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jueves, 23 de noviembre de 2017

En su presencia

Por hm
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Señor, a la luz de tu rostro (v. 15).
Leer: Salmo 89:1-17 
La Biblia en un año: Ezequiel 3–4; Hebreos 11:20-40
El hermano Lorenzo, un monje del siglo xvii, oraba así antes de empezar su día laboral: «Señor mío, […] concédeme la gracia para permanecer en tu presencia. Ayúdame en mis tareas. Controla todos mis afectos». Mientras trabajaba, seguía hablando con Dios. Incluso cuando estaba más ocupado, usaba los momentos de relativa calma para pedir su gracia, buscar y encontrar el amor de su Hacedor.
Como declara el Salmo 89, la respuesta apropiada frente al Creador que gobierna los océanos y recibe la adoración de huestes de ángeles es entregar toda nuestra vida a Él. Cuando entendemos la belleza de quién es Dios, oímos «el alegre llamado a la adoración», dondequiera que estemos, «todo el día» (vv. 15-16 NTV).
Ya sea que estemos en una tienda, esperando en fila en un aeropuerto o aguardando en línea, nuestras vidas están llenas de momentos que podrían irritarnos. En cambio, podemos aprovechar para recobrar el aliento y considerar estas pausas oportunidades de aprender a caminar «a la luz de [la] presencia [del Señor]» (v. 15 NTV).
Los momentos «perdidos» de nuestra vida —cuando esperamos, estamos enfermos o nos preguntamos qué hacer después— son pausas que nos permiten considerar nuestra vida a la luz de la presencia del Señor.
Señor, que podamos vivir siempre en tu presencia.
Podemos vivir cada momento en la presencia de Dios.

Servir y ser servido
Por Cindy Hess Kasper
… la disposición la tenían, pero les faltaba la oportunidad (v. 10 RVC).
La Biblia en un año: Ezequiel 5–7; Hebreos 12
Hacía semanas que Marilín estaba enferma, y muchos la habían animado en ese tiempo difícil. ¿Cómo podré compensarlos por su amabilidad?, pensaba, preocupada. Entonces, un día, leyó: «Ora para que [los demás] desarrollen humildad, lo cual no solo les permita servir, sino también ser servidos». De repente, Marilín se dio cuenta de que no hacía falta equilibrar ninguna balanza, sino simplemente dar gracias y permitir que los demás experimentaran el gozo de servir.
En Filipenses 4, el apóstol Pablo expresó su gratitud por todos aquellos que participaban con él en sus dificultades (v. 14). Él dependía del sostén de los demás para predicar el evangelio. Entendía que las ofrendas que recibía cuando pasaba necesidad eran simplemente una extensión del amor de las personas por Dios; sus ofrendas eran «olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios» (v. 18).
Tal vez no te resulte fácil recibir; en especial, si en general has sido el primero en ayudar a otros. Pero, con humildad, podemos permitir que Dios nos cuide mediante diversas maneras cuando necesitamos ayuda.
Pablo escribió: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta» (v. 19). Fue algo que aprendió durante una vida de pruebas. Dios es fiel y su provisión para nosotros no tiene límite.
Señor, danos gracia para brindar y recibir ayuda.
Recibe amor. Da amor. Repite el ciclo.

Nuestro Pan Diario

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