Por hm
Bienaventurado
el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Señor, a la luz de tu rostro (v. 15).
Leer: Salmo 89:1-17
La
Biblia en un año: Ezequiel 3–4; Hebreos 11:20-40
El
hermano Lorenzo, un monje del siglo xvii, oraba así antes de empezar su día
laboral: «Señor mío, […] concédeme la gracia para permanecer en tu presencia.
Ayúdame en mis tareas. Controla todos mis afectos». Mientras trabajaba, seguía
hablando con Dios. Incluso cuando estaba más ocupado, usaba los momentos de
relativa calma para pedir su gracia, buscar y encontrar el amor de su Hacedor.
Como
declara el Salmo 89, la respuesta apropiada frente al Creador que gobierna los
océanos y recibe la adoración de huestes de ángeles es entregar toda nuestra
vida a Él. Cuando entendemos la belleza de quién es Dios, oímos «el alegre
llamado a la adoración», dondequiera que estemos, «todo el día» (vv. 15-16
NTV).
Ya sea
que estemos en una tienda, esperando en fila en un aeropuerto o aguardando en
línea, nuestras vidas están llenas de momentos que podrían irritarnos. En
cambio, podemos aprovechar para recobrar el aliento y considerar estas pausas
oportunidades de aprender a caminar «a la luz de [la] presencia [del Señor]» (v.
15 NTV).
Los
momentos «perdidos» de nuestra vida —cuando esperamos, estamos enfermos o nos
preguntamos qué hacer después— son pausas que nos permiten considerar nuestra
vida a la luz de la presencia del Señor.
Señor,
que podamos vivir siempre en tu presencia.
Podemos
vivir cada momento en la presencia de Dios.
Servir
y ser servido
Por Cindy
Hess Kasper
… la
disposición la tenían, pero les faltaba la oportunidad (v. 10 RVC).
Leer: Filipenses 4:10-19
La
Biblia en un año: Ezequiel 5–7; Hebreos 12
Hacía
semanas que Marilín estaba enferma, y muchos la habían animado en ese tiempo
difícil. ¿Cómo podré compensarlos por su amabilidad?, pensaba, preocupada.
Entonces, un día, leyó: «Ora para que [los demás] desarrollen humildad, lo cual
no solo les permita servir, sino también ser servidos». De repente, Marilín se
dio cuenta de que no hacía falta equilibrar ninguna balanza, sino simplemente
dar gracias y permitir que los demás experimentaran el gozo de servir.
En
Filipenses 4, el apóstol Pablo expresó su gratitud por todos aquellos que
participaban con él en sus dificultades (v. 14). Él dependía del sostén de
los demás para predicar el evangelio. Entendía que las ofrendas que recibía
cuando pasaba necesidad eran simplemente una extensión del amor de las personas
por Dios; sus ofrendas eran «olor fragante, sacrificio acepto, agradable a
Dios» (v. 18).
Tal
vez no te resulte fácil recibir; en especial, si en general has sido el primero
en ayudar a otros. Pero, con humildad, podemos permitir que Dios nos cuide mediante
diversas maneras cuando necesitamos ayuda.
Pablo
escribió: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta» (v. 19). Fue algo que
aprendió durante una vida de pruebas. Dios es fiel y su provisión para nosotros
no tiene límite.
Señor,
danos gracia para brindar y recibir ayuda.
Recibe
amor. Da amor. Repite el ciclo.
Nuestro
Pan Diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario