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viernes, 24 de noviembre de 2017

El juego del escondite

Por jb
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que […] nos hizo renacer… (1 Pedro 1:3).
Leer: Ezequiel 8 
La Biblia en un año: Ezequiel 8–10; Hebreos 13
«¡No me pueden ver!».
Cuando los niñitos juegan a las escondidas, a veces, creen que se están escondiendo con solo cubrirse los ojos.
Por más ingenuo que pueda parecerle esto a un adulto, en ocasiones, hacemos algo similar con Dios. Cuando deseamos hacer algo malo, tendemos a dejar afuera a Dios y seguir nuestro impulso.
El profeta Ezequiel descubrió esta verdad en la visión que Dios le dio para su pueblo. El Señor le dijo: «¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: No nos ve el Señor» (Ezequiel 8:12).
Sin embargo, a Dios no se le escapa nada. Aunque el pueblo había pecado, Dios le ofreció una nueva promesa de esperanza: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros» (36:26).
Por nosotros, Dios enfrentó en la cruz la devastación y la rebelión del pecado, y pagó el precio supremo. A través de Jesucristo, Dios no solo nos ofrece empezar de nuevo, sino que obra en nuestro interior para transformar nuestro corazón mientras lo seguimos. ¡Qué bueno es Dios! Cuando estábamos perdidos y escondidos en nuestro pecado, Dios se acercó a nosotros mediante Jesús, quien vino «a buscar y a salvar» a todos los que lo reciban (Lucas 19:10; Romanos 5:8).
Señor, ayúdame a buscarte y seguirte con fidelidad.
Dios nos conoce a la perfección… y nos ama plenamente.

Obras de arte
Por Xochitl Dixon
… tú me hiciste en el vientre de mi madre (v. 13).
Leer: Salmo 139:11-18 
La Biblia en un año: Ezequiel 11–13; Santiago 1
Mi padre crea aljabas personalizadas para arqueros, y talla imágenes silvestres sobre cuero antes de coser el material.
Una vez, observé cómo elaboraba una de sus obras de arte. Primero, creó texturas con una cuchilla sobre el cuero flexible. Después, pinceló el cuero con tintura carmesí para magnificar la belleza de su creación.
Mientras admiraba la destreza artística de mi papá, me di cuenta de cuán a menudo no reconozco ni valoro la creatividad de mi Padre celestial manifestada en los demás, e incluso en mí misma. Al reflexionar sobre la obra del Señor, recordé la afirmación del rey David de que Dios crea las «delicadas partes internas de [nuestro] cuerpo» y «sus obras son formidables» (Salmo 139:13-14 NTV, RVC).
Podemos alabar con confianza a nuestro Creador porque sabemos que «maravillosas son [sus] obras» (v. 14). Y, al recordar que el Hacedor del universo nos conocía y planeó nuestros días antes de que nos formara (vv. 15-16), aprendemos a respetar su obra.
Como el cuero flexible tallado por la mano experta de mi padre, cada uno de nosotros es hermoso y valioso por el simple hecho de ser una creación única de Dios. Él nos diseñó como sus amadas obras de arte, y reflejamos su magnificencia.
Señor, gracias por crearnos en tu perfecto amor.
Dios crea con destreza a cada persona con singularidad y propósito.

Nuestro Pan Diario

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