Mas
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios (v. 12).
Lectura:
Juan 1:6-14
La
biblia en un año: Salmos 70–71; Romanos 8:22-39
Cuando
estaba en la escuela primaria, en Ghana, tuve que vivir con una familia amorosa
y protectora, lejos de mis padres. Un día, todos los hijos se reunieron para un
encuentro familiar especial. Primero, todos tuvimos que compartir experiencias
personales. Pero, después, cuando solo se requirió la presencia de los «hijos
de sangre», me pidieron gentilmente que saliera. En ese momento, la realidad me
golpeó: yo no era un «hijo de la casa». Aunque me amaban, me pidieron que
saliera, porque solamente vivía con ellos, sin formar legalmente parte de la
familia.
Este
incidente me trae a la mente Juan 1:11-12. El Hijo de Dios vino a su pueblo,
pero ellos no lo recibieron. Los que sí lo recibieron entonces, y los que lo
reciben ahora, obtienen el derecho de convertirse en hijos de Dios. Cuando
somos adoptados en su familia, «el Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16).
Jesucristo
no excluye a nadie que haya sido adoptado por el Padre, sino que le da la
bienvenida como miembro permanente de su familia: «Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios» (Juan 1:12).
—
Padre,
gracias por poder ser tu hijo y por no tener que preocuparme de que me saques
de tu familia.
La
seguridad de salvación no la da lo que conoces, sino Aquel a quien conoces.
Nuestro
Pan Diario
--------------------------------------------------------------------------------
NOTICIAS CRISTIANAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario