Amaos
los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los
unos a los otros (v. 10).
Leer: Romanos 12:1-13
La
Biblia en un año: Jeremías 27–29; Tito 3
Hace
muchos años, recorté de una revista un ejemplar de un ensayo de Jane Yolen, que
he gastado de tanto leerlo. Ella dice: «Los mejores escritores son aquellos que
aspiran al título de “anónimo”. La narración es lo importante, no quien la
relata».
La
historia que narramos trata de Jesús, el Salvador, que dio su vida por
nosotros. Junto con otros creyentes, vivimos para Él y compartimos su amor
con otros.
Romanos
12:3-21 describe la actitud de humildad y amor que debería permear nuestras
relaciones como seguidores de Jesús. «… ninguno se crea mejor de lo que
realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la
medida de fe que Dios les haya dado. […] Ámense unos a otros con un afecto
genuino y deléitense al honrarse mutuamente» (vv. 3, 10 NVI).
El
orgullo en nuestros logros pasados puede cegarnos a los talentos de los demás.
La arrogancia puede envenenar el futuro.
Juan
el Bautista, cuya misión era allanar el camino a Jesús, dijo: «Es necesario que
él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:30).
Es un
buen lema para todos nosotros.
Señor,
reconozco que debo aprender mucho sobre la humildad. Ayúdame a verte por lo que
eres, para que tú y los demás tengan el lugar correcto en mi vida.
«Sé
siempre humilde ante Dios, y que Él sea todo para ti». Oswald Chambers
Bebé
poderoso
Por Tim
Gustafson
¿Hasta
cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? […] Mas yo en tu misericordia he
confiado… (vv. 1, 5).
Leer: Salmo 13
La
Biblia en un año: Jeremías 30–31; Filemón
La
primera vez que lo vi, lloré. Parecía un bebito perfecto, dormido en su cuna.
Sin embargo, sabíamos que jamás despertaría, hasta hacerlo en los brazos de
Jesús.
Se
aferró a la vida varios meses. Luego, su madre nos envió un email desgarrador
para avisarnos que había muerto. Escribió sobre un «dolor tan profundo que gime
en tu interior». Y declaró: «¡Cuán hondo talló Dios su obra de amor en nuestro
corazón a través de esa pequeña vida tan poderosa!».
¿Poderosa?
¿Cómo podía decir eso?
Este
niñito demostró que debemos depender de Dios en todo. ¡En especial, cuando las
cosas salen terriblemente mal! La verdad dura pero reconfortante es que Dios
nos acompaña en nuestro dolor, y sabe lo que es perder a un Hijo.
En
medio de nuestro dolor más profundo, acudimos a los salmos de David, porque él
escribe desde su propia angustia. «¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
con tristezas en mi corazón cada día?», preguntó (Salmo 13:2). «Alumbra mis
ojos, para que no duerma de muerte» (v. 3). Sin embargo, David podía entregarle
sus preguntas más profundas a Dios. «Más yo en tu misericordia he confiado; mi
corazón se alegrará en tu salvación» (v. 5).
Solo
Dios puede aportar sentido trascendente a nuestras experiencias más trágicas.
¿Dónde
acudo cuando me golpea una crisis? ¿Le he pedido a Dios que me dé su paz?
Dios
puede hacer algo supremo con lo que nos parece insignificante.
Nuestro
Pan Diario
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