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viernes, 21 de enero de 2011

Dar sin esperar…

Thomas Samson era un minero galés. Todos los días dedicaba largas horas al duro trabajo en la mina, con su vida en constante peligro, a cambio de un magro salario.
Cierto día, el capataz de la mina le dijo:
-Thomas, se ha producido una vacante en un trabajo más liviano en la superficie. Trabajarías menos y pagarían más. ¿Te interesa?
-Sí, por supuesto -respondió Thomas-. ¡Claro que me interesa, señor! Sin embargo, ¿podría ofrecerle el trabajo a mi amigo Tregony? Él no es tan fuerte como yo y temo que el trabajo en la mina acorte sus días. No quiero perder a un amigo. ¿Podría ocupar él ese puesto del que me habla?
Al capataz lo conmovió la generosidad de Thomas y le dio el trabajo a Tregony. Thomas siguió trabajando duro, y no bien se produjo otra vacante en la superficie, el capataz enseguida se lo comunicó a Thomas, que esta vez sí aceptó el ofrecimiento. Thomas y Tregony trabajaron juntos durante veinte años.
Cuando uno se brinda con generosidad por otra persona, obtiene una buena reputación. Y seguramente luego sobrevendrá un ascenso.
No es inútil en el mundo aquel que alivia la carga de otro.
Gálatas 6:2
Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

¿Qué es lo importante en tu vida?
Una banda de delincuentes juveniles tenía un método refinado para actuar. Ingresaban a un negocio en grupo y dos o tres se separaban de los más. El grupo se alejaba y comenzaba una pelea de gritos, lo que concentraba la atención de los empleados y clientes. Todos los ojos se fijaban en los alborotadores, lo que permitía que los ladrones errantes se llenaron los bolsillos con mercadería o dinero en efectivo y abandonaban el negocio antes de que alguien siquiera sospechara lo que sucedía.
Podían llegar a pasar horas e incluso días antes de que el comerciante víctima del hurto se diese cuenta de que le faltaba algo e hiciese la denuncia a la Policía. Para entonces, los ladrones estaban bien lejos y no existía posibilidad alguna de recuperar lo robado.
La tentación opera de la misma manera. Nos distrae por medio del encanto de la fama, la fortuna, el poder o la satisfacción de los deseos de la carne. Mientras tanto, nos apartamos de los pasos certeros que debemos dar hacia el cumplimiento de nuestros objetivos. Cuando apartamos los ojos de lo que es verdaderamente importante en nuestra vida, corremos el riesgo de perderlo. Creo que la lección que he aprendido es que no hay nada que reemplace el prestar atención.

Proverbios 1:5
El sabio oirá y crecerá en conocimiento, y el inteligente adquirirá habilidad.
Fuente: Anonimo, enviado por Fabio Beltran.

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