… cual era mi fuerza entonces, tal es ahora… (v. 11).
Lectura: Josué 14:6-12
La biblia en un año: Salmos 51–53; Romanos 2
La artista holandesa Yoni Lefevre creó un proyecto
llamado «Poder gris», para mostrar la vitalidad de la generación mayor de su
país. Les pidió a alumnos de las escuelas que representaran a sus abuelos, ya
que quería presentar una «perspectiva clara y sincera» sobre los ancianos y
creía que los niños podían brindársela. Los dibujos de los chicos reflejaron un
concepto fresco y vivaz sobre sus mayores, ¡ya que mostraban a sus abuelos
jugando al tenis, trabajando en el jardín, pintando y muchas cosas más!
Caleb, un anciano israelita, se mantenía vital en su
vejez. Debido a su fe, Dios le había conservado la vida durante 45 años, para
que sobreviviera a la peregrinación en el desierto y entrara en la tierra
prometida. Cuando llegó el momento de entrar en Canaán, Caleb, de 85 años,
declaró: «cuál era mi fuerza entonces, tal es ahora» (Josué 14:11). Con la ayuda
de Dios, reclamó con éxito su parte de la tierra (Números 14:24).
El Señor no se olvida de nosotros cuando envejecemos.
Aunque nuestro cuerpo se envejezca o la salud se debilite, el Espíritu Santo
renueva nuestro interior día tras día (2 Corintios 4:16).
Padre, sé que mi fuerza y mi salud pueden debilitarse,
pero te pido que me renueves espiritualmente, para que pueda servirte con
fidelidad durante el resto de mi vida.
Respaldado con la fuerza y la protección de Dios,
puedes enfrentar
Nuestro Pan Diario
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MEDITACION
¡Ojo! con el enojo
“La discreción del hombre
le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa.” (Proverbios
19:11)
Todos nos enojamos. Las cosas no nos salen como
pensábamos que debieran salir. Alguien dice algo falso contra nosotros o rompe
una promesa que nos hicieron. O tal vez una persona en quien confiábamos nos
defrauda. Ahora, no toda la ira es igual.
Hay ira que nos lleva a hacerle bien a otros —como
cuando nos enojamos al ver alguna injusticia y luchamos contra ella. En el
ejemplo clásico del enojo puesto a buen uso, la ira justa de Jesús llevó a la
purificación del templo (Juan 2:13-20). Comerciantes se habían apoderado de la
zona del templo reservada para la adoración por los gentiles y la ocupaban para
vender animales para el sacrificio. El Señor Jesús los echó y restauró el lugar
a su uso original.
Pero nuestra ira también puede desencadenar una serie
de circunstancias negativas que rápidamente se van fuera de control y empeoran
las cosas. Decimos cosas que lastiman a otros. Las lágrimas fluyen… y frases
como “el tiempo cura todas las heridas” y “vamos a perdonar y olvidar” ocupan
un lugar prominente en nuestros pensamientos. Necesitamos ayuda con el enojo.
¿Qué dice la Biblia que nos pueda ayudar?
“Dime con quién andas y te diré quién
eres”
La Biblia dice que podemos aprender a ser
iracundos. Por eso debemos evitar asociarnos con aquellos que nos pueden
influir negativamente y convertirnos en personas crónicamente enojadas. Las
Escrituras lo expresan así:
“No te asocies con el
hombre iracundo;
ni andes con el hombre
violento,
no sea que aprendas sus
maneras,
y tiendas lazo para tu
vida.” (Proverbios 22: 24-25)
No recomendamos necesariamente acercarse a su iracundo
conocido y decirle: “No voy a andar más contigo porque representas una mala
influencia en mi vida”! Pero, podrías considerar identificar a esa persona o
personas en tu vida que te influyen hacia el mal y pasar menos tiempo con
ellos. También puedes evaluar tus propias actitudes a la luz de la posible mala
influencia sobre ti. A la misma vez, pensemos en quién o quiénes pudieran
ayudar a crear buenas actitudes en nosotros si pasamos más tiempo con ellos.
Debemos cuidarnos del enojo en tiempos de prueba
Cuando pasamos por pruebas podríamos ser especialmente
susceptibles al enojo y a la ira. El estrés causado por las dificultades
por las que estamos pasando puede hacer que tengamos menos paciencia y control
disminuido. Pero Dios permite las pruebas a fin de madurar nuestra fe—meta que
se alcanza si respondemos correctamente a ellas. Santiago nos instruye:
“Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para
oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre
no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19-20).
El creyente que está pasando por pruebas difíciles
debe reconocer que Dios tiene buenos propósitos para las mismas — aunque duelan
por un tiempo. Pero podemos perder el gran provecho que las pruebas pueden
efectuar si no las manejamos bien. Las tres instrucciones que Santiago nos
proporciona respecto a nuestras pruebas nos ayudan a experimentar los buenos
resultados que estas traen —madurez en nuestra fe y una vida enriquecida como
resultado de haberlas pasada con éxito. Así, con respecto a la ira no debemos
movernos con velocidad hacia la ira humana desenfrenada. No queremos introducir
nuevos problemas a nuestras vidas y hacer cosas que después nos pesen.
Encaminar y controlar la ira para que no nos cause un impacto negativo requiere
otro sabio paso.
Debemos tratar nuestro enojo lo más pronto posible
Podemos experimentar la ira sin dejar que se convierta
en pecado o permitir que traiga consecuencias negativas. El pasaje clave para
esta idea se halla en Efesios 4:26-27:
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
Tratar con la ira el mismo día en que surge sirve como
elemento prudente tanto para evitar los resultados adversos que nuestra ira
puede causar como para poner frenos a la actividad del diablo en nuestras
vidas. Esto no quiere decir que todas las circunstancias que causaron el furor
se van a necesariamente aclarar el mismo día. Lo que significa es que usted va
a poner el asunto en manos de Dios, hacer lo que pueda en ese mismo día para
arreglar las cosas, y comprometerse a poner en práctica las instrucciones de
Dios para el problema en cuestión.
Conclusión
El enojo nos debe servir como señal de que tenemos que
recordar y actuar en base a los principios que Dios nos ha dado para lidiar con
el mismo. Tómese unos minutos y escriba las tres cosas que le causan enojo
–esas palabras, eventos o actitudes que cada vez realmente le encienden el
furor. Entonces, piense en esto:
- ¿Quién me provoca a la ira?
- ¿Qué hacen para provocar la respuesta enojada? ¿Qué hacemos nosotros para provocar la ira?
- ¿Cuándo suele ocurrir?
- ¿Dónde se producen los intercambios o las respuestas airadas?
- ¿Cómo nos hacen sentir estos episodios? ¿Nos sentimos injustamente acusados por alguien? traicionados? provocados?
Al considerar los versículos anteriores piense en su
propia manera de lidiar con la ira y el tipo de resultados que ha tenido en el
pasado. Tal vez usted ya sigue las prescripciones bíblicas para la ira. Si no
es así, la próxima vez que la ira llegue a su vida intente seguir los
principios que ha aprendido en estos pasajes. Siga las instrucciones de Dios.
Con Su ayuda use los principios bíblicos para vencer el enojo dañino en
su vida.
“La suave respuesta aparta
el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira (Proverbios 15:1).”
Fuente: Logoi, 2015.
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