…
el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros (v. 6).
Lectura:
Isaías 53:4-12
La
biblia en un año: Salmos 84–86; Romanos 12
En
uno de sus libros, Robert Henkes escribe: «Un retrato no es una fotografía ni
un reflejo exacto». En realidad, va más allá de reflejar la apariencia externa;
demuestra la profundidad emocional del alma. En un retrato, un auténtico
artista trata de «plasmar la esencia de la persona».
Durante
siglos, se han hecho muchos retratos de Jesús. Quizá los hayas visto en una
iglesia o museo; o, incluso, tengas uno en tu casa. Por supuesto, ninguno
es un retrato auténtico, ya que no tenemos una foto del aspecto físico de
nuestro Señor. Pero sí tenemos una descripción magnífica de Él en Isaías 53,
inspirada por Dios, la cual capta vívidamente su esencia: «Ciertamente llevó él
nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores […]. Mas él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; […] y por su llaga fuimos
nosotros curados» (vv. 4-5).
Este
pasaje nos permite ver en el rostro de Jesús amor y tristeza, angustia y dolor.
Sin embargo, sus labios no acusan ni condenan. No tiene pecados propios que
lamentar, sino que carga con los nuestros. Y, en lo más profundo, sabe que
«verá el fruto de la aflicción de su alma» (v. 11).
¡Qué
retrato maravilloso de nuestro Salvador!
Jesús,
¡qué asombroso tu amor! Al pensar en lo maravilloso que eres, me inclino en
silencio delante de ti.
El
amor se manifestó cuando Dios se hizo hombre.
Nuestro
Pan Diario
Debe
y haber
…
En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (v.
33).
Lectura:
Juan 16:1-11
La
biblia en un año: Salmos 81–83; Romanos 11:19-36
Cuando
mi esposo enseñaba contabilidad en una universidad local, hice uno de los
exámenes, solo por diversión, para ver cuánto sabía. Los resultados no fueron
buenos. Contesté mal todas las preguntas porque no entendí la premisa de un
concepto bancario básico: invertí el debe y el haber.
A
veces, nos pasa lo mismo en la esfera espiritual. Cuando culpamos a Satanás de
todo lo que anda mal (sea el mal tiempo, una impresora que se atasca o algún
problema financiero), estamos atribuyéndole el crédito por algo que no tiene:
el poder para determinar la calidad de nuestra vida. El diablo está limitado en
tiempo y espacio. Tiene que pedirle permiso a Dios antes de poder tocarnos (Job
1:12; Lucas 22:31).
Sin
embargo, al ser el padre de mentiras y príncipe de las tinieblas (Juan 8:44;
16:11), puede provocar confusión. Jesús advirtió de un tiempo cuando las
personas estarían tan confundidas que no distinguirían entre lo bueno y lo malo
(16:2). Pero agregó esta verdad: «el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado»
(v. 11).
Los
problemas irrumpirán en nuestra vida, pero no pueden derrotarnos, dado que
Jesucristo ya ha vencido al mundo. Todo el crédito le corresponde a Él.
Padre,
gracias por ser Señor de todo en nuestra vida. Te alabamos por haber vencido al
mundo a través de tu Hijo.
Mientras
que Satanás acusa y confunde, Dios controla.
Nuestro
Pan Diario
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