… considerad al
apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús (v. 1).
Lectura: Hebreos 3:1-6
La biblia en un
año: Salmo 123–125; 1 Corintios 10:1-18
La tendencia
actual en muchos países es «reeditar» su historia. Próceres destacados,
anteriormente reconocidos y honrados por sus luchas incansables para lograr la
independencia de sus pueblos, son ahora reprobados al darse a conocer ciertos
aspectos oscuros de sus conductas y prácticas. La buena reputación de muchos ha
sido manchada por revelaciones irrefutables. Aun así, no dejan de ser héroes.
La Biblia está
llena de personajes imperfectos que se convirtieron en verdaderos héroes. Pero
no debemos perder de vista la fuente que generó sus actos heroicos. Su fe
estaba en Dios, quien decidió utilizar seres humanos imperfectos para llevar a
cabo propósitos extraordinarios.
Entre esos
héroes, sobresale Moisés. Tendemos a olvidar que fue un homicida y un líder
reticente, quien incluso despotricó contra Dios: «¿Por qué has hecho mal a tu
siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de
todo este pueblo sobre mí?» (Números 11:11-12).
¡Moisés sí que
era humano! Aun así, Hebreos afirma: «Como siervo, Moisés fue fiel en toda la
casa de Dios, para dar testimonio de lo que se iba a decir» (Hebreos 3:5 rvc).
Solo hay un
héroe que nunca decepciona: «A Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés»
(v. 3 rvc).
Señor, te
entrego mis debilidades. Úsalas para tus buenos propósitos.
¿Buscas a alguien que no te decepcione?
Mira a Jesús.
Nuestro Pan
Diario
El propósito de
la rutina
Así que yo corro
y lucho, pero no sin una meta definida… (v. 26 rvc).
Lectura: 1 Corintios 9:19-27
La biblia en un
año: Salmos 120–122; 1 Corintios 9
Un reloj
expuesto en el Museo Británico me impactó por ser una ilustración
impresionante del efecto embotador de la rutina. Una pequeña esfera de acero
rueda por los surcos en vaivén de una plancha, hasta que golpea una palanca en
el otro extremo. Esto inclina la plancha hacia el otro lado, y la esfera
comienza a desplazarse en esa dirección, lo cual hace mover las agujas del
reloj. Cada año, la esfera recorre unos 4.000 kilómetros, pero sin llegar a
ninguna parte.
Es fácil que la
rutina nos atrape cuando no tenemos un propósito importante. El apóstol Pablo
anhelaba ser eficaz en dar a conocer el evangelio: «Yo de esta manera corro, no
como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire» (1
Corintios 9:26). Cualquier cosa puede volverse monótona: viajar, predicar,
enseñar y, en especial, estar confinado en una cárcel. No obstante, Pablo
estaba convencido de que podía servir a Cristo, su Señor, en toda situación.
La rutina se torna
letal cuando no le encontramos un propósito. La visión de Pablo iba más allá de
cualquier circunstancia limitante porque su participación en la carrera de la
fe no cesaría hasta cruzar la línea de llegada. Al incluir a Jesús en cada
aspecto de su vida, aun la rutina tenía significado.
Señor, renueva
mi visión de dar a conocer a Cristo aun en mis rutinas.
Jesús puede transformar nuestra rutina en
un servicio valioso para Él.
Nuestro Pan
Diario