El amor… no hace nada indebido, no busca lo suyo. 1 Corintios 13:5
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
1 Juan 3:16
Cuando Cristo y sus discípulos llegaron a Capernaum, en Galilea, los cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le dijeron: “¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿De quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero (una moneda); tómalo, y dáselo por mí y por ti” (Mateo 17:24-27).
Pedro había contestado sin reflexionar. ¿Cristo no era el Rey? Así que no debía pagar el impuesto. Pero la respuesta de Jesús, quien lo asocia con él, está impregnada de esa delicadeza del amor.
Amar también es obrar con tacto y delicadeza. Es mucho más que la sencilla cortesía humana, a menudo muy cercana a la hipocresía. La delicadeza del amor se interesa verdaderamente por el otro; es sensible a sus aspiraciones. El amor no busca su propio interés. Cristianos, si no se ve claramente en nosotros “la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Corintios 10:1), ¿Quién escuchará el mensaje que anunciamos?
(Mañana continuará)
Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
Cuando Cristo y sus discípulos llegaron a Capernaum, en Galilea, los cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le dijeron: “¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿De quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero (una moneda); tómalo, y dáselo por mí y por ti” (Mateo 17:24-27).
Pedro había contestado sin reflexionar. ¿Cristo no era el Rey? Así que no debía pagar el impuesto. Pero la respuesta de Jesús, quien lo asocia con él, está impregnada de esa delicadeza del amor.
Amar también es obrar con tacto y delicadeza. Es mucho más que la sencilla cortesía humana, a menudo muy cercana a la hipocresía. La delicadeza del amor se interesa verdaderamente por el otro; es sensible a sus aspiraciones. El amor no busca su propio interés. Cristianos, si no se ve claramente en nosotros “la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Corintios 10:1), ¿Quién escuchará el mensaje que anunciamos?
(Mañana continuará)
Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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