La
paz os dejo, mi paz os doy… (v. 27).
«No me
sorprende que lideres retiros —dijo alguien en mi clase de gimnasia—. Tienes un
aura positiva». Su comentario me sorprendió, pero también me agradó, ya que me
di cuenta de que lo que ella veía como un «aura» en mí, yo lo consideraba la
paz de Cristo. Cuando seguimos a Jesús, Él nos da una paz que supera todo
entendimiento (Filipenses 4:7) y que brota de nuestro interior… aunque quizá no
nos demos cuenta.
Después
de la última cena, cuando Jesús preparaba a sus seguidores para su muerte y
resurrección, prometió darles paz. Les dijo que, aunque tuvieran problemas, el
Padre enviaría el Espíritu de verdad para que viviera con ellos y en ellos
(Juan 14:16-17). El Espíritu les enseñaría al recordarles su verdad y los
consolaría al concederles su paz. Aunque pronto enfrentarían pruebas, que
incluirían una feroz oposición de los líderes religiosos y la ejecución de
Jesús, les dijo que no tuvieran miedo. El Espíritu Santo nunca los abandonaría.
Si
bien experimentamos dificultades como hijos de Dios, también tenemos el Espíritu
Santo que mora en nuestro interior y fluye desde nuestro ser. La paz de Dios
puede ser un testimonio de Él ante aquellos con quienes nos encontramos, ya sea
en el mercado local, la escuela, el trabajo o el gimnasio.
Señor,
que comparta tu paz hoy con alguien de mi entorno.
Cuando
mantenemos la mente concentrada en Dios, su Espíritu la mantiene en paz.
Como
las ovejas
Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino… (v.
6).
Una de
mis tareas diarias, cuando vivía con mi abuelo en Ghana, era cuidar ovejas. Las
llevaba a pastar todas las mañanas, y volvía al anochecer. Allí noté por
primera vez lo tercas que pueden ser las ovejas. Por ejemplo, cuando veían una
granja, el instinto las llevaba hacia allí, lo cual me ocasionó varios
problemas con los granjeros.
A
veces, mientras descansaba bajo un árbol, agotado por el calor, las observaba
irse entre los arbustos hacia las colinas. Entonces, tenía que perseguirlas, y
raspaba mis delgadas piernas en los matorrales. Era difícil alejarlas del
peligro; en especial, cuando aparecían ladrones que querían robarlas.
Por
eso, entiendo bien cuando Isaías dice: «Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino» (53:6). Nos descarriamos de muchas
maneras: deseando y haciendo lo que a Dios le desagrada, perjudicando a otros
con nuestra conducta, y dejando de pasar tiempo con Él y su Palabra porque
estamos demasiado ocupados o no nos interesa. Nos comportamos como las ovejas
en el campo.
Gracias
a Dios que tenemos al buen Pastor que entregó su vida por nosotros (Juan
10:11), llevando nuestros dolores y pecados (Isaías 53:4-6). Además, nos llama
a pastos seguros, para que lo sigamos más de cerca.
Pastor
de mi alma, gracias por buscarme y acercarme a ti.
Si
quieres que Dios te guíe, debes estar dispuesto a seguirlo.
Nuestro
Pan Diario
----------------------------------------------------------------------------------
NOTICIAS CRISTIANAS
Iglesia propone bautismo y santa cena en línea
Leer más
Iglesia ofrece “meditación budista”, como parte del culto por demonios.
Leer más
Entrenador canta música cristiana para motivar a atletas
Leer más
Una de las ciudades más antiguas del mundo sobrevivió a invasión de ISIS. Video
Leer más