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martes, 25 de agosto de 2015

Seguir con Cristo



… todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 16:25).
La biblia en un año: Salmos 107–109; 1 Corintios 4
Cuando era niña, mi semana favorita en el verano era la que pasaba en un campamento cristiano de jóvenes. El fin de semana, me sentaba codo a codo con mis amigos, frente a una enorme fogata. Allí compartíamos lo que habíamos aprendido sobre Dios y la Biblia, y cantábamos. Una canción que todavía recuerdo hablaba de decidir seguir a Cristo. El estribillo tenía una frase importante: «no vuelvo atrás».
Cuando Eliseo decidió seguir al profeta Elías, llevó a cabo algo increíble que hizo difícil (en realidad, imposible) que volviera a su antiguo trabajo agrícola. Después de ir a su casa y hacer un banquete de despedida, «tomó un par de bueyes y los mató» (1 Reyes 1:21). Quemó sus instrumentos para arar, asó al fuego la carne recién cortada y dio de comer a todos los presentes, poniendo fin a su forma de vivir. Después, «se levantó y fue tras Elías, y le servía» (v. 21).
Consagrarnos a Dios, quien merece nuestra devoción, suele implicar tener que pagar un precio. No obstante, nada se compara con lo que ganamos cuando seguimos adelante con Cristo, quien dijo: «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 16:25).
Padre, ayúdame a ver si hay algo que deseas que deje para seguirte completamente.
Jesús busca seguidores a tiempo completo.
Nuestro Pan Diario

¿Quién es mi prójimo?
… Ve, y haz tú lo mismo (v. 37).
La biblia en un año: Salmos 105–106; 1 Corintios 3
A María le encantaba la reunión grupal a mitad de semana en la iglesia, donde ella y varios amigos se encontraban para orar, adorar y debatir temas relacionados con el mensaje de la semana anterior. Ese día iban a hablar sobre la diferencia entre «ir» a la iglesia y «ser» la iglesia en un mundo herido. Estaba ansiosa por ver a sus amigos y charlar con entusiasmo.
Mientras tomaba las llaves, sonó el timbre. «Lamento molestarte —dijo su vecina—, ¿estás ocupada esta mañana?». María iba a explicarle que tenía que salir, cuando la vecina agregó: «Tengo que llevar el auto al taller. Por lo general, vuelvo caminando o en bicicleta, pero me lastimé la espalda y, por el momento, no puedo hacerlo». María dudó un instante y, luego, sonriendo, dijo: «No hay problema».
Aunque solo la conocía de vista, mientras la llevaba a su casa, se enteró de que el esposo padecía de demencia senil, y del tremendo agotamiento que genera cuidar a alguien así. María la escuchó, se compadeció, prometió orar por ella y se ofreció a ayudarla en todo lo que pudiera.
Aquella mañana, María no fue a la iglesia a hablar sobre cómo compartir su fe, pero sí pudo transmitirle un poco del amor de Cristo a su vecina, la cual estaba atravesando una situación difícil.
Señor, quiero ser tus manos y pies para quien lo necesite.
La fe se manifiesta en nuestras acciones.
Nuestro Pan Diario
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