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jueves, 9 de noviembre de 2017

Vida anónima

Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros (v. 10).
Leer: Romanos 12:1-13 
La Biblia en un año: Jeremías 27–29; Tito 3
Hace muchos años, recorté de una revista un ejemplar de un ensayo de Jane Yolen, que he gastado de tanto leerlo. Ella dice: «Los mejores escritores son aquellos que aspiran al título de “anónimo”. La narración es lo importante, no quien la relata».
La historia que narramos trata de Jesús, el Salvador, que dio su vida por nosotros. Junto con otros creyentes, vivimos para Él y compartimos su amor con otros.
Romanos 12:3-21 describe la actitud de humildad y amor que debería permear nuestras relaciones como seguidores de Jesús. «… ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado. […] Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse mutuamente» (vv. 3, 10 NVI).
El orgullo en nuestros logros pasados puede cegarnos a los talentos de los demás. La arrogancia puede envenenar el futuro.
Juan el Bautista, cuya misión era allanar el camino a Jesús, dijo: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:30).
Es un buen lema para todos nosotros.
Señor, reconozco que debo aprender mucho sobre la humildad. Ayúdame a verte por lo que eres, para que tú y los demás tengan el lugar correcto en mi vida.
«Sé siempre humilde ante Dios, y que Él sea todo para ti». Oswald Chambers

Bebé poderoso
Por Tim Gustafson
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? […] Mas yo en tu misericordia he confiado… (vv. 1, 5).
Leer: Salmo 13 
La Biblia en un año: Jeremías 30–31; Filemón
La primera vez que lo vi, lloré. Parecía un bebito perfecto, dormido en su cuna. Sin embargo, sabíamos que jamás despertaría, hasta hacerlo en los brazos de Jesús.
Se aferró a la vida varios meses. Luego, su madre nos envió un email desgarrador para avisarnos que había muerto. Escribió sobre un «dolor tan profundo que gime en tu interior». Y declaró: «¡Cuán hondo talló Dios su obra de amor en nuestro corazón a través de esa pequeña vida tan poderosa!».
¿Poderosa? ¿Cómo podía decir eso?
Este niñito demostró que debemos depender de Dios en todo. ¡En especial, cuando las cosas salen terriblemente mal! La verdad dura pero reconfortante es que Dios nos acompaña en nuestro dolor, y sabe lo que es perder a un Hijo.
En medio de nuestro dolor más profundo, acudimos a los salmos de David, porque él escribe desde su propia angustia. «¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día?», preguntó (Salmo 13:2). «Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte» (v. 3). Sin embargo, David podía entregarle sus preguntas más profundas a Dios. «Más yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación» (v. 5).
Solo Dios puede aportar sentido trascendente a nuestras experiencias más trágicas.
¿Dónde acudo cuando me golpea una crisis? ¿Le he pedido a Dios que me dé su paz?
Dios puede hacer algo supremo con lo que nos parece insignificante.

Nuestro Pan Diario

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