Por kh
Y la casa
que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande… (v.
5).
Leer: 2 Crónicas 2:1-10
La
Biblia en un año: Jeremías 51–52; Hebreos 9
Hace
poco, mi esposo celebró un cumpleaños importante, de esos que terminan en cero.
Con mis hijos, hablamos de mis muchas ideas, para que me ayudaran a elegir la
mejor manera de honrarlo. Quería que nuestra celebración y el regalo reflejaran
la importancia de una nueva década y lo valioso que él es para nuestra familia.
El rey
Salomón quiso darle a Dios un regalo mucho más grande de lo que ameritaría un
«cumpleaños importante». Quería que el templo que había construido fuera digno
de la presencia de Dios. Para asegurarse la materia prima, le envió un mensaje
al rey de Tiro, y destacó que el templo sería magnífico «porque el Dios nuestro
es grande sobre todos los dioses» (2 Crónicas 2:5). Reconocía que la inmensidad
y la bondad de Dios sobrepasaban ampliamente lo que las manos humanas
pudieran construir, pero se lanzó a la tarea por amor y adoración.
Sin
duda, nuestro Dios es más grande que todos los otros dioses. Ha hecho cosas
admirables en nuestras vidas, lo cual lleva nuestro corazón a rendirle una
ofrenda de amor, más allá de su valor externo. Salomón sabía que su regalo no
se comparaba con el valor de Dios, pero, con gozo, llevó su ofrenda delante de
Él. Nosotros también podemos hacerlo.
Señor,
eres un Dios grande, incomparable en valor. Que mis ofrendas sean agradables a
tu vista.
El
regalo más valioso que podemos darle a Dios es nuestro amor.
Generosidad
multiplicada
Por Sheridan
Voysey
…
procuren también sobresalir en esta gracia de dar (v. 7 NVI).
Leer: 2 Corintios 8:1-9
La
Biblia en un año: Lamentaciones 1–2; Hebreos 10:1-18
A
Cecilia le esperaba una sorpresa cuando llegó a entregar su siguiente
pizza y se encontró a la puerta de una iglesia. Confundida, entró para entregar
el pedido y se encontró con el pastor.
«¿Tengo
razón si digo que la vida no ha sido fácil para ti?», le preguntó el
pastor. Cecilia asintió. Entonces, el pastor sacó la ofrenda que los miembros
de la iglesia habían reunido, ¡y le dio 750 dólares de propina!
Aunque ella no lo sabía, el pastor había pedido al negocio que enviara a
su repartidor más necesitado. Cecilia quedó boquiabierta.
Cuando
los primeros cristianos padecían pobreza, la iglesia los ayudaba. Aunque
ellos mismos pasaban necesidad, los cristianos macedonios se sacrificaban para
dar y lo consideraban un privilegio (2 Corintios 8:1-4). Pablo citó su
generosidad como ejemplo para los corintios (y para nosotros). Cuando usamos nuestra
abundancia para suplir las necesidades de los demás, reflejamos a Jesús,
quien entregó sus riquezas para suplir nuestra pobreza espiritual (v. 9).
Cecilia
les contó a todos sus clientes sobre la bondad de la iglesia aquel día y,
siguiendo su ejemplo, donó el resto de las propinas del día a otros con
necesidad. Un acto de generosidad se multiplica. Y Cristo recibe la gloria.
Señor,
utilízanos para suplir las necesidades de los demás.
Nuestra
generosidad suple necesidades y glorifica a Jesús.
Nuestro
Pan Diario
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