…
Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas… (v. 1).
Lectura:
Isaías 25:1-9
La
biblia en un año: Salmos 94–96; Romanos 15:14-33
El
descubrimiento de la penicilina revolucionó el mundo de la medicina. Antes de
la década de 1940, las infecciones bacterianas solían ser mortales. A partir de
ese momento, esta droga ha salvado una innumerable cantidad de vidas al
destruir las bacterias perjudiciales. El hombre que reconoció su potencial y la
desarrolló para su uso masivo ganó el premio Nobel en 1945.
Mucho
antes de este descubrimiento, otros ayudantes silenciosos trabajaban salvando
vidas en forma similar: los glóbulos blancos. Estos arduos trabajadores son la
manera en que Dios nos protege de enfermedades. Nadie sabe cuántas invasiones
han detenido ni cuántas vidas han salvado. Aun así, poco se los reconoce por toda
su labor.
Al
Señor lo tratamos igual. A menudo, lo culpamos cuando algo sale mal, pero raras
veces lo reconocemos por lo que anda bien. Todos los días, nos levantamos, nos
vestimos, vamos al trabajo, a la escuela o al supermercado, y regresamos a casa
sin problemas, pero no somos conscientes de cuánto nos ha protegido Dios. Sin
embargo, si sucede una tragedia, preguntamos: «¿Dónde estaba Dios?».
Cuando
pienso en todas las cosas maravillosas que el Señor hace silenciosamente por mí
cada día (Isaías 25:1), mi lista de alabanzas es mucho más larga que la de mis
peticiones.
¿Qué
le vas a agradecer hoy a Dios?
Dios
sigue dándonos motivos para alabarlo.
Nuestro
Pan Diario
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