia.
El rey Salomón quiso darle a Dios un regalo mucho más grande de lo que ameritaría un «cumpleaños importante». Quería que el templo que había construido fuera digno de la presencia de Dios. Para asegurarse la materia prima, le envió un mensaje al rey de Tiro, y destacó que el templo sería magnífico «porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses» (2 Crónicas 2:5). Reconocía que la inmensidad y la bondad de Dios sobrepasaban ampliamente lo que las manos humanas pudieran construir, pero se lanzó a la tarea por amor y adoración.
Sin duda, nuestro Dios es más grande que todos los otros dioses. Ha hecho cosas admirables en nuestras vidas, lo cual lleva nuestro corazón a rendirle una ofrenda de amor, más allá de su valor externo. Salomón sabía que su regalo no se comparaba con el valor de Dios, pero, con gozo, llevó su ofrenda delante de Él. Nosotros también podemos hacerlo.
Señor, eres un Dios grande, incomparable en valor. Que mis ofrendas sean agradables a tu vista.
El regalo más valioso que podemos darle a Dios es nuestro amor.

Generosidad multiplicada
Por Sheridan Voysey
… procuren también sobresalir en esta gracia de dar (v. 7 NVI).
La Biblia en un año: Lamentaciones 1–2; Hebreos 10:1-18
A Cecilia le esperaba una sorpresa cuando llegó a entregar su siguiente pizza y se encontró a la puerta de una iglesia. Confundida, entró para entregar el pedido y se encontró con el pastor.
«¿Tengo razón si digo que la vida no ha sido fácil para ti?», le preguntó el pastor. Cecilia asintió. Entonces, el pastor sacó la ofrenda que los miembros de la iglesia habían reunido, ¡y le dio 750 dólares de propina! Aunque ella no lo sabía, el pastor había pedido al negocio que enviara a su repartidor más necesitado. Cecilia quedó boquiabierta.
Cuando los primeros cristianos padecían pobreza, la iglesia los ayudaba. Aunque ellos mismos pasaban necesidad, los cristianos macedonios se sacrificaban para dar y lo consideraban un privilegio (2 Corintios 8:1-4). Pablo citó su generosidad como ejemplo para los corintios (y para nosotros). Cuando usamos nuestra abundancia para suplir las necesidades de los demás, reflejamos a Jesús, quien entregó sus riquezas para suplir nuestra pobreza espiritual (v. 9).
Cecilia les contó a todos sus clientes sobre la bondad de la iglesia aquel día y, siguiendo su ejemplo, donó el resto de las propinas del día a otros con necesidad. Un acto de generosidad se multiplica. Y Cristo recibe la gloria.
Señor, utilízanos para suplir las necesidades de los demás.
Nuestra generosidad suple necesidades y glorifica a Jesús.
Nuestro Pan Diario


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