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jueves, 13 de agosto de 2015

He venido a ayudar


Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores… (v. 22).
Lectura: Santiago 1:19-27
La biblia en un año: Salmos 79–80; Romanos 11:1-18
La vívida descripción del periodista Jacob Riis de la pobreza en la ciudad de Nueva York en el siglo xix horrorizó a un público generalmente complaciente. En su libro, combinaba el texto con fotografías, a fin de que el cuadro fuera tan real que el público tomara conciencia de la angustiante existencia de la pobreza. Por ser el tercero de quince hermanos, pudo escribir con tanto realismo porque había vivido en ese mundo de terrible pobreza.
Poco después de publicar su libro, recibió una tarjeta de un joven que comenzaba su carrera política, que decía simplemente: He leído su libro y he venido a ayudar. Teodoro Roosevelt. Este político llegó a ser presidente de los Estados Unidos.
Según Santiago, la fe verdadera responde a las necesidades de los demás (1:19-27). Que nuestro corazón sea impulsado de la inacción a la acción, de las meras palabras a obras que las respalden. Los actos compasivos no solo ayudan a los hundidos en las dificultades de la vida, sino que también pueden ponerlos en condición de recibir el mensaje de nuestro Salvador, quien ve sus necesidades y puede hacer mucho más por ellos.
Señor, es tan fácil sentirnos abrumados, o juzgar a otros y negarnos a ayudar. Que veamos más allá de nuestros conceptos y circunstancias, y nos interesemos como tú lo haces.
Los demás sabrán qué significa «Dios es amor» cuando lo vean en nuestra vida.
Nuestro Pan Diario

Masa en el bol
Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas… (v. 7).
Lectura: Rut 2:1-12
La biblia en un año: Salmos 77–78; Romanos 10
Mi hija y yo consideramos que los brownies son una de las siete maravillas del mundo culinario. Un día, mientras mezclábamos los ingredientes de nuestra receta favorita, mi hija me preguntó si podía dejar un poco de masa en el bol después de colocarla en el molde para hornear. Ella quería saborear lo que quedaba. Sonreí y le dije que sí. Después, agregué: «¿Sabes cómo se llama eso? Recoger y juntar. Y esto no comenzó con los brownies».
Mientras disfrutábamos los restos de nuestro proyecto de cocina, le expliqué que Rut había recogido las sobras de los granos, para que ella y su suegra Noemí tuvieran qué comer (Rut 2:2-3). Como ambas eran viudas, habían regresado a la tierra de Noemí. Allí, Rut conoció a Booz, un acaudalado terrateniente, y le pidió: «Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas» (v. 7). Él accedió generosamente y les dijo a sus empleados que dejaran caer granos a propósito para ella (v. 16).
Tal como Booz, quien dio a Rut de la abundancia de sus campos, Dios también nos provee generosamente. Sus recursos son infinitos, y derrama sus bendiciones para nuestro beneficio. Con generosidad, nos alimenta, tanto física como espiritualmente. Toda buena dádiva proviene de Él.
Querido Dios, te alabo por ser mi proveedor.
Nuestras mayores necesidades no superan nunca los recursos ilimitados de Dios.
Nuestro Pan Diario
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